lunes, 7 de marzo de 2016

Mª Isabel Martínez Cemillán: Carta a una amiga

Una dama escribe una carta (hacia 1670)
Johannes Vermeer






Querida Ana, ayer cuando acabé de hablar contigo me quedé muy preocupada, te noté triste, agobiada, deprimida, me pareció que tu voz temblaba mientras me contabas “tus cosas” como si te esforzaras por no llorar, sabes lo mucho que te quiero, ¡hace tantos años que somos amigas!, por eso y después de pensarlo te escribo para decirte que tu caso no es único, ¡qué va…!

Verás, conozco muy, muy íntimamente a una mujer en su juventud, romántica, idealista, imaginativa, con muchas ilusiones, que se casó muy joven, abandonando su carrera, enamorada, tuvo hijos, a los que se entregó por completo desde que nacieron, y redujo su vida a un solo valor: su familia. Olvidándose de ella, durante años.

Pasó el tiempo, épocas felices, buenas, alguna mala, lo normal, poco a poco las ilusiones fueron desapareciendo, no se sentía desgraciada, no tenía motivos, ni aburrida, siempre  tenía algo por hacer, pero si tristona. Los chicos  empezaron a volar por sí solos, el marido, mucho trabajo, muchos viajes, ella en casa, gris, cada vez más gris.

Una noche nerviosa y cansada, no podía dormirse, de repente pensó; ¿qué puedo esperar de mi misma?, ¿hasta qué punto me satisface mi vida?, ¿Qué vejez me espera si sigo así, anciana prematura, amargada, gruñona, o con una depresión de desfavorables consecuencias para todos? Pues, se lo pensó, pidió a Dios que la iluminara, y decidió  cambiar, tenía que resucitar sus viejos valores, creatividad, imaginación y ¿por qué no?  Volver a estudiar, aprender, reuniones, tertulias enriquecedoras… y con cierto trabajo al principio, poco a poco, lo consiguió, siguió muy unida a la familia, la casa, limpia y ordenada, complaciente con los suyos, pero sin anteponerlos SIEMPRE, a sus gustos y deseos.

Jesucristo nos dijo” Ama a tu prójimo como a ti mismo”, pues claro que podemos querernos, sin exageración, pero querernos, y el resultado fue estupendo.

Ya ves, Ana, que es un caso muy parecido al tuyo así que sigue el ejemplo, organiza tu tiempo, que te queden siempre minutos, horas, días, según puedas, para ti, para hacer lo que te guste, leer, pasear, ver exposiciones −las hay preciosas−, ir al teatro con las amigas, aprender a hacer flores de papel, cerámicas, patchwork, ¿se escribe así?, lo que sea, siempre que te enriquezca, te alegre, te dé ganas de disfrutar de esta vida que, a pesar de todo, es maravillosa.

Venga Ana, ánimo,  cuenta conmigo para todo, te quiero, besos grandes,




Isabel.









© Mª Isabel Martínez Cemillán

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