martes, 25 de julio de 2017

Luis Miguel García de Mora (Lumigarmo): Aquél teléfono verde

Teléfono Heraldo Verde Oliva, años 60/70
Imagen: www.mementosbcn.com




En mi pueblo manchego -que era grande- no recuerdo que hubiera teléfono en las casas. Nadie te contaba nada sobre él, nadie hablaba, salvo excepciones, claro.

Mi padre decía que tenían uno en la oficina, pero como no podía llamarnos… Y el dueño del cine también, era vecino y amigo de mi padre, fui alguna vez a no sé qué -desde luego que a llamar no, pues seguro que no sabría hacerlo- y lo vi allí, en su despacho, negro y muy grande, como los que salían en el cine.

Así transcurría la vida en los años sesenta, sin preocuparnos de llamar por teléfono, o de que nos llamaran. Teníamos familia en Valencia, pero nos comunicábamos por carta, que de eso sí sabíamos en casa… Entre que mi padre escribía a diario, o le escribían a él por lo de los periódicos, y nosotros que ya hacíamos nuestros «pinitos» escribiendo cartas a los primos, que cuando venían a pasar temporadas, nada más irse, nos poníamos todos con papel y bolígrafo para contarnos lo bien que lo habíamos pasado y cuando iban -o íbamos- a venir otra vez.

Central telefónica antigua
Imagen: wikipedia, la enciclopedia libre
¡Ah! Mi tío Pepe era policía y nos dijeron que tenían teléfono por si alguna vez teníamos que llamar para algo… Un día me dijo mi madre que había que llamar a los tíos, aunque no recuerdo para qué. Me brindé a ir a la central, donde había varias chicas con uniformes azules y ellas te ayudaban -y hasta enseñaban- con el recado. Creo que estuve dos horas, no hablando, sino esperando hasta que me dieron línea y entré en una cabina como la de José Luis López Vázquez, más o menos, pero con menos peligro… Mi conversación con tía Luisa debió ser épica, y de época, porque luego se lo contó a mi madre por carta, le dijo que yo hablaba muy fuerte, casi a voces, y en casa no paraban de reír. Y les dije, bueno, por lo menos hablé. Y me oyó.

Años después, llegó el teléfono a casa, verde, lo pusieron en una mesita y, al principio, lo mirábamos mucho, pero como no llamaba nadie… A mi padre, sí, claro, y hasta daba noticias al periódico; luego ya empezamos todos a llamar; a los tíos, a un técnico, al practicante…

A veces, te asustaba, con ese ruido que hacía, pero poco a poco, nos fue gustando y ya era uno más junto con la televisión, como en todas las casas. Al llegar a Alcalá de Henares, había uno en la pensión, negro y con un candado, si queríamos llamar a casa, la señora nos lo abría.

Hace unos años, pasó algo raro, iba la gente hablando por la calle con un aparatito pegado a la oreja. Y ya vamos todos, además, lo miramos mucho…   

© Lumigarmo

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