sábado, 1 de junio de 2013

Amantes de mis cuentos: ¡Ay, el amor...!


Diez años después él le susurró:

-Por favor, sea breve. No gaste el tiempo que me corresponde en hacer su alegato, que yo quiero dar a conocer el mío.

-Gracias. Muy amable.

-Mire usted, señor juez. A mí no me gustan las residencias para mayores. Y no es porque sean deprimentes, que lo son, ni porque añore mi casa, que la añoro, ni porque haya tantos viejos. Mi repulsa es porque al cabo de cincuenta años de matrimonio y quince hijos, mi mujer se enredó en amores con un hombre que compartía mesa con nosotros. Ni siquiera era más joven que yo. Tenía noventa años y alardeaba de una vitalidad que cansaba solo con verle. Desde que nuestros hijos nos trajeron a este lugar se pegó a nosotros como una lapa para pasear, jugar a las cartas, bailar. Los dos han muerto, hace… no lo recuerdo, pero yo acabo de enterarme y como no puede ser de otra manera quiero el divorcio. Me dicen que eso no puede ser. Pero, señor juez, ¿sabe usted cómo se siente uno cuando ha sido engañado?

2 comentarios:

  1. Me gusta. Me has arrancado un sonrisa a pesar de tratar un tema (creo yo) muy triste. El de los ancianos a los que la familia recluye en un asilo. Como siempre, tienes una habilidad sorprendente para tratar temas escabrosos con una sutileza y una ironía incomparables.
    Enhorabuena Marieta!!!

    Carmen Dorado

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  2. Quizás en un país imaginario exista la modalidad de divorcio post mortem.¿Tú qué crees?

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