lunes, 24 de noviembre de 2014

Brújulas y Espirales: Marina Tsvietáieva, Boris Pasternak, Rainer María Rilke


Blog literario de Francisco Martínez Bouzas

jueves, 1 de noviembre de 2012


UN TRIÁNGULO LÍRICO Y EPISTOLAR

Cartas del verano de 1926
Marina Tsvietáieva
Borís Pasternak
Rainer Maria Rilke
Editorial Minúscula, Barcelona, 2012, 435 páginas.


   Editorial Minúscula recupera para los lectores en español uno de los más importantes encuentros epistolares -también líricos- que tuvieron lugar en el siglo XX: la correspondencia cruzada entre Marina Tsvietáieva, Borís Pasternak y Rainer Maria Rilke. Misivas que podemos leer bajo el título Cartas del verano de 1926. Epistolario de un verano inolvidable que jamás retornará porque Rilke fallecerá a finales de ese año 1926. Marina Tsvietáieva jamás superó la desaparición del amigo y ella misma se suicidó en agosto de 1941, terriblemente hostigada por la miseria y el estalinismo: marido fusilado y sus dos hijas, muerta una de hambre y prisionera la otra en un Gulag. La vida fue más compasiva con Borís Pasternak. La persecución del régimen no impidió que escribiera El Doctor Zhivago, una de las grandes novelas del pasado siglo, ni que la Academia sueca le concediera el Nobel de Literatura en el año 1958.
   Tanto Borís Pasternak como Marina Tsvietáieva experimentaron una verdadera adoración por Rainer Maria Rilke, adoración que en Marina se confundía con el amor, velado quizás, pero real y muy fuerte. En el encuentro de esta admiración con otra similar por la poesía y su fuerza mágica tuvo lugar el origen inmediato de esta correspondencia. Pero hay un origen remoto en la historia de las relaciones que generaron este epistolario. En abril de 1899 Rilke viaja a Rusia, un viaje iniciático, porque veía en Rusia el pueblo elegido por Dios. La Rusia patriarcal se situaba en el polo opuesto de la civilización occidental, viciada por el racionalismo y por la “ausencia de Dios”. Le acompaña la escritora Lou Andreas-Salomé y su esposo, el orientalista Friedrich Carl Andres. Allí conoce al pintor Leonid Ósipovich Pasternak. El viaje se repite al año siguiente y por azar coincide con L. O. Pasternak a cuyo lado estaba su hijo, Borís, de nueve años, que retendrá aquel encuentro como un acontecimiento memorable. La poeta Marina Tsvietáieva, por su parte, penetra en la existencia literaria de Pasternak en 1922. En ella admira  su clarividencia lírica y su potencia poética. Ese mismo año se inicia la correspondencia epistolar entre ellos y se prolonga más allá de una década. El nombre de Rilke aparece repetidamente en este carteo. Pero no fue hasta la primavera de 1926, después de recibir de Rilke los Sonetos de Orfeo y las Elegías de Duino cuando los sentimientos de Marina Tsvietáieva explotan al ver en la poesía de Rilke la encarnación de la más alta espiritualidad. A partir de ese momento la comunicación entre los dos jóvenes poetas rusos y el gran lírico en lengua alemana es intensa y en ella se percibe en primer lugar la soledad espiritual en la que vivían su arte, porque la guerra del 14 había roto la estructura espiritual de Europa y la expresión poética era considerada como un anacronismo carente de utilidad.
   Los tres poetas se interrogan sobre el sentido y los frutos de la poesía después del infierno bélico. Es la suya una correspondencia descarnada, de elevada categoría artística y de una profunda intensidad humana. A tres bandas. Y en ella reflexionan, comentan, envían poemas. Cartas contenidas las de Rilke que tiene que gobernar el frenético torrente admirativo de Pasternak y la idolatría de un romanticismo amoroso, aunque liberado de su envoltura corporal -los “grilletes terrestres”- de Tsvietáieva. La muerte de Rilke, el Poeta con mayúsculas, no interrumpirá el intercambio epistolar entre ambos, siendo Rilke el referente central.
   La edición que nos ofrece Minúscula, con un prólogo general contextualizador y abundantes anotaciones igualmente contextualizadoras de cada una de las cartas, nos permite penetrar de lleno en la substancia más profunda de tres mundos poéticos de suma relevancia en la lírica europea de la primera mitad del siglo XX. Nos sumergimos en su fuerza testimonial y en su calidad literaria transcurrido el plazo que Marina Tsvietáieva había fijado para que estas cartas vieran la luz pública, “cuando los cuerpos hayan quedado reducidos a polvo y la tinta haya palidecido”

Francisco Martínez Bouzas



Marina Tsvietáieva, Rainer Maria Rilke y Borís Pasternak

Fragmentos

De M. I. Tsvietáieva a R. M. Rilke

“Rainer Maria Rilke:
¿Puedo llamarlo así? Usted, poesía encarnada, por supuesto debe saber que su nombre por sí solo es un poema. Rainer Maria, resonancia eclesiástica -infantil- caballeresca. Su nombre rima con el tiempo -viene del pasado o del futuro- de siempre. Su nombre lo quiso  y usted eligió el nombre. (…)
Usted no es mi poeta más querido («más»- grado. Usted es un fenómeno de la naturaleza que no puede ser mío, que una no ama sino arrostra, o (¡no es todo aún!) el quinto elemento encarnado: la poesía misma, o (no es todo aún) aquello de donde nace la poesía y que es más grande que ella (que usted).”

…..

De M. I. Tsvietáieva a R. M. Rilke




(…) Mi amor por ti se desintegró en días y cartas, en horas y líneas. De ahí el desasosiego. (¡Por eso me has pedido sosiego!) Una carta hoy, una carta mañana. Tú vives, y yo quiero verte. Un trasplante del siempre al ahora. De ahí el tormento, la cuenta de los días, la depreciación de cada hora, la hora solo como un escalón -hacia la carta. Ser en el otro o tener al otro (o querer tener; en general -querer ¡lo mismo). Al darme cuenta, guardé silencio.”



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De R. M. Rilke a M. I. Tsvietáieva

“Y así mi pequeña palabra, que tú levantaste frente a ti, ha provocado esta enorme sombra en la que incompresiblemente te ausentaste de mí, Marina. Algo incomprensible y ahora comprendido. Que yo la escribiese, mi frase, no se debía, como explicaste a Borís, a una…sobrecarga, no, Marina, estaba libre y ligero, pero (tu misma lo reconoces) (…)
¿Todo ha de ser como tú lo imaginas? Probablemente. Eso que estás anticipando entre nosotros: hay que llorarlo o acallarlo con el júbilo? Hoy te escribí todo un poema entre los viñedos, sentado sobre un cálido muro (que por desgracia no siempre calienta ahora) y retenido a las lagartijas con la eufonía del poema. Ya ves que he vuelto. Pero en mi vieja torre aún tienen que trabajar los albañiles y otros operarios.”

(Marina Tsvietáieva, Borís Pasternak, Rainer Maria Rilke, Cartas del verano de 1926, páginas 136, 219, 220-221)


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