viernes, 11 de septiembre de 2015

Santa Cueva de Covadonga

Santa Cueva de Covadonga

Lugar de culto, en que se venera una popular imagen de la Virgen María, la Santina, situado en el monte Auseva.

Cueva de Covadonga

En el año 711, un ejército musulmán cruzó el estrecho de Gibraltar para mediar en las disputas sucesorias del reino visigodo asentado en la Península Ibérica.  La intervención no tardó en transformarse en conquista, y en pocos años los jefes árabes se apoderaron prácticamente de la totalidad de la Península.

Sólo las zonas montañosas del norte permanecieron al margen de la invasión, y en ellas se formaron núcleos de resistencia que fueron el embrión de los diferentes reinos   cristianos peninsulares de la Edad Media.  El más occidental de estos reinos,  y el que mayor éxito alcanzaría a la larga, estaba situado en la parte más abrupta de la cordillera Cantábrica, al pie del macizo de los Picos de Europa.  Sus reyes procedían de la nobleza visigoda, refugiada en el norte tras la invasión árabe, mientras la población estaba formada mayoritariamente por los primitivos astures, que ni romanos ni godos habían podido someter.
La Virgen de Covadonga

No lejos de Cangas de Onís se localiza la cueva de Covadonga, lugar de antiguos cultos paganos en el que la tradición sitúa el primer enfrentamiento entre cristianos y musulmanes que se saldó con la victoria de aquellos, aunque los historiadores tienden a minimizar la importancia de la batalla, que tuvo lugar en el año 718, según unos autores, o en el 722, según otros. Fue, y en estos coinciden las crónicas cristianas y las musulmanas, un enfrentamiento entre Pelayo, noble visigodo refugiado en Asturias tras la conquista musulmana y una de las muchas expediciones que los conquistadores enviaban   periódicamente para intentar someter a los rebeldes y recaudar los tributos.


Tumba de don Pelayo

La valoración de los hechos difiere. Para los musulmanes, Covadonga fue sólo una escaramuza en que los árabes, poco interesados en un territorio pobre y de difícil acceso, optaron finalmente por no malgastar sus fuerzas con un puñado de montañeses. La versión cristiana más antigua que conservamos es la crónica de Alfonso III, de finales del siglo IX.  En ella los musulmanes son ya un enorme ejército, y frente a ellos Pelayo aparece como un personaje mesiánico, consciente de su deber de recuperar España para una monarquía cristiana, legitima continuadora del reino visigodo, idea que estaba muy lejos de animar los orígenes de la resistencia asturiana, pero que prevalecía en la época en que se escribió la crónica.

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