viernes, 2 de noviembre de 2012

Amantes de mis cuentos: Un hombre tímido

Escribir para Alberto es como sacar a la luz lo que mantiene en la sombra. Es tan apocado, temeroso que dice con los ojos lo que no se atreve con los labios. Nadie entiende sus silencios. Su mujer, Ana, tuvo que tomar la iniciativa para que su relación no se hiciera interminable. Un buen día encontraron el método perfecto para comunicarse: la palabra escrita.
Con una hoja en blanco y un lápiz cada día más pequeño escribe y escribe… Sus relatos han conseguido que su matrimonio mejore día a día. Los leen juntos en la cama, acurrucados. Estas lecturas para su mujer han sido todo un hallazgo, ya que hablan de diversos temas, reflejando su vida en común.
En uno sobre el arte culinario Ana se enteró que él detestaba la paella y en su casa, todos los domingos del año era plato fijo. A ella tampoco le gusta el arroz, y si la hacía era porque su suegra le había dicho que era el plato preferido de su hijo.
En otro se enteró que su voz era lo que le había cautivado, con el paso de los años seguía conservando esos tonos sensuales que aún le hacían vibrar. Y ella se reía pensando la de horas perdidas sentada frente al espejo con el peine en ristre y maquillándose, cuando con hablar lo tenía todo resuelto. Le contagió su risa y el vecino golpeó varias veces la pared.
Los fines de semana, con premeditación y alevosía, Ana elige el cuento que quiere escuchar. Nunca pensó que Alberto fuera tan sensible en sus frases cuando con los gestos era tan brusco. Y aunque sigue siendo de pocas palabras, ya no se lo tiene en cuenta, pues desde que se dedica a escribir hace un mejor uso de sus ojos, sus manos, y sus labios.


© Marieta Alonso Más

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