martes, 13 de septiembre de 2016

Lisboa: agua, luz, color, alegría y nostalgia

Vista panorámica de Lisboa y el puente 25 de abril desde el mirador de Cristo Rey

Antaño se decía que las varinas, las mujeres de los pescadores, eran la voz de Lisboa, con el pregón: ¡Recién salido del mar, vivito y coleando! ¿Quién compra? 

Gracias a los vientos que soplan se huele la sal del océano y hasta la ciudad tiene figura de mar. Por eso no es extraño que, en otros tiempos, los hombres de esta ciudad fueran grandes marinos y descubridores. 

La representación más antigua de Lisboa (1550-1510)
de la Crónica de Dom Afonso Henriques, por Duarte Galvao
Lisboa es una puerta a la que los romanos llegaron, le siguieron las tribus bárbaras, luego los visigodos y finalmente los árabes del norte de África.  

Lisboa llegó a ser una de las más ricas ciudades, su grandeza comenzó con el rey Juan I (1357-1433), que tuvo muchos hijos y cuatro de ellos tuvieron tal relevancia que aún hoy se habla de ellos: Fernando al que se le venera como santo; Pedro uno de los moralistas más viajeros de la historia, Duarte el gran exponente de la prosa didáctica y psicológica; y Enrique el Navegante.

El príncipe Enrique ayudó a crear la carabela, embarcación ligera, espaciosa y veloz diseñada para resistir el Atlántico y equipada con velas que le permitían navegar a sotavento. Estas carabelas regresaron con marfil y oro en polvo de África. En Lisboa podemos ver el Monumento de los Descubrimientos, allí está Enrique en la proa de una enorme carabela de piedra. 
Torre de Belém vista desde el lado occidental

El ímpetu descubridor hizo que Bartolomeu Dias navegara y doblara la punta de África; que Vasco de Gama volviera de la India en 1499 con las bodegas repletas de nuez moscada, clavo, canela, pimienta y piedras preciosas. Sus restos están en el Monasterio de los Jerónimos. 

Monasterio de los Jerónimos, Lisboa







Pero en 1755, el día de Todos los Santos, la ciudad se estremeció y quedó arrasada. Murieron unas treinta mil personas. Fue el peor terremoto en la historia europea. Lisboa no lo ha olvidado, sigue apegada a su pasado y suspira por sus pérdidas. Esa pena que siente se describe en una palabra: saudade, que encuentra su máxima expresión en el fado.

El patrón de la ciudad es San Vicente. Aquí nació San Antonio de Padua. Cristo con los brazos extendidos en cruz domina la ciudad desde la ribera sur.

Un ascensor nos sube desde el centro de la ciudad hasta la zona elevada y así poder pasear por el Barrio Alto.

Castillo de San Jorge en Lisboa

El Castillo de San Jorge, que domina la zona de Alfama, nos brinda una de las vistas más hermosas. Hay calles que nos catapultan a la Edad Media.







Lisboa es un paraíso de flores, enamorada del mar.  

Vista de Lisboa desde el Mirador de Santa Luzia

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