miércoles, 1 de julio de 2015

Amantes de mis cuentos: Puntada a puntada







A Joaquín Sorolla
y su luminosidad.








Amparo tira de la aguja y recuerda a su madre cuando le decía que a la hora de coser, el hilo tenía que ser más corto.

¡Qué tiempos aquellos! Cuando la mayor preocupación era no enredar los pies en la comba y ser la mejor que saltara. No debe quejarse porque, al menos, ha encontrado este trabajo y no está sola, a su alrededor tiene a varias compañeras que junto a ella cosen la lona que servirá de vela para hacer suya la energía del viento. También está un joven pescador con su gran sombrero de paja y su padre que examina lo hecho. Al fondo una mujer sentada.

La joven que está a su izquierda le dice algo gracioso y ella intenta reír pero lo que consigue son dos lágrimas. Le contesta que no es nada, que es la luz que reverbera sobre la lona, lo que la ha hecho llorar. Su amiga le dice: ¡Vaya, qué sensible!

Conjetura que no es el momento más oportuno para hablar, a pesar de ello dice: - Mi único hijo murió la semana pasada. Ha debido decirlo tan bajo que nadie la escucha. Lo que oyó fue: ¿Quieres darte prisa? Es para hoy.

Exhala un suspiro. Siempre ha sido muy introvertida, jamás ha gritado sus problemas a los cuatro vientos pero, ahora, siente una necesidad imperiosa de desahogarse, de decir que la vida es injusta, que ese hijo era lo único que tenía. Quiere hablar con detalle de su enfermedad, de la fuerza de sus delgaduchos brazos cuando la abrazaba, de cuando lo bajaron a la tierra. Necesita encontrar una persona con corazón que la escuche sin que tenga que decir nada. Necesita… Tal parece que entre los pliegues de la lona está el cuerpo de su hijo.

-¡Por fin hemos terminado! dicen los pescadores. Recogen entre todos el lienzo doblándolo varias veces. Se van riendo. Es tal la alegría que nadie se da cuenta que ella queda detrás, bajo el emparrado del jardín.


Se deja caer sobre un lecho de hojas y pétalos, un rayo de luz ilumina su cabello, toma entre sus dedos aquella amalgama de colores verdes, amarillos, tenues rojos… y desahoga su corazón.  






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Gracias.




© Marieta Alonso Más

2 comentarios:

  1. ¡Caramba!, siempre tengo que decir lo mismo y aunque me gusta decírtelo porque es verdad, quisiera decirlo de modo diferente. Me gusta tu relato.

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