viernes, 7 de abril de 2017

Mª Isabel Martínez Cemillán: Cuaresma y Gastronomía

Imposición de la ceniza con lo que se inicia la Cuaresma.
La vestimenta de color morado simboliza la actitud penitencial.

En España, desde la Edad Media, la religión católica, impuso la prohibición de comer carnes y caldo de carnes en ciertos días de la Cuaresma y aunque casi inmediatamente, bulas y dispensas rebajaron la exigencia, estas normas  modificaron las costumbres gastronómicas apareciendo una rica y variada cocina e impulsando notoriamente el consumo del pescado fresco.

Un pescado que durante siglos se transportaba trabajosamente en sólidas carretas cubiertas de nieve protegida con paja para evitar el deshielo, encareciendo el producto, manjar casi lujoso y favoreciendo el pescado en salazón, muy especialmente el bacalao, mucho más barato y fácil de conservar y con abundantes y creativas recetas, tanto es así, que desde el siglo XVI la mayoría de las regiones españolas presumen de alguna, sabrosa y genuina creación que, afortunadamente se conservan hasta hoy, como el «potaje», bacalao, garbanzos, espinacas y huevo duro, manjar nacional en los viernes de cuaresma, sabroso, nutritivo, alimento completo, y qué decir de otros más típicos y saciantes como el «atascaburras», bacalao desmigado, patatas…

Potaje de vigilia

En Don Quijote de la Mancha, al detallar algunas comidas del Hidalgo y su tragón escudero Sancho Panza, aparecen los «duelos y quebrantos», huevos fritos con torreznos, correspondientes a la llamada «abstinencia atenuada», permitida, sin pecar, ni incumplir, sin ofender, ya que la llamada «grosura», tocino, se consideraba corteza, no carne, lo mismo que sesos, lengua, mollejas y criadillas.

Por cierto que estas viandas de la «abstinencia atenuada», hasta entonces bastantes despreciadas propiciaron tal avalancha de recetas que por primera vez  dieron fama a numerosos cocineros de posadas y mesones y  aprecio y felicitaciones a las madres de familia que las cocinaban con esmero.

Pero quizá el principal hábito gastronómico ligado a la cuaresma era el chocolate, el cacao descubierto en el Nuevo Mundo, traído por los conquistadores, mejorado añadiendo azúcar, con éxito extraordinario y más aún cuando los jesuitas determinan que ese «líquido ligero no rompe el ayuno».
Una mujer azteca genera espuma
vertiendo chocolate a partir de un
recipiente a otro en el Códice Tudela.


Pues claro, disfrutar y no pecar es una unión tan perfecta que aparecen tantos talleres chocolateros que en 1644, el Regidor de Madrid tiene que dictar una Orden limitando su producción, no todos los obradores cumplían los requisitos higiénicos ni las ventas abusivas. El chocolate, tan nombrado en las novelas costumbristas españolas, acompañado de bizcocho y otros dulces conventuales se convertirá en el alimento más apreciado y consumido durante toda la Cuaresma, porque acatar las normas, obedecer los mandatos y regalarse el paladar con un chocolate espesito, a la española, es un prodigio ¿o no?



Códice Nuttall
Representación de dos reyes de la cultura mixteca compartiendo una bebida de chocolate


© Isabel Martinez Cemillán




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