jueves, 22 de noviembre de 2012

Marme: Un paseo en la noche




¡Qué desgracia! Pensaba mientras caía y recorría los trece pisos que separaban su balcón del asolado del patio de vecinos. No tuvo tiempo de más. Ni de ver pasar su vida, como todos dicen que ocurre en esos angustiosos minutos previos al desenlace. Se estrelló sin remedio con un estruendo seco de huesos rotos.
Los vecinos se fueron asomando uno a uno. Primero con sorpresa, luego con terror y en cuestión de segundos, la tranquilidad de la noche se convirtió en un frenesí de idas y venidas, gritos de desesperación y llamadas de móvil.
Cuando llegó la policía, todo el inmueble bullía en conversaciones alteradas. Se hablaba de suicidio, de un desengaño amoroso, de problemas económicos, tal vez. Hubo alguien que insinuó un robo con violencia pero rápidamente fue descartado por los agentes que registraron el piso.
Su muerte, a las dos de la mañana y en pijama, era un gran enigma para sus vecinos. Fue su madre, que al llegar bañada en lágrimas, desveló el misterio:
-Una vez de niño se cayó por el hueco de la escalera en uno de sus paseos nocturnos -informó entre sollozos. En aquella ocasión el accidente se saldó con dos huesos rotos. Esta vez no ha tenido tanta suerte.






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Un paseo en la noche por Marme   





                                

sábado, 17 de noviembre de 2012

Käthe Kollwitz (Königsberg 1867-Moritzburg, Sajonia 1945)


Museo Käthe Kollwitz en Berlín
Este acogedor museo nos recibe con litografías, tallas de madera, esculturas y dibujos de esta artista, que supo crear conmovedoras y desgarradoras obras de arte.
Brot = Pan
Destaca la litografía “Brot”. Entre sus temas favoritos encontramos la maternidad y la muerte. La fuerza de su trazo transmite el dolor, el sufrimiento.
Estudió Bellas Artes en Berlín, Munich, Florencia y París.
Se casó con un médico que tenía la consulta en medio de un barrio obrero y allí contempló tal miseria en sus calles que la condicionó en su arte.
Vivió varias tragedias personales como la muerte de su hijo durante la Gran Guerra y la de su nieto en la II Guerra Mundial.
Familia
Madre e hijo
Formó parte de la Secesión Berlinesa y de la prestigiosa Academia de las Artes. Los nazis la obligaron a dimitir en 1933. 

A pesar de ser una pacifista acérrima y socialista comprometida permaneció en Berlín hasta que la evacuaron a los montes Harz en 1943.
Es una figura destacada del realismo crítico de finales del siglo XIX y principios del siglo XX y una de las artistas más representativas del expresionismo alemán.
La Pietá de Kollwitz
Cartel frente al Museo
Su escultura "Madre e hijo muerto" más conocida como "La Pietá de Kollwitz" se encuentra en el Neue Wache de Berlín.
Murió en 1945, poco antes de que finalizara la guerra.  
Madre abrazando a sus hijos

Gabriela Mistral: El placer de servir


Gabriela Mistral
(Vicuña, Chile 1889-New York, USA 1957)




Toda naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú,
sé el que aparte la piedra del camino, el odio entre los
corazones y las dificultades del problema.

Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay,
sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que solo se hace mérito
con los grandes trabajos; hay pequeños servicios
que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

Aquel que critica, éste es el que destruye, tu sé el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamarse así: “El que sirve”.

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos
pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?







       Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayata (Gabriela Mistral). Premio Nobel de Literatura en 1945. La primera persona que recibió este galardón en América Latina. Premio Nacional de Literatura de Chile en 1951. Destacada poetisa, diplomática, feminista y pedagoga chilena. 

viernes, 16 de noviembre de 2012

Ramón L. Fernández y Suárez: Persecución




Mientras corría sin descanso calle abajo intentaba controlar su respiración irregular.
La fatiga le impedía pensar qué recorrido la alejaría más rápidamente de sus persecutores y esa falta de seguridad y orientación comprometía el éxito de la escapada. Temblaban sus piernas a punto ya de agarrotarse, de sus cabellos desgreñados emergían abundantes gotas de sudor que atravesando el arco de sus cejas ralas se introducían en los ojos irritándolos aún más y produciendo un gran escozor. La fuerte lluvia caída a última hora de la tarde había dejado charcos de barro por doquier, verdaderas trampas pedregosas donde al introducir los pies había caído un par de veces lastimando sus rodillas.
   Ignoraba donde se encontraba, a qué desconocido lugar le habían conducido sus captores. Ya al final del estrecho y sucio callejón vio que se internaba en campo despoblado. No veía luz alguna adonde dirigirse en busca de ayuda, refugio o protección. Comenzaba a pisar hierbas, primero suaves, mullidas: diez pasos más allá, comenzó a tropezar con vegetación de más altura. Aún así siguió corriendo, su falda desgarrada dejaba al descubierto sus muslos doloridos, sus rodillas arañadas por la furia salvaje que la había mancillado. No era el momento de pensar en sus heridas, solo quería ponerse a salvo, impedir una nueva embestida brutal sobre su sexo; no sentir el dolor físico y el profundo asco que le hiciera vomitar mientras la penetraban.
   Ahora la vegetación era más alta y oponía una mayor resistencia a la fuga que intentaba. La humedad reinante se unía al propio sudor confiriendo una calidad pastosa a su saliva. Había pasado ya el momento de las lágrimas. La ira inicial se iba trasformando poco a poco en cansancio intemporal, como si arrastrara siglos de angustia en el intramundo de su mente. Un nuevo tropiezo la llevó de nuevo al suelo, quiso abandonarse sobre la mojada hierba y descansar. Mas repentinamente, abandonó la idea, el hecho de ser allí encontrada no la acuciaba tanto como aquella fuerza interior que le ordenaba no ceder, no rendirse y continuar airadamente en pie para impedir que aquel momento la marcara para siempre.
   Levantó la vista y solo halló rojizas nubes bajas que se destacaban amenazantes sobre su cabeza. Comenzó entonces a experimentar serenidad. Una nueva sensación le permitía entonces reordenar sus pensamientos. Se puso lentamente en pie, su diestra intentó sin conseguirlo llevar parte de su apelmazada cabellera tras la oreja derecha. Comenzaba a caer la lluvia fría. Echó a andar sin elegir el rumbo, lo importante era alejarse y no olvidar, alimentar aquel agrio y duro sentimiento que brotaba en ella y que a partir de entonces reordenaría la calidad de sus relaciones con los hombres.




© Ramón L. Fernández y Suárez




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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Paisajista Martín Rico y Ortega (1833-1908)

Autorretrato (1908)

Nace en Madrid. Muere en Venecia.
El Museo del Prado presentó una exposición de sus obras en el 2013. Una maravilla de exposición y de las "Claves" que son charlas que ofrecen sobre este gran paisajista madrileño. El Museo en 2007 compró cuarenta cuadernos de sus dibujos. No se pierdan la "Fuente de la alcachofa" en Madrid, entre otros muchos. 
Fue el gran pionero del paisaje realista en España, iniciándose como paisajista entre 1852-1861. Ama el paisaje, lo pinta y siempre añade el detalle humano.
Algunas de sus obras:
Autorretrato (1908).- Capta su ánimo, la tristeza parece brotar de sus ojos. Muere en ese año.
La meseta de Castilla.- En acuarela que no es fácil. Cromatismo sutil y composición en suave declive. Grupos de pinos en Guadarrama.- 
Grupo de pinos en Guadarrama
La atención se centra en los pinos, los matojos, los celajes, la luz de la atmósfera. Vista oriental del acueducto de Segovia.- Paleta cálida. Comienza a preferir el sol del mediodía que da plasticidad a los volúmenes de los edificios. Una rama.- Sencillo con espacio para el celaje. 
Un paisaje de Guadarrama
Un paisaje de Guadarrama.- Aparece la rama pintada dos años antes. Un país, cercanías de Azañón, en la Alcarria (1859).- Es el primero en que muestra el agua. También introduce al pastor. Pinceladas verticales El agua ejerce de foco luminoso. Paisaje de la Casa de Campo (1861).- Recibe como premio una beca que le permite estudiar en el extranjero. Composición bella y tonalidades que se difunden. Atención a los árboles. Estudio de árboles (1862).- Se va a Suiza y Francia donde comienza su camino hacia el realismo. Bicolor. La composición de las ramas de las hojas. Paisaje suizo (1862).- Hace primero un dibujo y luego el cuadro. Verdor de la falda de las montañas, la luz del sol, las nubes. La pintura impresionista no tiene nada que ver con el realismo de Martín Rico. El camino y sus ramales, el recodo de otro camino. Es una pintura evocadora. Paisaje con cascada (1865).- Es notorio el interés que siente por el agua. El riachuelo salpica. 
Lavanderas de La Varenne (1864-65)
Lavanderas de La Varenne (1864-65).- Los bocetos que aparecen en sus cuadernos dan lugar a cuadros. En ellos se pueden apreciar las espaldas de cada una de las lavanderas. El moisés de un bebé. El agua es una maravilla. El cielo. La franja del agua y del cielo es la misma. También se puede apreciar su interés por las ramas, los árboles, las tonalidades de la naturaleza. El Sena en Poissy (1869).- Los árboles sube, bajan. Dan movimiento. La factura es vertical con pinceladas finas. Se encuentra en Nueva York. The Metropolitan Musseum of Art. Un canal cerca de Poissy (1869).- Barcas, agua, árboles, escorzos, tonos verdes, azules. Bongival. País frente al hotel (1870).- Pincelada en el agua con un toque más rápido. Raimundo de Madrazo (1866).- Este cuadro se encuentra en el Museo de Bellas Artes de La Habana. No se incluye en la exposición, pero podemos apreciar su faceta de retratista. La sierra del Guadarrama desde las cercanías de El Escorial (1870).- Tres grupos de personas, tres árboles, tres diagonales, tonos grises, malvas y rosas. Cielo con nubes y degradaciones tonales. La deformación de los pinos contribuye al dinamismo de la composición. Está en The Hispanic Society of América en Nueva Cork. Un americano William H. Stewart gran amigo suyo, compró muchas de sus obras. Hay una carta que le escribe con dibujos a pluma. 
El patio de la escuela (1871)
El patio de la escuela (1871).- Niñas en sus labores junto al murmullo del agua. No falta el gato. Este cuadro se puede apreciar con los sentidos: el olor de las flores, el ruido del agua, un recreo para la vista. Detalles minuciosos. Puerta con alfiz y yeserías. Muestra el ambiente de los beaterios donde se acogían a niñas pobres. El gusto por los aspectos ornamentales tratados de manera asimétrica evidencia también su gusto por la estética japonesa. Madrid. Colección particular. La torre de las Damas en la Alambra de Granada (1871).- Le fascinó la ciudad de Granada y le llevó a pintar con un colorido intenso y una luz tan brillante que resalta las cualidades materiales de las superficies. Fijaros en los niños, en las telas en las ventanas. Madrid. Museo Nacional del Prado. Alcalá. Orillas del Guadaira (1872).- Las luces y las sombras. Los niños reflejados en el agua. Desembocadura del Bidasoa (1872).- Velas al viento. Dos diagonales. Naranjos en la Huerta del Retiro (1875).- Acuarela. Dos verticales en las torres. Toques rojos en mitad del paisaje. La aguadora (1875).- Última de las adquisiciones de El Prado. Se desarrolla en Toledo. Burros, perro, paredes encaladas, el zaguán oscuro, desconchados, calle  con clérigo bajando la cuesta. La Corniche (1881).- Toque humano en las barcas. Pinceladas del agua diferente en la zona de la derecha y la de la izquierda. Y muchas más como la Torre del convento de San Marcos (1875), Murallas árabes cerca de Sevilla (1875), el Puente de Toledo en Madrid (1882), Patio de la casa de Samuel Levi en Toledo (1893). Esta casa hoy es el museo de El Greco. Lavanderas en Cloyes (1872).-  Madrid. Colección particular. Desembocadura del Bidasoa (1872). Madrid. Museo Nacional del Prado. La Puerta de Guillaume (1876), Vista de París desde el Trocadero (1883), con una rama sobre la balaustrada. El Adigio (1886).- Cielo espectacular, movimiento del agua, barca y personaje con burro. La riva degli Schiavoni en Venecia (1873).- Importancia del celaje. Un canal en Venecia (1879).- El árbol deja ver lo que hay detrás. 
Santa María della Salute (1902)
Santa María Della Salute (1902).- Pincelada moteada en el agua que le sirve para estudiar los reflejos. Colección particular. 
Y muchos más cuadros que merecen una visita. Esto es solo un aperitivo. Espero que os guste.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Sor Juana Inés de la Cruz: Hombres necios


Sor Juana Inés de la Cruz


(San Miguel Neplantla ¿1648-1651?-Ciudad de México 1695)


Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
el mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?

más entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cual es más de culpar,
aunque cualquier mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.




En esta sátira filosófica la autora barroca arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres que en las mujeres acusan lo que causan.
Y lo hace a través de una serie de dieciséis redondillas, combinación estrófica de cuatro versos octosílabos con rima “abba” y encabalgamientos suaves.
Tais: cortesana ateniense famosa por posar desnuda para Fidias y para Apeles.
Lucrecia: romana que se clavó un puñal en el pecho cuando se enteró de que el hombre con el que se había acostado no era su marido.
Hoy se discute sobre el presunto feminismo de esa monja criolla mejicana.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Alejandro Chanes Cardiel: Desde el andén

Desde el andén
  
Desde el andén, veo  la figura de una mujer al otro lado de las vías. Parece atractiva. Más cerca de los cuarenta que de los treinta, lleva una chaqueta de cuero rojo y unos pantalones vaqueros, una boina negra se ladea hacia la izquierda sobre el pelo rubio. Pasea con lentitud, sin alejarse demasiado de una pequeña maleta de ruedas.
La llegada de un tren  me quita, de momento, la visión. La gente se apresura al oír el pitido que anuncia la puesta en marcha. Al alejarse por el túnel, miro de nuevo al frente. Ahora la mujer de la boina se mueve, al parecer, nerviosa, da unos pasos y retorna hasta la maleta. Vuelve los ojos una y otra vez hacia las escaleras que conducen al andén. Comprueba la hora en su reloj de pulsera.
De pronto se detiene. Un hombre, entrado en la cuarentena, con una cazadora sobre una camisa a cuadros, avanza despacio. La mujer se dirige hacia él, con pasos rápidos, arrastrando la maleta. Veo como gesticula y mueve los brazos mientras señala su reloj. Parece que levanta la voz y, si bien no oigo lo que dice, me da la sensación de que está alterada.
El hombre inicia un monólogo y, al parecer, trata de explicar algo, por el modo en que mueve las manos, después baja los ojos. La mujer le mira con fijeza y a continuación con una mueca de desprecio, sus labios se abren y suelta una sola palabra con gran rotundidad.
En ese momento se detiene un tren en la vía de enfrente y me oculta la perspectiva. Tras unos segundos, y cuando desaparece el último vagón, el andén ya está vacío. Miro hacia la izquierda y veo que el hombre de la cazadora se dirige a la salida.
Al llegar al pie de la escalera mecánica, una joven, de poco más de veinte años, se cuelga de su brazo. Una falda negra junto a un jersey blanco ajustado marcan las líneas de su cuerpo que, al andar, establece una cadencia en su movimiento. 
Al iniciar la ascensión, el hombre le acaricia la mejilla. Los escalones siguen subiendo y lo último que veo son unas prodigiosas piernas que, al poco, desaparecen.



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Desde el andén por Alejandro Chanes Cardiel

viernes, 2 de noviembre de 2012

Amantes de mis cuentos: La vida es un carnaval


He salido a la calle sin mi careta. La puse sobre el taquillón del pasillo de mi casa y al salir con las prisas, la dejé allí. En mi barrio hay mucho listo así que bajo la cabeza mientras la muevo a derecha e izquierda para evitar que me dirijan la palabra y tener encuentros desagradables.
La necesito como el comer y es que la naturaleza se volcó en mí dotándome de un carácter cruel y de una lengua viperina. Con ella controlo el coraje, el desdén, la rabia que siento ante todo lo que me rodea. Gracias a la máscara me convierto en el perfecto diplomático carente de un exabrupto, con la palabra precisa para apaciguar pasiones, la persona encantadora con la que da gusto hablar, aquel que ama a los niños y a su familia, que siempre encuentra algo bueno donde no lo hay, el que intenta tapar el sol con un dedo para ayudar a sus semejantes a una convivencia más apacible, aquel que en noches de luna llena mira con regocijo a los enamorados.  
Regreso con pasos apresurados, abro la puerta, recojo mi careta y me lo pongo. De inmediato me siento seguro y feliz.





© Marieta Alonso Más

Amantes de mis cuentos: Un hombre tímido

Escribir para Alberto es como sacar a la luz lo que mantiene en la sombra. Es tan apocado, temeroso que dice con los ojos lo que no se atreve con los labios. Nadie entiende sus silencios. Su mujer, Ana, tuvo que tomar la iniciativa para que su relación no se hiciera interminable. Un buen día encontraron el método perfecto para comunicarse: la palabra escrita.
Con una hoja en blanco y un lápiz cada día más pequeño escribe y escribe… Sus relatos han conseguido que su matrimonio mejore día a día. Los leen juntos en la cama, acurrucados. Estas lecturas para su mujer han sido todo un hallazgo, ya que hablan de diversos temas, reflejando su vida en común.
En uno sobre el arte culinario Ana se enteró que él detestaba la paella y en su casa, todos los domingos del año era plato fijo. A ella tampoco le gusta el arroz, y si la hacía era porque su suegra le había dicho que era el plato preferido de su hijo.
En otro se enteró que su voz era lo que le había cautivado, con el paso de los años seguía conservando esos tonos sensuales que aún le hacían vibrar. Y ella se reía pensando la de horas perdidas sentada frente al espejo con el peine en ristre y maquillándose, cuando con hablar lo tenía todo resuelto. Le contagió su risa y el vecino golpeó varias veces la pared.
Los fines de semana, con premeditación y alevosía, Ana elige el cuento que quiere escuchar. Nunca pensó que Alberto fuera tan sensible en sus frases cuando con los gestos era tan brusco. Y aunque sigue siendo de pocas palabras, ya no se lo tiene en cuenta, pues desde que se dedica a escribir hace un mejor uso de sus ojos, sus manos, y sus labios.


© Marieta Alonso Más

Amantes de mis cuentos: Sus manos



A los once meses de edad surgió el homínido que hay en mí y sentí que me gustaban las manos de mi padre en las cuales me apoyaba para dar mis primeros pasos. A los cuatro años subiendo la escalerilla del barco que nos traía a España, mi padre preguntó:
-¿Te ayudo?
Y como yo creía que era mayor, le dije que no, sin pensar que mis cortas piernas no llegaban alcanzar el primer peldaño. Sentí miedo, tomé su mano y él en silencio apretó la mía.
De regreso a Cuba en el mismo barco no hubo preguntas. Escondió mi mano en la suya  al subir de nuevo la escalerilla.
Siempre iba de la mano de mi padre cuando paseábamos por las calles del pueblo. Y jugábamos con ellas. Con una sola mano abarcaba las dos mías. Apretaba mis manos sosteniendo el manillar de la bicicleta.
Ellas me dijeron adiós al emigrar. Un día, al cabo de diez años, retomé el gusto por la calidez de esas manos que hablaban de ternura. Y volví a tener a mano sus manos. 
Pasaron los años. Llegó la enfermedad, la sirena de la ambulancia, las batas blancas. Y una  sombría mañana las dejó caer.

© Marieta Alonso Más