miércoles, 30 de enero de 2013

Ramón L. Fernández y Suárez: El mito de Orfeo y Eurídice aplicado al proceso de la creación literaria





Si “cada amor que termina es un cementerio de abrazos”, pensó Orfeo cuando iniciaba la catábasis, desciendo gustoso como nunca antes lo había estado en busca del alma de mi Eurídice. Voy con ilusión a residir entre las sombras tormentosas ya que allí permaneceré junto a mi amada si se nos niega el regreso al mundo de los vivos.
Según nos cuenta la leyenda, el hijo de Calíope subyugó con la inigualable dulzura de su canto a las amenazadoras sombras de las criaturas infernales, cautivó la sensibilidad de los guardianes e hizo claudicar a  los dioses rectores de las leyes del erebo. Su tenaz y fanático descenso en soledad al inframundo es comparable al ejercicio solitario de todo humano que, esgrimiendo la pluma, profundiza voluntariamente en los más recónditos rincones de su mente para hallar allí el objeto ilusionante de su cometido intelectual. Encontrar a Eurídice, reunirse carnal y esencialmente con la fuente de su inspiración es para quien escribe un proceso ideal de increíble semejanza con el mito del mortal enamorado de una sombra, cual nos sugiere Bécquer en “El Rayo de Luna”.
Eurídice, al no llegar a ser bañada por la luz solar, se consolida para siempre como sombra, ilusión perdida, alegría irrecuperable por causa de debilidad humana. Orfeo lamentará su flaqueza para siempre. De ser escritor, ya solo escribiría en clave de elegía.


© Ramón L. Fernández y Suárez


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El mito de Orfeo y Euridice aplicado al proceso de la creación literaria por 



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