miércoles, 30 de enero de 2013

Ramón L. Fernández y Suárez: El mito de Orfeo y Eurídice aplicado al proceso de la creación literaria





Si “cada amor que termina es un cementerio de abrazos”, pensó Orfeo cuando iniciaba la catábasis, desciendo gustoso como nunca antes lo había estado en busca del alma de mi Eurídice. Voy con ilusión a residir entre las sombras tormentosas ya que allí permaneceré junto a mi amada si se nos niega el regreso al mundo de los vivos.
Según nos cuenta la leyenda, el hijo de Calíope subyugó con la inigualable dulzura de su canto a las amenazadoras sombras de las criaturas infernales, cautivó la sensibilidad de los guardianes e hizo claudicar a  los dioses rectores de las leyes del erebo. Su tenaz y fanático descenso en soledad al inframundo es comparable al ejercicio solitario de todo humano que, esgrimiendo la pluma, profundiza voluntariamente en los más recónditos rincones de su mente para hallar allí el objeto ilusionante de su cometido intelectual. Encontrar a Eurídice, reunirse carnal y esencialmente con la fuente de su inspiración es para quien escribe un proceso ideal de increíble semejanza con el mito del mortal enamorado de una sombra, cual nos sugiere Bécquer en “El Rayo de Luna”.
Eurídice, al no llegar a ser bañada por la luz solar, se consolida para siempre como sombra, ilusión perdida, alegría irrecuperable por causa de debilidad humana. Orfeo lamentará su flaqueza para siempre. De ser escritor, ya solo escribiría en clave de elegía.


© Ramón L. Fernández y Suárez


Licencia Creative Commons

El mito de Orfeo y Euridice aplicado al proceso de la creación literaria por 



martes, 29 de enero de 2013

El arte de Cartier


Exposición en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid
Tiara de Victoria Eugenia de Battenberg


Un conjunto de más de cuatrocientas piezas realmente maravilloso. Cada cual más bella.

Collar del Maharajá de Patiala
Louis-Francois Cartier (1819-1904), tras su paso por el taller de joyería de Adolphe Picard, crea su propia firma en 1847, a la que pronto acude una clientela elegante que sabe apreciar las joyas de inspiración antigua y clásica. Emperatrices, reinas, princesas llegan a ser clientas habituales. Alfred Cartier, el hijo de Louis-Francois se hace cargo del negocio en 1874. Para evitar la oxidación de la plata, Cartier comienza a usar el platino que por su maleabilidad y resistencia permiten realizar florituras que parecen encajes. Alfred tuvo tres hijos: Louis, Pierre y Jacques que pronto se asociaron a su padre y fueron los artífices de dar a conocer la marca Cartier a nivel mundial. Las combinaciones de colores mezclando turquesa, lapislázuli, jade, piedras preciosas como los zafiros y las esmeraldas hicieron su aparición. El ónix sería una de las piedras favoritas de Cartier, junto con el cristal de roca pulido.

El estilo creado por Cartier se conocería como Art Decó en referencia a la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de 1925 en París. Los diseños planos y lisos se fueron desarrollando hasta que aparecieron las joyas tridimensionales.
Regalo de Mike Todd a Liz Taylor

A Louis y Jacques Cartier les fascinaban las culturas exóticas, el arte islámico, el egipcio, chino e hindú, que sirvieron de inspiración para sus diseños.

En 1933, Louis nombra a Jeanne Toussaint (1887-1978) directora del departamento de Alta Joyería de Cartier, hasta los años sesenta. Fue un acierto. Su éxito fue indiscutible gracias a su inteligencia y creatividad.

Joyas de Wallis Simpson, duquesa de Windsor
Clientes emblemáticos, entre otros muchos difíciles de enumerar, fueron: Victoria Eugenia de Battenberg; Princesa Matilde, prima del emperador Napoleón III; Emperatriz Eugenia de Montijo; Duquesa de Windsor; Daisy Fellowes; Mona von Bismarck; Grace Kelly; Elizabeth Taylor; Coco Chanel; María Félix; etc.

El control de la familiar Cartier en esta corporación finalizó en 1964.





domingo, 27 de enero de 2013

Paseos por Madrid: Casa del Pastor

Casa para un pastor


¡Ya no existe!

Fue construida a finales del siglo XVII y la piqueta la hizo caer a finales del siglo XX. 
En su fachada de poniente, pese al derribo, se conserva el más antiguo escudo pétreo de Madrid. Estuvo situada en el número 21 de la calle Segovia, a la altura del Viaducto, con vuelta a la cuesta de los Caños Viejos. 
Esta casa dio cobijo al primer Ayuntamiento de la Villa. 
Escudo de la Casa del Pastor
Era su propietario el párroco don José, muy querido en Madrid por su dedicación al servicio de Dios y del prójimo menesteroso. Llegada su hora, hizo testamento: “Es mi firme voluntad que herede la casa la primera persona que en el amanecer siguiente a mi muerte, entre en la Villa, por la Puerta de la Vega”. Unas horas antes del alba, apostáronse el escribano y varios testigos en el pasadizo interior de la famosa puerta. Dio la suerte a un pastor ya maduro, con garrote y perro, que fue el primero en traspasarla. Horas después, se hacía cargo del inmueble, no sin lamentar que se le hubiesen escapado las cabras mientras se realizaban las correspondientes diligencias. Y afirmó: “los designios de Dios son grandes. Hoy yo los vide”.
Fuente y escudo
Se le añade a este suceso un carácter providencial. Años antes, este mismo pastor había dado alojamiento, en su choza, a don José, cuando huía de la Villa por acusaciones relacionadas con la Inquisición, que luego resultaron infundadas.
También se rumoreaba, se decía… en el “Mentidero” que esta casa era utilizada por la reina María Luisa de Parma, consorte de Carlos IV, para sus privadísimas audiencias.
A lo lejos





Fuente: Francisco Azorín, "Leyendas y Anécdotas del viejo Madrid. 















miércoles, 23 de enero de 2013

Rubén Darío: Sonatina


Rubén Darío
 (Metapa, Nicaragua 1867 - León, Nicaragua 1916)


La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros de escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña, dice cosas banales,
y vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz,
o en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
¡Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal!

¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(la princesa está pálida, la princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que Abril!

_¡Calla, calla, princesa ­_dice el hada madrina_,
en caballo con alas hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor! 

lunes, 21 de enero de 2013

Paseos por Madrid: Plazuela de San Javier

Plazuela de San Javier

Es la plaza más pequeña y bella de Madrid. Está situada en pleno Madrid de los Austrias, al lado de la plaza del Cordón y de la calle Segovia. El nombre de la plaza proviene de la imagen del santo navarro que ostentaba la fachada de una propiedad jesuítica.
Se dice que Luis Candelas rondaba, por esta plaza, con la capa embozada y al pecho la bandolera, a una bella y noble dama, generosa en amores y cuya casa estaba en el número tres. El lugar se presta a la encrucijada, no tiene más acceso que por la calle del Conde, por lo que no sería de extrañar que Luis Candelas pusiera a dos o más de sus trabuqueros, en las bocacalles, quedando así bloqueado todo el paso.
Plazuela de San Javier
Y es que el amor no quiere sobresaltos.
Un mesón –que ya no existe- se dice que fue alojamiento del aposentador de Felipe II y que luego en él se reunía Luis Candelas, porque se sabían guardados gracias  a la discreción del mesonero y sus servidores.
Luisa Fernanda es una zarzuela que tiene lugar en un mesón de esta plaza, es una comedia lírica en tres actos, que se estrenó el 26 de marzo de 1932, en el Teatro Calderón de Madrid, escrita por Federico Romero Sarachaga y Guillermo Fernández-Shaw Iturralde, con música de Federico Moreno Torroba. 




Fuente: 
. Azorín, Francisco: Leyendas y anécdotas del viejo Madrid. Editorial El Avapiés, S.A.

sábado, 19 de enero de 2013

Paseos por Madrid: Calle Mayor

Vista de la calle Mayor de Madrid

La calle Mayor fue la vía más importante en el Madrid de los Austrias. Hoy sigue teniendo gran importancia por la cantidad de turistas y “los del foro” que la recorren. Comienza en la Puerta del Sol y no acaba en la calle Bailén, sigue siendo calle Mayor, el tramo frente a la cripta de la Almudena hasta la Cuesta de la Vega.
Esta calle ha sufrido dos atentados frustrados y dos mortales.
Uno con poco eco, se realizó el 25 de octubre de 1878, Alfonso XII, ya viudo, volvía de asistir a un Tedeum en la Basílica de Atocha. Pasaba a caballo, frente al número 93 de la calle Mayor, cuando un sujeto de mala catadura disparó contra él por dos veces, pero sin acertarle. Fue condenado a garrote vil.
El otro ocurrió el 13 de mayo de 1906. Se celebraba la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battemberg. Regresaba la pareja de contraer matrimonio en la iglesia de San Jerónimo el Real, y cuando la carroza escoltada por plumas, corazas y sables pasaba ante el número 84 de la calle Mayor, desde una casa amarilla, el anarquista Mateo del Morral lanzó una bomba escondida en un ramo de flores. Un cable desvió el artefacto de su destino. Murieron veintitrés personas y un centenar de heridos. Los monarcas salieron ilesos. Morral consiguió escapar pero cerca de Torrejón de Ardoz fue detenido por Fructuoso Vega, al verse perdido, mató de un tiro al guardia y se suicidó a continuación. Enfrente un monumento da cuenta de este hecho. 
Ahora los mortales. Al final de la calle Mayor está el palacio del duque de Uceda, uno de los más bellos de Madrid. La noche del 31 de mayo de 1578, cinco espadachines asesinaron a Juan de Escobedo. Los familiares de la víctima acusaron públicamente a Antonio Pérez como instigador principal del asesinato. El rey dudaba porque Antonio Pérez era entonces su hombre de confianza pero en la investigación salió a relucir los amores clandestinos que mantenía Antonio Pérez con Ana de Mendoza, princesa-viuda de Éboli. En los mentideros de la Villa y Corte se rumoreaban que también brindaba sus amores al Rey Felipe II. Primero se encerró a Pérez en la actual casa del Cordón y después en la casa de Cisneros, desde allí escapó disfrazado con el traje de su propia mujer. También la princesa fue castigada. La encerraron en la torre de Pinto.
El otro tuvo lugar en la acera de los pares de la calle Mayor, en el suntuoso palacio de Oñate. Fue la noche del 21 de agosto de 1622. Reinaba Felipe IV y el segundo conde de Villamediana, fácil poeta, aficionado a los juegos de envite, despreocupado y galán de altas y bajas camas, que decía estar enamorado de la reina Isabel de Borbón. Regresaba a su casa el conde acompañado del marqués de Carpio y al bajarse del coche, desde el portal llamado de los Pellejeros salió un embozado, que lanzó una estocada certera sobre Villamediana. El atacado aún tuvo valor para desnudar su espada pero se desangró. El crimen quedó impune. En aquel entonces se dijo: “el impulso fue soberano”. El palacio de Oñate daba vuelta a una tenebrosa calle llamada “El callejón de la Duda”.  
Fuera de lo macabro. 
Calle Mayor de Madrid
Hay una casa, la número 75, donde vivió y murió Calderón de la Barca. Resulta ser una de las casas más estrechas de Madrid. Está junto a la que fue la Farmacia que servía a la Reina. La escenografía en el teatro y la música, adquirieron con Calderón de la Barca, plena relevancia.
Un poco antes, en la casa número 50, nació Félix Lope de Vega y Carpio, máximo exponente junto con Calderón de la Barca y Tirso de Molina del teatro barroco español. Fue llamado por Cervantes “Fénix de los Ingenios” y “Monstruo de la Naturaleza” por su fecundidad literaria. Amigo de Quevedo, enemistado con Góngora y rival de Cervantes, su vida fue tan extrema como su obra.
Yendo por esta calle hay que mirar a derecha e izquierda, hacia arriba, hacia abajo, no pase de largo ante la arquitectura de sus edificios. Sus variadas tiendas sirven de recreo para la vista y el paladar. Algún que otro bolsillo cierra los ojos. Feliz paseo.




Fuentes:

. Azorín, F.: Leyendas y anécdotas del viejo Madrid. Editorial El Avapiés, S.A.
. Martín Fernández, Carmen: Madrileña de pura cepa.

viernes, 18 de enero de 2013

Gloria Fuertes: Niños de Somalia, Cangura para todo, Vamos a ver

Gloria Fuertes
(Madrid, 1917-Ibídem 1998)


Niños de Somalia
Yo como
Tú comes
Él come
Nosotros comemos
Vosotros coméis
¡Ellos no!

Cangura para todo


Narrador:

Sonó el timbre.

El señor abrió la puerta.

La escalera estaba muy oscura.
Alguien, con un pañuelo atado a la cabeza,
le entregó una tarjeta que decía:
"Se ofrece cangura muy domesticada
para doméstica".

Señor:
Pase, por favor; llevamos un mes como locos sin niñera ni cocinera.
Siéntese.

Narrador:
El señor abrió de par en par la ventana y de par en par los ojos.
Ante él tenía un canguro imponente.

Señor:
¡Pero bueno! ¡Pero cómo! ¿Pero cómo ha llegado usted aquí?

Cangura:
-Pues saltando, saltando, un día di un salto tan grande
que me salté el mar.

Señor:
¡Clo! ¡Clo!

Narrador:
El señor parecía que iba a poner un huevo,
pero era que llamaba a su esposa,
que se llamaba Dulce Mariana Clotilde del Carmen, pero él,
para abreviar, la llamaba Clo.
Apareció Clo y desapareció al mismo tiempo gritando:

Señora:
¡Dios mío, hay un canguro en el sofá! ¡Un canguro!

Cangura:
Cangura, señora, cangura, soy niña.

Narrador:
Aclaró el animalito
estirando sus orejas y lamiéndose las manos.

Señor:
¡Ven, Clo! Ten confianza...

Narrador:
Volvió a aparecer Clo muerta de asombro.

Señor:
Mírala bien, parece limpia y espabilada,
además a los niños les gustará. Yo creo que conviene
que se quede en casa.

Narrador:
Clo, la señora, miraba a la cangura de reojo, tragando saliva...

Señora:
¿Cuál es su nombre?

Narrador:
Preguntó por preguntarle algo.

Cangura:
Marsupiana, para servirles.

Narrador:
Y la cangura se quedó en casa para servirles.



Vamos a ver

Vamos a ver si es cierto que le amamos,
vamos a mirarnos por dentro un poco.

¡Hay cosas colgadas que a él le lastiman,
freguemos el suelo y abramos las puertas!

Borremos los nombres de la lista negra,
pongamos a los enemigos
encima de la cómoda,
invitémosles a sopa.

Toquemos las flautas de los tontos,
de los sencillos.
Que Dios se encuentre a gusto si baja.

miércoles, 16 de enero de 2013

Ramón L. Fernández y Suárez: Retrato inacabado




Si quiero hacer justicia al recuerdo de su rostro tengo, en primer lugar, que referirme a la espectacular presencia en él de aquellos ojos suyos, poseedores de un color difícilmente descriptible. Visto a pleno solo, bajo un cielo transparente, eran dos cuentas de cristal que reflejaban una dulce claridad azul. Cuando en las noches nos entregábamos a la fiesta de los besos, en la semipenumbra de una alcoba, parecían afiebrarse, y entonces su mirada, generalmente aguda e incisiva, mostraba brillos acerados que nunca supe interpretar. Durante aquellas tardes otoñales junto al Mediterráneo, el alegre azul de su mirada parecía diluirse en tonos verde-gris que deslucían el feliz efecto de su compañía.

Sus ojos, no excesivamente grandes, pero sí enmarcados por larguísimas pestañas me atraían hasta el punto de olvidar el color de sus cabellos y la línea angular de su nariz perfecta. Un cierto rictus de rigor endurecía a veces sus mejillas, pero nada como la mirada que dominaba la expresión.

No era su tez un lirio nacarado. Diminutas y azuladas sombras aparecían en sus sienes evidenciando la transparencia de la piel sobre la invisible red de sus vasos capilares. Al sonreir, algo frecuente a sus sofisticados veintipocos años, se dilataba dicha red enmarcando aquellos ojos en un tono afín con las pupilas.

Poco puedo decir de sus cabellos. Los recuerdo como gruesas hebras largas que, en atención a los cuidados que se les prodigaban, adoptaban formas y colores diferente. Ora aparecían elegantemente recogidos sobre una nuca de finísima factura; a veces ofreciendo el seductor aspecto de melena que con tanto ahínco intentan evitar las reglas musulmanas. Unas veces azabache, otras rojizo como germen de maíz. En fin, su pelo la adornaba y quizás hasta enaltecía el conjunto de su rostro, pero no definía los rasgos esenciales de su imagen, como sí lo hacían en cambio sus menudos labios, nunca revestidos de colores rutilante; como cediendo protagonismo a sus preciosos ojos.

 Sus pómulos, apenas sobresalientes, mostraban la tersura de una piel sana y juvenil que sugería a los expertos la tentación por descubrir otras secretas redondeles que aquel cuerpo ofrecería.

Puedo ahora decir que, durante aquellos meses, su rostro me llenaba el alma, al tiempo que su cuerpo afianzó sobre la tierra la errante vaguedad de mis primeras ilusiones.


© Ramón L. Fernández y Suárez


Licencia Creative Commons
Retrato inacabado por Ramón L. Fernández y Suárez

Gustavo Adolfo Becquer: Rima I


Gustavo Adolfo Becquer
(Sevilla, 1836-Madrid, 1870)

No digáis que, agotado su tesoro,

de asuntos falta, enmudeció la lira;

podrá no haber poetas; pero siempre

habrá poesía.


Mientras las ondas de la luz al beso,

palpiten encendidas;

mientras el sol las desgarradas nubes

de fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleve

perfumes y armonías;

mientras haya en el mundo primavera,

¡habrá poesía!


Mientras la ciencia a descubrir no alcance

las fuentes de la vida,

y en el mar o en el cielo haya un abismo

que al cálculo resista;

mientras la Humanidad, siempre avanzando,

no sepa a dó camina;

mientras haya un misterio para el hombre,

¡habrá poesía!


Mientras sintamos que se alegra el alma

sin que los labios rían;

mientras se llore sin que el llanto acuda

a nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza

batallando prosigan;

mientras haya esperanzas y recuerdos,

¡habrá poesía!


Mientras haya unos ojos que reflejen

los ojos que los miran;

mientras responda el labio suspirando

al labio que suspira,

mientras sentirse puedan en un beso

dos almas confundidas;

mientras exista una mujer hermosa,

¡habrá poesía!

martes, 15 de enero de 2013

Paseos por Madrid: Plaza de la Villa

Plaza de la Villa de Madrid

Es una de las plazas más bonitas de Madrid sobre todo de noche. En ella está la Casa de los Lujanes, gótica del siglo XV, con una clara influencia mudéjar. Se dice que en la torre de ladrillo estuvieron recluidos el monarca francés Francisco I y sus hijos, tras su captura en la Batalla de Pavía (1525). Se le paseó por la calle Mayor y al parecer los madrileños quedaron más impresionados por el espléndido atavío del prisionero que por su captor, el emperador Carlos V.
Casa y Torre de los Lujanes

También se encuentra la Casa de Cisneros construida en 1537, veinte años después de la muerte del Cardenal Cisneros por un sobrino del mismo, Benito Jiménez de Cisneros. Su fachada principal da a la calle del Sacramento, la parte posterior hacia la plaza de la Villa, que constituye hoy su acceso. Fue construida en estilo plateresco, el mejor y casi único ejemplo de arte plateresco de Madrid. El conjunto de su fachada principal es de gran interés, especialmente la puerta y ventana sobre ella, ambas con decoración renacentista. La parte primitiva es toda la crujía que da a la calle de Sacramento y parte de la Travesía del Cordón, siendo obra de la restauración y ampliación el resto, patio incluido, decorado con motivos tomados de diversos edificios platerescos. De esta casa escapó Antonio Pérez la noche del 18 de marzo de 1590. También fue residencia del conde de Campomanes. Dividida en viviendas separadas en 1845, nació en ellas el conde de Romanones, también vivió y murió el general Narváez y el general Polavieja.
Pasadizo entre la Casa de Cisneros y la Casa de la Villa 

En ella encontramos el monumento a Don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz y héroe de las Azores. La estatua en bronce fue realizada por Mariano Benlliure. 
En 1909 la adquirió el Ayuntamiento de Madrid, siendo alcalde el conde de Peñalver, que la compró a los herederos de la condesa de Oñate.





Fuentes:
. Azorín, F.: Leyendas y anécdotas del viejo Madrid. Editorial El Avapiés, S.A.
. Corral, José de: Curiosidades de Madrid. El País. Aguilar

domingo, 13 de enero de 2013

Galardonadas con el Premio Nobel de Literatura

Los Premios Nobel de Literatura fueron creados en 1901. En los años 1914, 1918, 1935, 1940, 1943 no hubo entrega de estos premios. Y se ha entregado a dos personas a la vez en los años de 1904, 1917, 1966, 1974.
¡Calma! No vamos hablar aquí de todos los que han sido galardonados con el Premio Nobel de Literatura, solo hablaremos de las escritoras que lo han recibido.
Dieciséis  han sido las afortunadas.

Selma Lagerlöf
Selma Lagerlöf (sueca). Primera mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (1909).
Nació en Marbacka, Värmland, Suecia el 20 de noviembre de 1858 y murió en Marbacka el 16 de marzo de 1940.
Su temática se centra en antiguas historias, recuerdos de familia, leyendas y sagas del Värmland.
Su estilo conlleva una prosa lírica, sencilla, cotidiana. Adoptó la técnica veloz de la narración oral. Gran frescura en su vena narrativa.
Le dieron el Nobel: “en apreciación de su idealismo elevado, imaginación intensa y percepción espiritual que caracteriza sus escritos”.

Grazia Deledda
Grazia Deledda (italiana). Segunda mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (1926).
Nació en Nutro, Cerdeña, el 27 de septiembre de 1871, murió en Roma, el 15 de agosto de 1936.
Sus primeras obras oscilan entre la narrativa y la poética.
La sociedad que describe es arcaica e inmovilista, y sus personajes aparecen dominados por extraños conceptos intransigentes y supersticiosos.
Su narrativa se basa en vivencias de amor, dolor y muerte. En sus novelas hay un fuerte vínculo entre lugares y personas, entre los estados de ánimo y el paisaje.
Le dieron el Nobel: por sus escritos idealistas inspirados que con una claridad plástica describen la vida en su isla natal y con profundidad y simpatía hacen frente a los problemas humanos en general”.

Sigrid Undset
Sigrid Undset (noruega). Tercera mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (1928).
Nació en Kallundborg, Dinamarca 1882 y murió en Lillchammer en 1949.
Sus dos primeras obras nacen de la observación realista del ambiente y de la gente de Oslo. Gracias a ella obtuvo una beca que le permitió ir a Italia.
Su obra indica su recorrido en la profundización de su concepción ético-religiosa hasta su conversión al catolicismo en 1925.
Uno de sus temas preferidos es el camino hacia la purificación de una mujer trastornada por la pasión.
Durante la II Guerra Mundial se refugió en América y desde allí fomentó con escritos la resistencia de sus compatriotas.
Le dieron el Nobel: “principalmente por sus poderosas descripciones de la vida en el Norte durante la Edad Media”.

Pearl S. Buck
Pearl S. Buck (estadounidense). Cuarta mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (1938).
Nació en Hillsboro, Virginia West en 26 de junio de 1892 y murió en Vermont el 6 de marzo de 1973.
Su producción literaria abarca géneros tan dispares como el relato, el teatro, el guión cinematográfico, la poesía, la literatura infantil, la biografía y hasta un libro de cocina. Su estilo sencillo, directo y su preocupación por los valores fundamentales de la vida humana tienen su origen en el estudio de la novela china. Gran activista por los derechos civiles y de la mujer.
Dijo esta frase: No puedes obligarte a ti mismo a sentir algo que no sientes, pero sí puedes obligarte a hacer el bien, a pesar de lo que sientes.
Otros: Premio Pulitzer en 1935
Le dieron el Nobel: “por sus descripciones ricas y verdaderamente épicas de la vida campesina en China y por sus obras maestras biográficas”.

Gabriela Mistral
Gabriela Mistral (chilena). Quinta mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (1945). 
Seudónimo. Su nombre verdadero era Lucía Godoy Alcayata. Nació en Vicuña (Chile), el 7 de abril de 1889 y murió en New York (USA), el 10 de enero de 1957.
Poetisa, diplomática, feminista y pedagoga. Fue la primera persona de América Latina en ganar un Nobel de Literatura.
Otros: Premio Nacional de Literatura, Chile.
Le dieron el Nobel: “por su poesía lírica que, inspirada por poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano”.

Nelly Sachs
Nelly Sachs (sueca). Sexta mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (1966).
Su nombre era Leonie. Nació en Schöneberg en 1891 y murió en Estocolmo en 1970.
Escritora y poetisa germano-sueca. Desde muy joven entró en contacto con Selma Lagerlöf a quien dedicó su primera obra y gracias a cuyos buenos oficios logró huir con su madre a Estocolmo en mayo de 1940 por ser de origen judío.
En 1947 apareció en Berlín oriental su primer libro de poemas “En las moradas de la muerte”, dedicado a sus hermanos desaparecidos en los campos de exterminio nazi.
En 1966 compartió el premio Nobel de Literatura  con el novelista hebrero Shemuel Joseph Agnon.
Le dieron el Nobel: “por sus sobresalientes escritos líricos y dramáticos, que interpretan el destino de Israel con una fuerza conmovedora”.

Nadine Gordimer
Nadine Gordimer (surafricana). Séptima mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (1991).
Nació en Spring (Johannesburgo) el 20 de noviembre de 1923. Hija de emigrantes judíos de clase medio.
Sus temas tratan de los conflictos interétnicos y el apartheid. En un principio se decantó por las historias cortas.
Su técnica narrativa es de una línea sobria, sin sentimentalismo, no utiliza elementos superfluos. Gran preocupación por la degeneración humana.
Le dieron el Nobel porque: “a través de su escritura épica magnífica —en palabras de Alfred Nobel— ha sido de gran beneficio para la humanidad”.

Toni Morrison
Toni Morrison (estadounidense). Octava mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (1993).
Nació en Lorain, Ohio (USA). Su nombre verdadero es Chloe Anthony Wofford. Licenciada en Filología inglesa.
En sus obras habla de la vida de los negros, en especial de las mujeres.
Defensora de los derechos civiles está comprometida con la lucha en contra de la discriminación racial.
Otros: Premio National Book Critics Award en 1997 – Premio Pulitzer en 1987 – Premio National Humanities Medal en 2000.
Le dieron el Nobel porque: “en novelas caracterizadas por la fuerza visionaria y el sentido poético da vida a un aspecto esencial de la realidad estadounidense”.

Wislawa Szymborska
Wislawa Szymborska (polaca). Novena mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (1996).
Nació en Prowent, el 2 de julio de 1923, murió en Cracovia el 1 de febrero de 2012.
Fue poetisa, ensayista y traductora. Su poesía está hecha de una mezcla de emoción e ironía, de metafísica, de cotidianidad.
Un día dijo: “Solo las preguntas un poco ingenuas son verdaderamente profundas”.
Otros: Premio Ciudad de Cracovia de Literatura en 1954 – Premio Goethe en 1991 – Premio Herder en 1995.
Le dieron el Nobel: “por su poesía que con precisión irónica permite que los contextos histórico y biológico salgan a la luz en los fragmentos de la realidad humana”.

Elfriede Jelinek
Elfriede Jelinek (austriaca). Décima mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (2004).
Nació en Mürzzuschlag el 20 de octubre de 1946. Es una escritora que despierta odio y admiración entre sus críticos y lectores.
Su obra se mueve entre la prosa y la poesía describiendo escenas que van desde lo teatral a las secuencias fílmicas.
En sus novelas aparecen obsesivamente los pobres y las mujeres.
Le dieron el Nobel: “por su flujo musical de voces y contra-voces en novelas y obras teatrales que, con extraordinario celo lingüístico, revelan lo absurdo de los clichés de la sociedad y su poder subyugante”.

Doris Lessing
Doris Lessing (británica). Undécima mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (2007).
Nació en Kermanshah, Persia, actual Irán el 22 de octubre de 1919.
Su obra tiene mucho de autobiográfica. Sus temas se centran en los conflictos culturales, las injusticias de la desigualdad racial, la  contradicción entre la conciencia individual y el bien común.
Fue icono de las causas marxistas, anti-colonialistas, anti-segregacionistas y feministas, pese a que ella nunca quiso dar un mensaje político en su obra.
Le dieron el Nobel por ser: “narradora épica de la experiencia femenina que, con escepticismo, ardor y poder visionario, ha sometido a escrutinio a una civilización dividida”.

Herta Müller
Herta Müller (alemana-rumana). Duodécima mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (2009).
Nació en Nitchidorf, Timis, Rumania, el 17 de agosto de 1953.
En sus relatos asoman los temas de la represión y la incomunicación en la esfera familiar y social, de las duras condiciones de su país, bajo el régimen comunista.
Le dieron el Nobel por ser: “quien, con la concentración de la poesía y la franqueza de la prosa, describe el paisaje de los desposeídos”.

Alice Munro
Alice Munro (canadiense). Décimo tercera mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (2013).
Nació en un pequeño pueblo de Ontario, Canadá en 1931. 
Su obra transcurre en un ambiente básicamente rural, los personajes agobiados por los convencionalismos sociales. Personajes femeninos, complejos y ricos, la temática variada y una cierta violencia vinculada al sexo. 
Le dieron el Nobel por ser "maestra del cuento contemporáneo". 


Svetlana Alexiévich
Svetlana Alexiévich (Bielorrusa). Décimo cuarta mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (2015).
Sus textos están a medio camino entre la literatura y el periodismo. Usa la técnica del collage que yuxtapone testimonios individuales, con lo que consigue acercarse más a la sustancia humana de los acontecimientos. 
Le dieron el Nobel por "sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo".

Olga Tokarczuk

Olga Tokarczuk (Polaca) Décimo quinta mujer galardonada con el Premio Nobel de Literatura (2018)
El paisaje y la cultura de la región de los Sudetes, donde actualmente vive, se reflejan en varias de sus obras literarias. Encuentra su inspiración, entre otro, en Carl Gustav Jung, en la lectura de Antón Chéjov, Thomas Mann, Nikolái Gógol y en las historias fantásticas de Edgar Allan Poe.
Le dieron el Nobel "por una imaginación narrativa que, con pasión enciclopédica, representa el cruce de fronteras como una forma de vida". 

Louise Glück

Louise Glück (estadounidense) Décimo sexta mujer galardonada por el Premio Nobel de Literatura (2020)

Nació en Nueva York. En 1993 ganó el Premio Pulitzer por su poemario "El iris salvaje". Imparte clases en la Universidad de Yale. Su obra parte de la experiencia individual, cotidiana, para explorar con una gran intensidad emotiva el significado profundo de la soledad el aislamiento o el deseo humano. Usa habitualmente figuras históricas o mitológicas.

Le dieron el Nobel "por su inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual". 

 

 







Falta una española ¿no os parece?