viernes, 5 de octubre de 2012

Alejandro Chanes Cardiel: Visión Gótica



VISIÓN GÓTICA           


 Al hombre le resultaron entretenidas las oscilaciones de su sombra  en la pared. Avanzaba y retrocedía para observar los movimientos de aquel borrón difuminado. Se detuvo un instante y al volver la mirada, contempló, con asombro, el desdoblamiento de la mancha gris marchando de un modo autónomo. Mientras él iba  hacia la ventana, “aquello otro”, en un continuo ir y venir por la habitación, se arrastraba por el suelo o hacía piruetas en el techo. Finalmente, se fue deslizando hasta llegar al anaquel repleto de libros. Uno de ellos, tras saltar de la estantería, voló de una a otra esquina, con las páginas abiertas en abanico. Se detuvo un momento sobre la cabeza del involuntario espectador y las hojas se agitaron rápidas con un siseo agobiante, para después iniciar un veloz ascenso hasta posarse en lo  más alto del mueble. Los vertiginosos revoloteos aturdieron al hombre, sus manos temblaron,  el corazón al galope y la mirada fija en el libro que, tras cerrarse con violencia, cayó sobre la mesa; era “El doctor Jekyll y míster Hyde”. Sudoroso,  no quitaba los ojos de su espectro.
- ¿Qué me está sucediendo? se preguntó, entre el  escepticismo y el pánico.
En seguida, una voz de acento grave, fuera de su voluntad, repuso:
 - Soy el reflejo de tu “yo”, y ahora me desligo de tu hacer.
En el exterior, declinado ya el sol, aparecieron nubarrones que velaron el crepúsculo y la noche trajo la total oscuridad. El hombre, en medio del espanto ante lo desconocido, habló de nuevo:
- Eres mi sombra y  me perteneces. No existes  sin mi cuerpo que te dibuja.
 Entonces, la mancha comenzó a realizar unos movimientos extraños, se alargaba y encogía adoptando formas inéditas hasta que la luz,  proyectada sobre el muro, destacó la figura de un cuervo que, precedido por una risa demoníaca, graznaba: nunca más.
 Las tinieblas envolvían la casa y, dentro, la débil luz de una lámpara de mesa creaba un ambiente fantasmal y opresivo. En ese momento, le pareció ver delinearse en aquella forma, vuelta a su primitivo aspecto, una suerte de mueca malévola. Y de nuevo, pudo escuchar la voz que le hablaba desde lo profundo.
- Te equivocas, soy libre, no te necesito. Y volvía, machacona, a las palabras del cuervo: nunca más.   
 Aún resonaba el maligno eco, envuelto en amenazas, cuando la sombría silueta,  sujetando una figura de mármol, fue hacia el hombre. Este, aterrorizado, y en un intento por escapar de aquella estampa maléfica, corrió hasta la puerta. Afuera, el vendaval azotaba las copas de los árboles y la tormenta se hizo presente con el fulgor de los relámpagos, la lluvia caía con fuerza y la luz de las farolas alumbraba las aguas en su andadura por las calles.
Sólo pudo pisar el umbral porque la siniestra negrura dejó caer sobre su cabeza el mármol. El hombre aferrado a la pared, esculpía canales con sus uñas mientras resbalaba, hasta  quedar yacente en el suelo.
La lóbrega nebulosa se acercó al cuerpo, cubriéndolo como un oscuro sudario, mientras contemplaba aquellos ojos azules cuyas pupilas aún se movieron hasta que se produjo el último estertor. Y fue entonces, cuando un golpe de viento, al abrir la puerta, arrastró a la sombra que, tras lanzar un alarido, se vio obligada a ensamblarse en la masa corpórea hasta quedar inmersa en el cadáver del hombre. En la estancia hubo un sonoro silencio y en la vecina iglesia, el tañer de las campanas junto con el retumbo de los truenos, entonaron un réquiem, acompañados por el bronco clamor del viento.



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Visión gótica por Alejandro Chanes

1 comentario:

  1. Bravo Alejandro!!! De todos tus cuentos creo que este es una obra maestra.

    Carmen Dorado

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