domingo, 1 de marzo de 2015

Amantes de mis cuentos: Olvidadizo


 
Adán y Eva 1597. Alberto Durero
Museo del Prado



Faltan diez minutos para las veinte horas y mi marido no ha llegado. 

Habíamos quedado a las dieciocho horas en un centro comercial. Hice la compra y me vine a casa. No estaba en ella. No es que domine la puntualidad inglesa pero algo ha tenido que suceder. Coloco la compra. Enciendo la tele, la vuelvo a apagar. Tocan a la puerta. Ya está aquí. No…, era la vecina pidiendo sal. 

Las veintidós horas y sin noticias. Llamo al trabajo. Nadie contesta. Llamo a los amigos. Hoy no lo han visto. Me vuelvo a sentar. 

Las veintitrés horas. Llamo a sus padres. No pregunto por él para no preocuparles. Están solos. Se van a acostar. 

Las veinticuatro horas. Me levanto. Busco un libro. Me pongo a leer. 

La una de la madrugada. Odia los móviles. Hemos hablado mil veces sobre la diferencia entre el uso y el abuso de este instrumento. Considera que no es necesario.

Las dos. Algo le ha tenido que pasar. Llamo a tráfico. No tienen noticia de ningún accidente esta noche. 

Las tres. Llamo a la policía. Antes de poner una denuncia debo llamar, me dicen, a los distintos Hospitales. Obedezco. No ha ingresado nadie con su nombre. 

Las cuatro. Si llevara un móvil no tendría esta preocupación. Mira que si me he quedado viuda y aún no lo sé. 

Las cinco. Al fin llega. Se olvidó de la cita. La explicación de dónde estaba no resulta muy convincente. Respiro hondo e intento sonreír. Creo que necesito un divorcio.





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Gracias.

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