miércoles, 9 de agosto de 2017

La cocina a mi alcance: Pudín de pan





Mi madre era tan buena administradora de su casa que nunca permitió que se dejase nada en el plato. Decía que había muchos niños en el mundo pasando hambre para que se desperdiciara la  comida, es más, el despilfarro era pecado.

Un día a la semana comíamos de sobras, pero las envolvía con tal arte que engañaba a cualquier invitado imprevisto.

En una bolsa que hizo con los restos de una sábana vieja, bordó la palabra «Pan» con letras muy historiadas -ella las llamaba góticas-, allí guardaba el excedente de pan que iba quedando a diario. Cuando se llenaba la bolsa por la mitad era el momento de hacer su famoso pudín que no duraba ni veinticuatro horas.

Por lo visto la palabra budín procede de la francesa boudin, que deriva de la latina botellus. La palabra pudin o pudín -según acentuemos- procede de la inglesa pudding que probablemente deriva de la francesa.

Se consideraba un postre de personas sin recursos, pero a medida que iban mejorando de status el pudín se volvía más sofisticado.

Hoy es un postre muy preciado, del que existen numerosas versiones. Para mí la mejor es ésta, la de mi madre.

Ingredientes:

Pan duro (más o menos una barra)
2 tazas de leche
1 taza de azúcar
4 huevos
2 cucharadas de mantequilla derretida
2 cucharadas de vino seco o dulce
½ cucharadita de vainilla
Pasas y almendras al gusto

Preparación:

Quitar la corteza al pan. Echarle la leche y cuando ablande ponerlo en la batidora con todo lo demás. Mezclarlo todo.

Engrasar el molde y al horno hasta que el cuchillo salga seco, a temperatura media.

Nota.- Mi madre era muy minuciosa y le quitaba la corteza al pan. Uno de esos extraños días en que he osado entrar en la cocina lo hice con la corteza y quedó tan rico. Lo digo para quienes no gusten de pasar trabajo.


Ya me dirán.

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