domingo, 11 de octubre de 2015

Malena Teigeiro: 12 de octubre de 1492

La Niña


Era la noche del viernes, y como siempre, mis padres querían salir a cenar con sus amigos. Y como siempre también, nos llevaron a casa de mi abuela a pasar el fin de semana. Íbamos felices, entre otras cosas, porque la abuela mientras cenábamos nos contaba historias, que no cuentos, decía ella. Aquella noche, entre bocado y bocado de tortilla de patata, nos relató el siguiente:

Hace muchos, muchos años, ya va para varios siglos, unos hombres se hicieron a la mar en unas naves de madera, pequeñas, casi como cáscaras de nuez, con grandes velas que, al hincharse, dejaban ver la cruz de Santiago.
La Pinta

A uno le pusieron de nombre la Pinta, como a las mujeres malas; a otro, Niña, como vosotras, y el otro era el Santa María, porque entendían que la Virgencita había de ir siempre con ellos y mucho más cuando se iba lejos, muy lejos.

Después de correr por los mares, llegaron a una tierra que nadie había visto jamás: La América. Sin saber dónde se encontraban, desembarcaron montados en caballos llevando al cinto espadas de acero. Empezaron a recorrer montañas, bosques, praderas, en busca de oro, plata y piedras preciosas. Por el camino se encontraron con árboles tan altos que las ramas alcanzaban a peinar las nubes; animales que cantaban haciéndose pasar por mujeres bellas; pájaros de colores que al ir a cogerlos les sacaban los ojos; frutas olorosas de piel brillante y hombres casi desnudos que gritaban palabras que no eran de nuestra habla.

La Santa María

Un día tropezaron con un río que en vez de arena arrastraba pepitas de oro. Al acercarse los hombres al agua para recogerlas, se encontraron dragones y otros animales salvajes que lo protegían. Después de una brutal lucha en la que muchos perdieron la vida, acabaron con ellos segándoles las cabezas. Al rodar éstas por tierra, vieron con asombro que en vez de sangre vertían oro y que los ojos, al tocar el agua, se transformaban en esmeraldas de mucho valor, y el fuego que echaban por la boca se convertía en rubíes y otras gemas preciosas.

Cansados y sudorosos por el esfuerzo de la lucha, los soldados contemplaban el espectáculo y, a una orden del capitán, recogieron todo aquel tesoro. Convertidos en hombres ricos, se dirigieron hacia las naves para volver con sus familias.

 Y cuando ya casi habían llegado a la playa en donde los esperaban los barcos, vieron a unos pescadores comiendo una cosa blanca, redondeada y con piel marrón. Ponían al hacerlo rostro de disfrutar con el sabor. Los españoles, que ya por entonces andaban muy hambrientos, les pidieron un poco. Les gustó tanto, que preguntaron por el nombre de aquel manjar tan exquisito. Son patatas, dijeron. Entendieron los conquistadores que aquello si era de verdad un tesoro. Llenaron unos saquitos con aquellos tubérculos y otros con tierra. Querían mezclarla con la de España, no fuera a ser que la de aquí no sirviera.

De vuelta a sus casas, los barcos atravesaron otra vez el océano seguidos por multitud de delfines y sirenas.

Uno de ellos, desviado de su camino, atracó en un puerto de Galicia.  Nada más desembarcar, partieron en cachos las patatas, que ya por entonces echaban raíces, y las metieron bajo tierra. Poco tiempo después,  vieron aparecer una planta de brillantes hojas verdes y debajo de ellas, escondidas, crecían unos hermosos y grandes tubérculos, que mezclaron con  dulces, sabrosos y dorados huevos.

Y así, nació la jugosa y deliciosa tortilla de patata, que cualquiera que a estas tierras llega, prueba y cuando se va, sueña con ella hasta volver.




2 comentarios:

  1. Imaginativa historia para niños. Bien contada. Parece una alegórica mención relativa a la festividad del día, aunque alejada del hecho que hoy se conmemora. Encomiable decisión de divulgar entre la infancia los aportes del Nuevo Mundo a la civilización occidental (ahora universal gracias a la globalización, hoy tan discutida).!Enhorabuena por esta elaboración que merecería continuación.

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  2. muchas gracias por tu comentario. Intentaré recordar más historias de las que me contaba mi abuela en Galicia.
    Muchas gracias otra vez.

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