lunes, 11 de abril de 2016

Socorro González-Sepúlveda Romeral: El cine

Cartel de El jardinero (1895)
firmado por Marcellin 


El sol cae de plano sobre la plaza del pueblo; en el centro, junto a la fuente de piedra con dos caños y un pilón, un  árbol viejo da un poco de sombra. La plaza está desierta, ¡No pasa un alma!

En la casa, que queda frente al pilón, dos niños ven “el cine” (un agujero en la gruesa puerta de la calle deja pasar la luz, formando imágenes invertidas en una cortina de lienzo moreno, que hace las veces de pantalla en  la oscuridad del portal). Son los hijos menores de una familia numerosa, que  aguardan a que pasen las horas de calor para salir al campo con su hermano seminarista.

Los niños esperan…Por fin, cruza la plaza un niño, llevando un burro del cabestro con cuatro cántaros vacíos en las aguaderas, tendrán cine un buen rato, hasta que los cántaros se llenen, en verano el chorro de los caños es delgado como un hilo…Luego, aparece el cura con un breviario en las manos, va leyendo en voz alta; es divertido verlo andar con la cabeza para abajo, se dirige hacia la iglesia, tal vez buscando un poco de fresco entre sus paredes. El cura es de origen vasco y, seguramente, pensará nostálgico en los montes verdes de su tierra, pero los niños que ven “el cine” no lo saben, ellos no conocen más tierra que esta, seca y árida ni más verde que el de las huertas; saben que existe el mar,  porque en casa tienen una caracola y,  su madre les ha enseñado a oír su rumor acercándola al oído, pero nunca lo han visto.

¡Si viniesen los toros a beber en el pilón!, dice la niña. Los toros no vuelven hasta la tarde, le contesta su hermano, ¡Mira, un perro! Un galgo flaco camina cabeza abajo por la cortina de lienzo moreno. Cada verano se extiende el rumor de que un perro rabioso anda suelto, es la comidilla de los niños del pueblo, aterrados por la idea de ser mordidos y volverse rabiosos como les han contado que sucedió en un pueblo cercano. El perro cruza la plaza y sale de la cortina…De la casa grande, la que hace esquina con la calle Real, salen dos hermanas solteras, ya  mayores, acompañadas por la criada, ¿A dónde irán con este calor? Sus imágenes, en blanco y negro, se recortan en la cortina por un rato y luego se alejan…El tiempo pasa lentamente…  Los niños se impacientan, quieren ver más cine, pero nadie pasa a estas horas por la plaza… Después, con ritmos diferentes pasan un carro y una motocicleta y, en aquel instante, alguien abre una puerta en la casa y el portal se llena de luz, ¡la magia del cine se ha roto!

Ahora, cuando voy al cine, recuerdo con nostalgia la niña que era, la niña que veía “el cine”. Con su hermano en el portal a la hora de la siesta.




© Socorro González- Sepúlveda  Romeral


3 comentarios:

  1. Se saborea nostalgia, a pasarlo bien con cualquier cosa, a bendito tiempo perdido con la única finalidad de existir y observar la vida, a ser protagonista cuando te apetece. Muy especial.

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  2. gracias, Blanca. Este relato es especial para mí y uno de mis primeros recuerdos.

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  3. Ejercicio que deberíamos practicar:
    Saborear el tiempo y lo cotidiano/mágico lentamente.....

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