miércoles, 30 de mayo de 2012

Alejandro Chanes Cardiel: La botella azul

Ayer, en la primera mitad del siglo XX, nació un niño que con el paso de los años se convertiría en el narrador de cuentos que conocemos hoy. Gracias, Alejandro, por escribir estos relatos que tanto nos gustan, gracias por tus comentarios tan acertados al escuchar las historias que los demás contamos. Gracias por colaborar en este blog.

LA BOTELLA AZUL

En uno de los anaqueles de la tienda de antigüedades, cerca de una ventana por donde entraba la claridad del día, se hallaba una botella cuyo color azul teñía la pared de enfrente cuando el sol traspasaba el cristal. Era muy estilizada,  y un tapón de vidrio blanco la cerraba con hermetismo.
La tienda estaba situada en el Marais, cerca de la calle Rosier, en el barrio judío de París. Su dueño había sobrepasado los setenta, una barba rala blanca cubría sus mejillas; en sus manos, las venas se marcaban con intensidad.
Con pasos lentos, se dirigió hasta la estantería donde estaba la botella y tras cogerla con cuidado, la acariciaba con sus largos dedos, una y otra vez.
Caída ya la tarde, el último rayo de sol, al incidir sobre el vidrio, tiñó la penumbra de la estancia de un color azulado. El hombre, desde un viejo sillón, contemplaba un cuadro en el que una mujer de enigmática belleza, al recibir la luz azul, dibujaba en su rostro una sonrisa. Un aire de misterio envolvía el ambiente ya en sombras. Fue entonces cuando la mano de la mujer, en la que brillaba un topacio, salió del cuadro y el anticuario, acercándose, posó sus labios sobre ella. Al levantar los ojos, sus miradas se engarzaron y un estremecimiento fue apoderándose de él, hasta caer en éxtasis y quedar arrebatado de su entorno.
La luz de la mañana recién estrenada, fue dando forma a todos los objetos que habían permanecido ocultos en la oscuridad de la noche. En el sillón, el anticuario, con la placidez en su rostro, y rodeado de un halo azul, parecía dormido. Cercanos a él, en el suelo, se veían los trozos de la botella y en una mesita próxima, refulgía un topacio.

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La botella azul por Alejandro Chanes

2 comentarios:

  1. Magnífico Alejandro. Es uno de tus cuentos que más me gustan. Y tu, guapísimo.

    Un abrazo,

    Carmen Dorado

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  2. Alejandro ¡Qué alegría! Ha sido una sorpresa al ver que te has hecho seguidor del blog. Eres un crack de la informática. Un abrazo. Marieta

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