lunes, 3 de noviembre de 2014

Mª Paz Horcajuelo Torres: Apuntes didácticos

                


Quiero comentar hoy, unas ideas sobre un tema que afecta tanto a los profesionales jóvenes que dedican sus esfuerzos a los niños pequeños, como a muchos padres. ¿Cómo aprenden los niños a leer? O bien cuál puede ser el procedimiento más efectivo. Este aprendizaje es un caminar por las letras que lleva su tiempo. No es una destreza que se adquiera en unos meses o en un año, se comienza en Educación Infantil, pero no termina hasta que el discípulo llega a ser capaz de interpretar y comprender textos muy diversos, desde un cuento infantil hasta el Quijote o cualquier tratado con un contenido determinado. La escritura va desde aprender a dibujar su nombre con lindos garabatos, hasta llegar a redactar un texto, escribir una novela, incluso conseguir el Premio Nobel de Literatura.

             Es un proceso largo que va más allá de la mera adquisición de la mecánica lectora; a veces los maestros y las familias,  creemos que van a aprender en unos meses, sin darnos cuenta de que es un proceso que se puede alargar en el tiempo de forma indeterminada. A la hora de emprender esta hermosa tarea son condiciones indispensables el entusiasmo, la creatividad, una planificación adecuada no exenta, en muchos momentos, de la facultad de improvisar,  según demande el niño en momentos precisos.

            Sabemos que los niños hasta los cinco o seis años son como esponjas que todo lo absorben. La capacidad de asimilar, grabar en su mente lo que perciben a su alrededor, sus vivencias, las actitudes y sentimientos de los adultos, todo lo recogen como si tuvieran un radar por el que pueden detectar hasta los “pensamientos” de quienes conviven con ellos. Aprenden más y mejor que cuando son mayores. Por ello, el entorno en el que crece el niño es determinante. El ambiente familiar, el medio cultural, social y podemos decir también económico tiene una influencia decisiva en su actitud hacia el aprendizaje e incluso en sus habilidades.

            Pero a la hora de enfrentarse a las letras, no podemos dejar de lado que el niño percibe su “mundo” de forma global. Para él solo son válidas las cosas que tienen sentido, que le son familiares y que representan algo que está integrado en ese mundo propio.

 – ¡Ay, las letras no! -. Las letras no tienen sentido por sí solas.

       No cabe duda de que si desde muy pequeño está habituado a manejar cuentos, los libros le van a ser familiares y sabrá, que dicen cosas. Pero  este aprendizaje,  es comparable  al de aprender a andar o  hablar, cada uno tiene su ritmo y su momento. No van a saber todos juntos al mismo tiempo y cuando nosotros queramos. Así pues vemos que con la misma edad, unos ya leen y hasta comprenden pequeños textos, otros titubean ante las palabras escritas y algunas a penas descifran un vocablo. Esto puede estar relacionado con su ritmo de crecimiento y con el entorno en que está creciendo, sus motivaciones… su madurez, etc.

            Por todo esto, me he atrevido a escribir un pequeño libro o manual en un intento de clarificar una enseñanza que puede parecer simple o fácil, pero que a veces conlleva una dificultad que supone un sufrimiento para el niño, que tenemos que evitar.


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Resumen de “Manual para una joven maestra”, ¿Cómo les enseño a leer?
Mª Paz Horcajuelo Torres
©: M-534-13

                         







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2 comentarios:

  1. Muy bueno Mª Paz. Toda la riqueza intelectual se adquiere, precisamente, mediante las letras... por leer. Luego, en el futuro de cada persona, puede haber inclinación hacia Ciencias o Letras. Pero indiscutiblemente un niño, entre los cinco o seis años, ha de saber escribir: uno, para poder expresar de viva voz el 1. Si quiere ser químico, debe leer hache dos o... como la simple fórmula del agua. O se quiere licenciar en Farmacia, debe describir como materia prima de la aspirina al ácido acetilsalicilico, y saber, además su fórmula química: C9H8O4... debidamente deletreada. Y hasta saber latín, que no debería perderse nunca, para hacerse maestro cervecero por la rama de ciencias, y conocer que la cepa añadida para fermentar el mosto se llama: saccharomyces cerevisiae. Cuando la Educación, con mayúscula, deje de ser un arma arrojadiza en los debates electorales, y se permita gobernar esa parcela a maestras como tú, empezaremos a ver cómo se despeja el horizonte de nuestra rica cultura y se pierde de una vez por todas el atraso secular que padecemos. Felicidades, enhorabuena, y adelante.

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  2. No podía ser que una profesional de la educación de tu envergadura no compartiera sus conocimientos. Me alegro muchísimo de que lo estés haciendo.

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