domingo, 1 de enero de 2017

Amantes de mis cuentos: Lenguaje meteorológico



Por las noches, en mis sueños, giro y giro igual que la hermosa Cruz del Sur. Amanezco desnuda, con la almohada y las sábanas por el suelo. No es un problema en el verano, pero en el invierno, gripe segura, decía mi abuela que gustaba de contarme cuentos de su tierra, de allá, de ese hemisferio sur tan lejano para mí y tan cercano para ella.

Mientras estuvo conmigo no recuerdo haber soñado, pero nada más morirse, esa misma noche la vi en el cielo envuelta en una constelación que contenía nada menos que una cruz, tirándome los brazos para que me rebujara en ellos. Unas ansias inmensas de recostarme en su hombro recorrió todo mi cuerpo. 

Trabajo me costó volver a dormir.

«Un ñandú macho, parecido al avestruz, pero no igual −recalcaba mi abuela sentada sobre una estrella−, encontrarás dentro de unos años en tu camino. Para saber si él te querrá tanto como yo, debes buscar un arco iris. Cuando lo localices te sientas en una piedra y cada color te interrogará. El rojo con voz aflautada te hará preguntas acerca de los entresijos de la historia; el naranja con voz de tenor te sondeará sobre gramática; el amarillo con voz de soprano averiguará lo que sabes de geografía; el verde con voz de barítono cuestionará tus conocimientos del medio ambiente; el cian con voz de mezzo-soprano querrá saber sobre tu forma de ser, tus sentimientos, no le mientas. El azul oscuro con voz de bajo estará interesado en cómo te comportas con amigos y extraños, y el violeta con voz de contralto hará un repaso de tu comportamiento con la familia. Tras ese exhaustivo examen, el arco iris te dejará subir por los peldaños que te conducirán hasta donde estoy esperándote. Al llegar a la mitad del camino, justo en ese momento, el ñandú gritará tu nombre para que bajes. Querrá decirte algo importante. No te muevas. Es él el que debe subir. Los ñandúes son incapaces de volar pero si se raja, si se echa para atrás en sus sentimientos hacia ti, se tirará al mar. En cambio, si te quiere, a pesar de las dificultades, llegará a tu lado».

La imagen y las palabras de mi querida abuela se diluyen y aparece un avestruz que va tomando la cara de Gonzalo, un compañero de sexto curso de primaria. ¡Guapo, guapo, como actor de cine! Es el novio de mis mejores amigas y a las que intento no envidiar. Me despierto sobresaltada con una gran sensación de vacío. ¡Ay abuela! ¡Qué difícil me lo has puesto! De los siete colores solo el violeta me dará el aprobado, si acaso.






© Marieta Alonso Más

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