domingo, 11 de enero de 2015

Alejandro Chanes Cardiel: La nube soberbia

Animación nubes





(Fábula)
                                                                                  
                                                                                         A mis nietos, Clara y Guillermo     
                                                                                   


Hubo un tiempo intemporal en el que los elementos de la Naturaleza parecían disponer de vida propia. Las aguas discurrían por los cauces, lanzando sus cantos hacia los álamos que las rodeaban. Las piedras, al rodar desde los peñascos, contaban historias de las lejanas cimas a sus hermanas, paradas a lo largo del  camino. Los volcanes gritaban sus dolores de parto, al dar a luz la lava procedente de sus entrañas.
Allá arriba, muy por encima de las más elevadas cumbres, una inmensa nube, de cambiantes formas, había establecido su reino en todo lo alto para que, ni el viento torciera su voluntad al tomar las diversas figuras que adoptaba según su capricho. Contemplaba con desdén las nubecillas que circundaban los picachos de las cordilleras así como las nieblas que se movían a ras del suelo. A veces se elevaba a alturas increíbles y acumulando agua, la vertía, según su parecer, ya en fina lluvia ya con inusitada fuerza. A fin de evitar el ardimiento excesivo del sol, se desparramaba por las zonas más gélidas. Y así recorría los espacios siempre por encima de todas las cosas, mientras contemplaba con altivez la bajura de la tierra.
En uno de los recorridos, bajó de su alto reino y, al ver próxima una nubecilla que mostraba su lóbrega oscuridad, detuvo su descenso y se le acercó con la arrogancia de los soberbios que nada temen. Sin embargo una ráfaga de viento, al unirlas, las hizo chocar. Se produjo un haz luminoso seguido de un chasquido, tan tenue que ni siquiera las montañas pudieron acoger su eco.
El desenlace se produjo con gran rapidez, pues al caer a raudales el agua que albergaba en su seno, la gran nube se sumió en la nada, en tanto que, allá abajo, la tierra recogía las lágrimas de su mediocre muerte.




Foto: Wikipedia, la enciclopedia libre

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