miércoles, 3 de junio de 2015

Mª Paz Horcajuelo Torres: Orhan Oamuk y la inocencia






Orhan Pamuk, nació en Estambul el año 1952, posee varios premios literarios  de diferentes países y  es Premio Nobel de Literatura,  le fue concedido en octubre de 2006. Una de sus  obras, autobiográfica en cierto modo, es la titulada Instanbul. Hatiraler ve sehir, conocida simplemente como Estambul, (Ciudad y recuerdos) publicada en 2005.  Su vida transcurre hoy  entre Estados Unidos y Estambul su ciudad, a la que no ha querido renunciar a pesar de los problemas que suscitaron  unas declaraciones suyas en la prensa.

Me he vuelto a reencontrar con este libro que me regalaron en otoño del 2007. Sumamente agradable su lectura, en él Pamuk describe de forma brillante y amena la ciudad, sus calles, paisajes y gentes así como la infancia y la vida familiar del escritor. Ilustrado con fotografías familiares primero para continuar con otras de la ciudad, según los temas que va tratando, así como reproducción de grabados y dibujos, todas ellas en blanco y negro. A cada aspecto o semblanza que hace de la ciudad, le dedica un capítulo y así es como titula uno de los primeros: Blanco y negro, pues así son los recuerdos de su infancia. 

Hay otro capítulo  denominado “Hüzün” palabra de raíz árabe que significa amargura, que aparece en dos aleyas del Corán, según dice.  En él, habla de la amargura como sentimiento místico, hace referencia a un libro de Avicena sobre la melancolía, continua comentando y citando obras literarias sobre el tema para llegar a descubrir al lector la amargura que asumen con orgullo los habitantes de esta sorprendente ciudad, no como un sentimiento individual sino  como una cualidad compartida en comunidad. Dice Pamuk que desde la música clásica otomana hasta el “pop turco”, sacan a la luz este sentimiento, al igual que lo hace también la música de los ochenta, llamada “arabesca”, con diversos grados de sutiliza; sin embargo el occidental que llega a la ciudad, extasiado por los colorines estereotipados de las fantasías orientales, no es capaz de percibir dicho sentimiento.

Pero quiero reproducir una pequeña parte del capítulo denominado, El descubrimiento del Bósforo, narrando  su niñez, dice así:

…”Aquel invierno mi hermano mayor y yo habíamos contraído la tos ferina. El doctor Alber, el pediatra, del que todo nos daba miedo, desde el maletín hasta los bigotes, después de las primera noches febriles dijo que era conveniente para nuestra cura que todos los días nos llevaran al Bósforo un rato para tomar el aire. Así fue como el sentido original de la palabra “Bósforo” en turco (“garganta”) se mezcló en mi mente con la idea de “tomar el aire”. Quizá por eso no me sorprendí demasiado cuando supe que en los tiempos en que Tarabya no era como ahora un conocido lugar para pasear, lleno de restaurantes turísticos y hoteles, sino una tranquila aldea de pescadores rumíes en la que hacía cien años había vivido en su niñez el famoso poeta Kavafis, al pueblo lo llamaban Terapia. Quizá precisamente porque lo mezclo en mi mente con la idea de la curación, ver el Bósforo siempre me ha sentado bien.

Para ir al Bósforo con mi madre, tomábamos el autobús en la parada que había delante de casa. Si íbamos en tranvía debíamos caminar largo rato desde Bebek, la última parada, hasta el lugar en el que todos los días nos esperaba el barquero. Me producía un enorme placer pasear en barca por la bahía de Bebek entre barcos de pesca, cúteres, vapores de las líneas urbanas y faros, abrirnos al Bósforo y sentir la fuerza de la corriente y notar cómo los barcos que pasaban sacudían nuestra barca con el oleaje que levantaban,  habría querido que esos paseos no acabaran nunca.

El placer de pasear por el Bósforo se debe a que uno siente que se halla en un mar en movimiento, poderoso y profundo dentro de una ciudad enorme, histórica y descuidada. El paseante avanzando a toda velocidad por la corriente del Bósforo, nota que le sobrepasa la fuerza del mar en medio de la suciedad, el humo y el ruido de una ciudad superpoblada e intuye que todavía le es posible estar solo y ser libre, entre tanta gente, tanta historia y tantos edificios”.

En el mes de abril del 2012 Orham Pamuk inauguró el “Museo de la Inocencia” en Estambul, donde se exponen al público objetos cotidianos basados en la novela del mismo nombre escrita por él  y  publicada en España en  2009.




© Mª Paz Horcajuelo Torres



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1 comentario:

  1. Se aprecia tu vuelta a la relectura de obras del autor que mencionas a tus lectores, y también tu reciente viaje por Estambul. Muy buenas apreciaciones, respecto a tus conocimientos del autor citado y su obra, relacionados con los escenarios decritos que conoces personalmente. Enhorabuena una vez más.

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