sábado, 1 de agosto de 2015

Amantes de mis cuentos: El hechicero

El aquelarre
Francisco de Goya y Lucientes

  
Cuenta la leyenda que una joven pareja ansiaba tener hijos. Tras muchos años de matrimonio y sin resultados a la vista, decidieron visitar al médico que no encontró ningún motivo físico. La ciencia se puso a disposición del matrimonio y se hizo todo lo humanamente posible. 

Fracasos, frustraciones, desengaños, desilusiones. Y persuadidos de su imposibilidad se decidieron por la adopción internacional.

Pasaron días, meses, años y unas Navidades se animaron a irse de vacaciones a Estambul para hacer más llevadera la espera. En el hotel conocieron a un señor mayor y por las noches  intercambiaban información de los sitios que visitaban durante el día. Una noche comentaron que pensaban ir a cenar a un restaurante y luego a ver un espectáculo de la danza del vientre. El caballero mayor mostró un gran interés y decidieron ir compartir tan agradable velada.

La cena resultó un éxito, en la sobremesa comentaron sus proyectos y los problemas que estaban teniendo. El señor impecable en el vestir escuchaba con atención. Luego se fueron a ver el espectáculo. En plena danza se presentó la policía pidiendo la documentación de todos los presentes.

Los jóvenes nerviosos no encontraban los pasaportes, nadie sabía qué pasaba, ponían grilletes, daban coscorrones. En el momento en que llegó la policía donde ellos estaban el señor mayor se levantó muy digno, presentó su documentación y la policía se deshizo en reverencias, en muestras de respeto, hasta uno se arrodilló.  

Tras el susto y salir escoltados por la policía llegaron al hotel y se sentaron en la cafetería a tomar ellos tila y el señor whisky. Resultó ser el Rey de un país mágico.

-Les ofrezco mi ayuda para que puedan cumplir el sueño de ser padres. Les pondré en contacto con la persona que lleva las adopciones internacionales en mi país y en cuestión de unos meses tendrán a su niño o niña. Lo que prefieran.

Se despidieron con gran efusión. Tomados de la mano la pareja entró en su dormitorio, sin llegar a creerse la suerte que habían tenido. Con risas, llantos y pasión celebraron  la feliz noticia.


Nueve meses después les nació un hijo. Nunca pudieron contactar con nadie de aquel país, así que el pobre Rey no sabe ¿o quizás sí? que sus palabras lograron lo que la ciencia no había sido capaz.

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