miércoles, 30 de abril de 2014

Mª Carmen San Frutos Recio: "El beso" de Sorolla


"El beso"
Joaquín Sorolla y Bastida


Siempre he sentido predilección por Sorolla, es mi pintor favorito, tal vez porque, de alguna manera, está vinculado a mi pueblo, Cercedilla. Allí murió un 10  de agosto de 1923.

Todos sabemos que es uno de los grandes pintores de nuestra época, un mago del color y de la luz, herencia de su tierra, Valencia y el Mediterráneo y de las influencias que a lo largo de los años obtuvo de sus diversos viajes, sobre todo a Italia y París. Su pintura representó la aplicación directa del Luminismo al paisaje y la figura, acercando por tanto esta tendencia a la sociedad de la época.

Curiosamente, buscando información sobre su vida y su obra, me he topado con un cuadro  que va a ser subastado el 28 de abril de 2014, por la Galería Christie´s. Se trata de “El beso” en el que representa a su hija Elena besando un busto de bronce, que aún permanece en la Casa Museo de Sorolla en Madrid.

Su hija Elena es la pequeña de los tres hijos que tuvo Sorolla con su mujer Clotilde. La mayor era María Clotilde y el segundo, Joaquín. Para Sorolla su familia era el motor de su existencia, adoraba a su mujer Clotilde, que le sirvió de musa en innumerables obras, y cómo no a sus hijos. Ello queda reflejado en las cartas que escribía a Clotilde en sus viajes y que les obligaba a estar varios meses separados, estas cartas aún se conservan en el Museo Sorolla de Madrid. Una de sus grandes preocupaciones fue la enfermedad de su hija María (tuberculosis), que  llevó a toda la familia a peregrinar de un lugar a otro buscando el sitio idóneo para su curación, así llegó a Cercedilla, a la que eligió por su aire puro y allí María permanecería durante varios años, al igual que su hijo y sus nietos que, hasta hace muy poco tiempo han seguido veraneando en este pueblo serrano.

En este cuadro Sorolla realza la luminosidad del momento mediante la ejecución de la pintura en colores pálidos y amplias pinceladas rápidas, el negro de las sombras es sustituido por tones ocres y malvas. La pincelada demuestra el desarrollo de un estilo más impresionista que Sorolla adoptó más tarde en su carrera, ya que en este período, sobre 1897-1898, realiza cuadros más costumbristas o de realismo social. Algunos críticos consideran esta obra un cruce entre los impresionistas franceses y los acuarelistas ingleses.

Sorolla capta el momento en que su pequeña hija se sube a una escalera y da un beso a un busto de bronce. Pero lo que realmente resalta en esta obra es la forma en que está tratada, la dulzura, la emotividad, los sentimientos del autor hacia su hija que se reflejan con una gran ternura, y que no se me ocurre mejor manera de describir que con estos pensamientos de uno de nuestros grandes filósofos, Ortega y Gasset:


“¿Habéis analizado alguna vez esta emoción que llamamos ternura? ¿Es alegre, es triste la ternura? ¿No parece más bien la ternura una semilla de sonrisa que da el fruto de una lágrima? En el enternecimiento sentimos angustia precisamente por aquello mismo que nos causa placer. Así la inocencia nos encanta porque se compone de simplicidad, pureza, insuspicacia, nativa benevolencia, noble credulidad. Mas precisamente estas cualidades nos dan pena porque la persona dueña de ellas será víctima de los dobles, impuros, suspicaces, malévolos y escépticos que pueblan la sociedad. La inocencia no nos entusiasma, la inocencia no nos enoja, la inocencia nos enternece.”


© Mª Carmen San Frutos Recio


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