martes, 6 de mayo de 2014

Ramón L. Fernández y Suárez: Painel do Fado



25 de Abril. Grandola Vila Morena. Revolución incruenta. Aires de libertad y modernidad que desde la ribera del Atlántico comenzaron a batir sobre toda la península… Entusiasmo ilusionado y expectante barriendo desde Tuy hasta Ayamonte. Preludio al acto final de dos tragedias.

Evoco ahora la inefable emoción de aquel momento cuando, cuarenta años después, la realidad reformada y transformada por los acontecimientos nos mueve al desencanto. He tomado asiento en esta barra para tomar una cerveza en el barrio de Chiado. Barrio arrasado por las llamas y hoy resucitado. Mi mente escapa en pos de los recuerdos…

Visitando Los Jerónimos nos dimos el primer beso. Osadía irreverente con sabor a miel y aroma de naranjos. El presente es siempre consecuencia del pasado. Las grandes mayorías que habitan la Península no podían imaginar que el futuro, a la distancia de solo una generación, les alzaría hasta las nubes de la ilusión comunitaria y que esos, al parecer, mullidas cirros blancos degenerarían en los oscuros nubarrones de la tormenta que ahora estamos padeciendo. El bienestar abriose paso enriqueciendo cada rincón de ambas naciones. No se apreciaban amenazas en el horizonte; mas de allende el océano surgió la chispa que tocó todas las economías. A cada cual según su capacidad desarrollada. La periferia comunitaria se vino abajo a pesar de las ayudas. La corrupción, plaga secular en las riberas del Mediterráneo desde que le designaron Mare Nostrum, potenció los efectos desastrosos que han rebajado el nivel de bienestar a situaciones de entreguerras.

Me sabe amarga esta cerveza, apenas si refresca el interior de mi cabeza que se debate entre pasadas alegrías y luctuosas sensaciones. En la calle me vi atrapado entre dos manifestaciones que se fundieron en la Praça do Comercio. Iguales peticiones que reflejan semejantes frustraciones. Me viene a la memoria aquel graffiti que tanto nos hizo reír entonces:

“Pinto a la rua”.

Hoy no habría ruas suficientes para tantas defenestraciones.

Estrella yace desde hace mucho tiempo a la sombra de un ciprés. Su juvenil alegría contagiosa me dejó a medio camino de este presente, que tampoco es tiempo de esperanza… Eran estas mis cavilaciones mientras las guitarras mantenían con obstinación un ritmo dulzón y melancólico frente al que destacaba el punteo de una melodía, sirviendo ambos de trasfondo a la triste voz de la fadista.



© Ramón L. Fernández y Suárez



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