miércoles, 27 de junio de 2012

Mª Pilar Álvarez Novalvos: Ocaso

OCASO

A Hemi Golden Graham,
porque ella sabe 
que siempre sale el sol.



  Lo miró por encima del periódico. Algo demacrado, pero hermoso, con esa elegancia de los dioses derrotados. El pelo revuelto enmarcando unos ojos y unos labios siempre deseables. Estaba untando una tostada caliente.

   -  ¿No vas a tomarte el zumo? Te lo acabo de preparar.
   -  Tengo acidez.
   Cuando llegó eran más de las cuatro de la mañana, se metió en la cama, olía a whisky. No le preguntó de dónde venía. Intentó acariciarlo, pero le retiró la mano. Metió los dedos entre su pelo antes de que se diera la vuelta. Luego, la compañía de sus ronquidos.

       -  ¿Quieres otra cosa? ¿Te traigo…?
       -  No, déjalo. Se me pasará. 
   Concentrado, bebía el café a pequeños sorbos y hundía la rebanada para sacarla empapada y oscura. Él seguía observándolo y se encendió un cigarrillo.

    -  Te recuerdo que esta noche tenemos la cena con los Bauer, ¿crees que te apetecerá o los llamo con alguna excusa?
     No dijo nada. Salió al jardín y se estiró bajo un sol insultante.
     Lo siguió. Se había echado en una tumbona y se acariciaba el pecho en círculos, los ojos cerrados frente a los destellos de la piscina.

      -  Derek.
      -  Por favor…, no empieces, me duele la cabeza.
      -  ¿Entonces?
   Esperaba una respuesta, incluso una provocación, pero en su lugar le llegó el canto anodino de un pájaro. 

   - No fuiste a la entrevista con el dueño de la nueva sala Reinhardt. Ni siquiera llamaste para anularla. ¿Sabes en qué lugar quedo yo?
   De pie, con los brazos en la cintura, sintió que el cansancio le hundía hasta las rodillas. 
   Derek se levantó, se bajó el slip, se deshizo de él pisándolo con un pie y luego con el otro, y se arrojó al agua que estrelló sus ondas frías contra las paredes.

   Entonces, él también se zambulló en un desgastado remolino de imágenes... Derek haciéndole salir desnudo a buscar el correo, o besándolo en la trastienda el día que le organizó su primera exposición, o su mirada tímida de estudiante en la útima fila... 
    Subió al dormitorio. Sacó una maleta y abrió varios cajones a la vez. Luego bajó las escaleras con ella, salió al jardín, la colocó sobre las losas húmedas, a los pies de la hamaca, y entró para acabar su café.

3 comentarios:

  1. Espero que te pongas a escribir de inmediato, que el hospital quede en un recuerdo y que tu ánimo esté por las nubes. Un beso. Marieta

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    1. ¿De qué hospital hablas?... Ja ja ja... Ya no lo recuerdo... Sí, sí, voy a ver si retomo el hilo... =) (antes de que también quede en un espejismo, je je je).
      Un beso muy fuerte, corazón. Y gracias por publicar el relato (¡qué bien ha quedado! Mejoras con la edad, ¡¡¡glups!!!, ¡perdón!, quiero decir con la experiencia, ji ji)
      *=)

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  2. Muy buen cuento Pilar. Me gusta el tono y el ritmo y, el final.

    Carmen Dorado

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