lunes, 9 de junio de 2014

Juan José García Aragonés: Historia de mis estudios

           
                                                                                                                                                                                                                                                                       
Primera etapa en la Institución “Virgen de la Paloma”

1952 - 1955.


Como inicio indicar que con el paso de los años, han pasado ya más de sesenta, creo recordar bastante bien los acontecimientos sucedidos durante este, mi primer paso, por la Institución. Quizás recuerde durante la redacción de esta historia cosas de aquella época que tenga en el olvido, espero no olvidar ninguna que sea importante.

Vivía en la calle de Cervantes nº 21, casa propiedad de mi abuela y en la que residía mi padre ya que era hijo único, esta calle separaba, entonces, Madrid de Carabanchel. En el año 1948 fueron anexionados a Madrid varios términos municipales entre ellos Carabanchel Bajo y Carabanchel Alto, por este motivo la calle de Cervantes pasó a llamarse, como hoy se la conoce, con el nombre de calle de El Toboso.

Terminados los estudios primarios inicié los estudios de Formación Profesional (Bachiller Laboral), año 1950, en el centro de Carabanchel situado en la finca de Vista Alegre. La enseñanza de Formación Profesional comprendían los cursos siguientes:

Curso Preparatorio                                   1950/51               12 años.
1º Curso de Orientación                            1951/52               13 años
2º Curso de Aprendizaje                           1952/53               14 años.
3º Curso de Especialización                      1953/54               15 años.
4º Curso de Perfeccionamiento                  1954/55               16 años.

En Carabanchel cursé Preparatorio y 1º Orientación. Preparatorio como su propio nombre indica, simplemente era preparación general. En el curso de Orientación las clases eran por las mañanas y los talleres por las tardes: tres meses Mecánica, tres meses Electricidad y tres meses Madera. Esto servía para que cada alumno a final de curso, con los resultados de las notas y sus preferencias eligiera la rama industrial en la que quería especializarse.

Terminados estos dos cursos, como la especialidad de MODELISTA que yo quería no se impartía en este centro, previo examen, pasé a hacer los cursos segundo, tercero y cuarto, en la Institución “Virgen de la Paloma”. Considerada, en aquél momento, la mejor escuela de formación profesional de España.                                                                                       

Hasta entonces, por proximidad, dentro del barrio iba y venía andando de la casa a la escuela. Esto cambió de forma importante ya que la nueva escuela estaba ubicada en el otro extremo de Madrid.

La Paloma, como la llamábamos los alumnos, estaba y está situada en la calle Francos Rodriguez nº144, junto a la única edificación que había, un cuartel de la Policía Armada, a partir de allí comenzaba la Dehesa de la Villa.  Para ir tomaba el tranvía en la calle General Ricardos (Mataderos), aquí me subía al primero que venía pues tenía dos opciones, el nº 34 hasta Atocha o el nº 35 hasta la Plaza Mayor. En ambos casos el billete de ida y vuelta costaba veinticinco céntimos. Según el final del tranvía cogía el metro en Atocha o en Sol hasta la estación de Estrecho. El precio del billete era de cuarenta céntimos cada recorrido.

Desde allí iba andando desde el metro a la escuela a pesar de que había dos líneas de tranvías (nº 3 Quevedo - La Paloma y nº 11 Cuatro Caminos - La Coma) pero la economía, entonces, no daba para más gastos.
                                                                                                          
La Institución pertenecía a la Organización Sindical y estaba regida por frailes salesianos que se encargaban de la disciplina y de la enseñanza de algunas de las asignaturas como religión, historia y geografía. El resto de las asignaturas y talleres las impartían seglares. Era por entonces director D. Diomedes Palencia. 
  
La enseñanza era de una alta exigencia por lo que había que esforzarse al máximo para aprobar cada curso, las notas eran bastante bajas pues sacar un siete sobre diez se consideraba una nota muy buena. La enseñanza era gratuita y nos daban la comida, esto se consideraba como una beca y por tanto si se suspendía no se podía continuar.

El horario escolar era de nueve de la mañana a seis de la tarde de lunes a sábado y transcurría así: a las nueve de la mañana formábamos en el patio central los cerca de dos mil alumnos que componíamos todos los cursos, la disciplina era muy rígida se hacia silencio a toque de campanilla, se izaban tres banderas al toque de trompeta: la española, la de falange y la de los sindicatos y se cantaba con el brazo extendido el “Cara al Sol”  o el “Prietas las Filas”. Se hacían intentos para que nos afiliásemos a falange, fuimos muy pocos los que conseguimos mantenernos al margen y no pertenecer a ninguna centuria.

Una vez terminado el acto en formación y en riguroso silencio no dirigíamos a las aulas o a los talleres, siempre vigilados por los salesianos encargados de la disciplina, según el curso podíamos tener clase por la mañana y taller por la tarde o viceversa.

La atención en clase había que hacerla en riguroso silencio solo interrumpido cuando se tenía que contestar a alguna pregunta individual o colectiva que hacía el profesor, aunque a veces no podían evitarse murmullos y risas contenidas que eran rápidamente reprendidas por el profesor, siendo en cualquier caso más tolerantes los seglares que los salesianos. Antes de empezar las clases pasaban lista y cuando nos nombraban teníamos que contestar: ¡Arriba España!             

A media mañana nos daban media hora de descanso, pero sin salir del aula, para charlar moderadamente, leer o comerse el bocadillo que cada uno hubiera llevado de casa. Los estudios eran por apuntes, teníamos que copiar en sucio todos los dictados de la clase y pasarlos a limpio por asignaturas en cada cuaderno, esto no dejaba tiempo libre para ninguna otra actividad. 
                
A las doce se terminaban las clases y salíamos al patio, siempre en silencio y formados, a toque de campanilla rompíamos filas y nos dispersábamos por el patio que tenía el colegio en la parte de atrás de los edificios donde estaban las aulas y los talleres y  donde también estaba el comedor. Mientras esperábamos para entrar al comedor mas o menos una hora hacíamos actividades como jugar a las canicas, a pídola y principalmente al fútbol en el campo de medidas reglamentarias donde se jugaban a la vez multitud de partidos, si no se participaba en ninguna actividad era obligatorio pasear porque no se permitía estar parado o sentado, esto se repetía después de salir del comedor hasta las tres de la tarde cuando se reanudaban las clases.
     
Para entrar al comedor había que formar a toque de campanilla, en fila y en silencio, para pasar al interior. En la puerta nos daban una barra de pan y el postre y nos dirigíamos a nuestro sitio que era siempre el mismo. Allí permanecíamos de pie y en silencio absoluto, una vez todos en sus sitios se procedía a rezar. Terminado el rezo, otro toque de campanilla indicaba que, podíamos sentarnos, comenzar a comer y hablar sin alborotar.

La comida en mi opinión era, sin ser excepcional, buena y suficiente aunque poco variada, siempre de primer plato sopa, de segundo legumbres y después pescado o carne.                                                                        

Cuando en el mes de septiembre de 1953, España firmó con los Estados Unidos el Tratado de Cooperación y Ayuda Mutua, comenzaron a llegar todo tipo de ayudas entre las que se encontraban la leche en polvo y el queso americano (así se decía). A partir de entonces nos comenzaron a dar en las comidas una porción de queso y un vaso de leche como complemento alimenticio. Terminado el tiempo que teníamos para comer, un nuevo toque de campanilla nos anunciaba que nos pusiéramos de pie para ir saliendo por filas y en orden y podíamos hablar en voz baja. En el patio teníamos que esperar a otro toque de campanilla a las tres de la tarde, para formar por aulas y talleres y dirigirnos en silencio a las clases o a nuestro puesto en los talleres.

Para los talleres era obligatorio ir con mono o peto azul en mi caso siempre iba con peto, al ir vestidos así éramos fácilmente identificados como alumnos de  La Paloma, lo que nos obligaba a comportarnos correctamente fuera de la Institución, sobre todo en sus cercanías por temor a un castigo o lo peor, que te expulsaran.

En el taller de Carpintería había varias especialidades: Ebanistas, Modelistas, Torneros, Tallistas y Tapiceros. En todos los cursos: 2º, 3º y 4º, teníamos los mismos maestros. Tuve la suerte de tener como maestro a un gran profesional y gran persona del que aprendía con gran facilidad todas sus enseñanzas, se llamaba Raimundo Recarte. Cuando faltaban unos meses para terminar el cuarto curso se marchó junto con otros compañeros maestros a una escuela de Formación Profesional que iba a impartir estas enseñanzas en Santo Domingo (República Dominicana), supongo que sería a través de la Organización Sindical.

En el curso 1952/53 estando en segundo, fui seleccionado por la escuela para participar en el VII Concurso de Formación Profesional, en la especialidad de Modelista en la categoría "B", esta era la categoría en la que participábamos los alumnos con catorce años.                                                     

El concurso se dividía en tres fases: Fase Provincial, Fase Regional y Fase Nacional. Participábamos alumnos de otras escuelas como La Paloma y también de escuelas de aprendices de Empresas. En la Fase Provincial que se celebró en La Paloma conseguí el pimer premio por lo que pasé a la Fase Regional. En la Fase Regional que se celebró en otra escuela de Madrid también conseguí el primer premio que me clasificaba para participar en la Fase Nacional.

La Fase Nacional se celebró en Barcelona en la Escuela Industrial situada en la calle Urgel nº 187, en estas instalaciones comíamos y dormíamos. En mi especialidad éramos ocho participantes y en esta ocasión quedé segundo. En Barcelona pasé diez días, cinco de competición, el resto de tiempo libre en espera de que terminasen los demás compañeros para regresar todos juntos a Madrid, después de la entrega de premios.                                                             

Los premios además de un diploma también contenían una asignación económica. En mi caso me supuso una cantidad de quinientas pesetas por cada premio, en total eran mil quinientas pesetas, con parte de este dinero me compré una bicicleta marca Otero que utilizaba cuando el tiempo lo permitía para ir y venir a La Paloma. El recorrido era bastante duro sobre todo a la ida.  Salía de General Ricardos hasta Marqués de Vadillo para coger la carretera de Castilla hasta el Puente de los Franceses, subía la cuesta del Parque del Oeste hasta Paraninfo y por último subía la cuesta de la Dehesa de la Villa, que terminaba justo en La Paloma. El regreso aunque largo era más llevadero.
           
Al terminar el segundo curso, en el verano de 1953, todos los participantes en  la fase final del VII concurso, fuimos invitados a pasar quince días de vacaciones en el mes de julio en un campamento en Marbella (Málaga).                                                                   
       
En el curso 1953/54 estando en tercero volví a participar en el VIII concurso de Formación Profesional, como Modelista en categoría "B", al estar dentro de los quince años, consiguiendo también primeros puestos en las Fases Provincial y Regional, como el año anterior, y en la fase Nacional también quedé en segundo lugar. Esto me supuso conseguir los mismos diplomas y la misma asignación económica que en el año anterior.
                                     
Este año al terminar el tercer curso, en el verano de 1954, los finalistas del VIII concurso fuimos invitados a pasar quince días de vacaciones, en el mes de julio, esta vez en un albergue en Coca (Segovia). El castillo de Coca del siglo XV entonces estaba en ruinas, afortunadamente fue restaurado en los años 1956/1958 y hoy podemos contemplarlo como muestra  del arte Mudéjar.

El curso 1954/55 estando en cuarto, participé en el IX concurso de Formación Profesional, esta vez como Modelista en categoría “A”, al estar dentro de los dieciséis años, donde conseguí los primeros puestos en las Fases, Provincial y Regional. Recibí diplomas y la asignación económica correspondiente. No pude participar en la Fase Nacional porque sufrí una caída de la bicicleta y me lesioné una muñeca. Me quedé con el prurito de no poder disputar el Título Nacional que tanta ilusión me hacía, ya que, esta era mi última oportunidad.                                                                                              

Terminada la jornada escolar a las seis de la tarde, los cursos segundo, tercero y cuarto, salíamos para ir a la capilla que estaba en el primer piso. Allí rezábamos las oraciones, los sábados se rezaba el rosario; guardábamos la fila y permanecíamos todo el acto en pie excepto los alumnos de cuarto curso que tenían bancos para permanecer sentados. Esto suponía que si no había ningún incidente, la hora real de salida era, los días normales a las seis y media y los sábados a las siete. 
       
Ni que decir tiene que la vigilancia en la capilla era total y que no cantar suponía como castigo mínimo ir el domingo a las cuatro de la tarde. Presencié la expulsión de la escuela de un alumno de cuarto curso por negarse a cantar. Era obligatorio asistir a misa mayor todos los domingos y fiestas de guardar, esta asistencia era controlada por un alumno de confianza que nos recogía la cartilla, nos ponía un sello y nos la daba para el próximo día. Estas cartillas eran revisadas periódicamente y podían dar lugar por un determinado número de faltas, no justificadas, a ser expulsado.

Se celebraban las fiestas religiosas oficiales y las particulares de los salesianos como las festividades de San Juan Bosco y Domingo Savio el 31 de enero y María Auxiliadora el 24 de mayo. Estos días teníamos una comida especial. .     

He repetido muchas veces lo del toque de la campanilla con la intención de constatar que era la manera habitual que tenían los salesianos para recabar nuestra atención y también porque he querido que se vea en ello que la disciplina era muy rígida y severa, pues no se permitía nada que pudiera alterar el orden y la normas establecidas, castigándose con severidad a quienes las  incumplían, bien golpeando con el mango de madera de la campañilla en la cabeza, tirando fuertemente del pelo de las patillas y de la nuca, dando bofetadas, palmetazos en las yemas de los dedos con la regla, llegando en algunas ocasiones a sobrevolar nuestras cabezas la campanilla de D.Ángel. Eso cuando eran faltas leves, como hablar en formación, distraerse en clase, etc.

¡Cuántos mangos de campanillas repusimos los alumnos Modelistas y Torneros para Don Ángel!, eligiendo siempre las maderas mas duras, haya, fresno y encina principalmente. Cuando la falta era repetitiva o grave podía suponer hasta la expulsión, situación ésta que podía darse cuando se faltaba al respeto a profesores y maestros, por no asistir al colegio sin causa justificada por los padres, y cuando se suspendía el curso.   
                                  
La verdad es que si no eran muy frecuentes estos castigos, era porque se observaba por parte de los alumnos una buena conducta, en gran parte, por temor a las represalias de los castigos físicos. Sin contar el temor de conciencia que nos infundían por los pecados, que podían ser veniales o mortales. En caso de caer en pecado, estaríamos condenados y por supuesto seriamos expulsados de la escuela. Esta disciplina tan férrea nos alejaba más que nos unía a la iglesia y a los salesianos.

Teníamos como punto de referencia el catecismo Ripalda, cuyo contenido era nuestra tabla  de salvación, a la que se sumaban las clases de religión. En ellas nos contaban  la creación del universo y cómo Dios creó al hombre, Adán, partiendo de una figura de barro y a la mujer, Eva, con una costilla de aquél. Tuvieron dos hijos Caín y Abel. Noé ante el diluvio que se avecinaba embarcó en su arca una pareja de animales de cada especie. Gracias a esta decisión  podíamos disfrutar de esta  amplia y maravillosa fauna. También nos contaban que el origen de las diferentes lenguas fue provocada por intervención divina, cuando el hombre pretendió  construir  una torre llamada  Babel  lo suficientemente alta  para llegar al cielo. Hoy me pregunto ¿cuál es en realidad  nuestro origen?,  ¿cómo sería de grande el arca de Noé?,  ¿cómo hubiera sido de alta la torre?, ¿Hasta dónde llegaron?   

Dejando aparte estos temas disciplinarios, que tantos dolores de cabeza nos supuso por los campanillazos, seguiré recordando lo que a estudios se refiere.

Estando en tercer curso fuimos a visitar en Valladolid la empresa TABLEX que fue de las primeras empresas dedicadas a la fabricación de tableros aglomerados.

En cuarto curso fuimos a Aranjuez a visitar una fábrica de cola. Esta cola se fabricaba partiendo de huesos de animales que tenían apilados en grandes cantidades al aire libre. Estos huesos algunos ya podridos emanaban un olor tan nauseabundo que se olía a gran distancia, lo que obligaba a los operarios a trabajar con mascarillas. Nosotros aprovechamos unos rosales que había en el patio para ponernos una rosa en la nariz durante la visita. La cola se vendía en tabletas y para utilizarla había que hervirla al baño María.  En este mismo curso hicimos una segunda visita solamente los Modelistas a la Empresa Nacional de Hélices situada en la calle Méndez Álvaro, aquí en Madrid.
     
Decir que teníamos una asignación económica por cada día de asistencia a clase en los cursos tercero y cuarto. Siendo la asignación  de tres pesetas para los alumnos de tercero y de cuatro  pesetas para los alumnos de cuarto. Esta asignación en aquellos tiempos de penuria era muy bien acogida en casa.

A finales del mes de junio del año 1955 en el patio central se celebró la entrega de diplomas a todos los que terminamos aprobando el cuarto curso, el acto de entrega estaba presidido por el entonces Delegado Nacional de Sindicatos, don José Solís Ruiz.                                                                                                         
El conseguir la titulación de Oficialía facilitaba poder continuar y hacer Maestría, Peritaje, e ingresar en una Universidad Laboral. Las Ingenierías terminadas por este camino estaban altamente cualificadas y consideradas de alto nivel.

Pasados unos días fui a la Institución, para recoger una carta de presentación que me facilitaba un puesto de trabajo en una de las empresas industriales más importantes de Madrid. La empresa “Boetticher y Navarro” estaba ubicada, en el barrio de Villaverde, junto a la carretera de Andalucía.

Las categorías profesionales dentro del mundo laboral estaban establecidas por edades y eran  las siguientes:             
                                                                                                                                                                  
                           14  Años           Aprendiz de primer año.
                           15  Años           Aprendiz de segundo año.
                           16  Años           Aprendiz de tercer año.
                           17  Años           Aprendiz de cuarto año.
                           18  Años           Oficial  de 3ª  o Peón.

A la vista de estas calificaciones está claro que aún con el Título de Oficialía, que conseguíamos en La Paloma, en el mundo laboral había que esperar a la mayoría de edad, dieciocho años, para ser cualificados como Oficiales. En mi caso terminé en el mes de junio de 1955 y no cumplía los dieciocho años hasta Noviembre de 1956.
         
Empecé aquí mi vida laboral con diecisiete años y la finalicé al cumplir los sesenta y cinco, edad mínima para tener derecho una pensión de jubilación correspondiente al cien por cien, según lo cotizado. Creo que aporté a las arcas de la Seguridad Social, durante cuarenta y ocho años, lo suficiente para garantizarme  la pensión por jubilación que ahora  percibo.

Hasta aquí mi primera etapa en La Paloma.

Creo haber recordado todo lo importante, quizá  esto me anime  a escribir mi segunda etapa en la Institución. Espero no haber sido muy pesado.

Hasta pronto.


                                                                                                                           
Juan José García Aragonés
Nº 70 Promoción año 1955

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          
     
                           




                                                                                                                           

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