miércoles, 15 de noviembre de 2017

Gertrudis Gómez de Avellaneda (Tula para su familia)

Gertrudis Gómez de Avellaneda
Federico Madrazo (1857)
Museo Lázaro Galdiano (Madrid)







Nació en Camagüey (Cuba) en 1814 y murió en Madrid (España) en 1873. Vivió en Cuba hasta 1836, fecha en que a sus veintidós años, parte con su familia hacia España. Al comienzo de este viaje compuso el soneto «Al partir» que una de sus estrofas dice así:

¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.




Su copioso legado intelectual, su apasionado carácter, su rebeldía ante los prejuicios sociales, su generosidad, su biografía, hacen que se le considere como una de las precursoras de la novela hispanoamericana y del feminismo en España, a la altura de Juana Manso, Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carboneda, Rosario Orrego, Mercedes Marín, Julia López de Almeida y Manuela Gorriti… Su poesía se ha comparado con la de Louise-Victorine Ackermann o la de Elizabeth Barrett Browning, por sus análisis y conclusiones de los estados emocionales derivados de la experiencia personal amorosa.

Antes de la llegada a España, vivió una corta temporada en Burdeos, luego la familia se estableció en La Coruña. Allí escribió sus primeras seis composiciones. En esta ciudad, mantiene una relación amorosa con el hijo del Capitán General de Galicia, Mariano Ricafort Palacín y Abarca, pero el noviazgo se rompe. El joven Ricafort no consideró oportuno que su novia se dedicara a escribir poesías.

De La Coruña pasó a Andalucía, publicando versos en varios periódicos de Cádiz y Sevilla, bajo el seudónimo de «La Peregrina» que le granjearon una gran reputación. Instalada definitivamente en Sevilla es, donde en 1839 conoce a Ignacio de Cepeda y Alcalde, joven estudiante de Leyes con el que vive una atormentada relación amorosa. Para él escribió una autobiografía y gran cantidad de cartas que publicadas a la muerte de su destinatario muestran los sentimientos más íntimos de la escritora. Los originales de las mencionadas cartas, así como la autobiografía y otros documentos de capital importancia para el estudio de Gertrudis, se han encontrado recientemente en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

Estrenó en 1840, Sevilla, su primer drama titulado «Leoncia». Ese mismo año marchó a Madrid donde hizo amistad con literatos y escritores de la época. En 1841 publica con gran éxito su primera colección de versos titulada «Poesías», que contenía el soneto «Al partir» y también su famosa novela, «Sab», considerada como la primera novela antiesclavista de la historia, anterior incluso a La Cabaña del tío Tom de la escritora norteamericana Harriet Beecher Stowe.

En 1842 publica «Dos mujeres» obra en la que defiende el divorcio como la solución a una unión no deseada, cosechando a sus primeros detractores por el abierto feminismo que ya destaca en su obra. Su tercera novela será «Espatolino», obra de corte social, en la que denuncia la terrible situación en que 
se encontraba el sistema penitenciario de entonces.

En 1844 estrena su segunda obra de teatro «Alfonso Munio». El éxito fue apoteósico y la fama de la escritora sube a niveles insospechados. Por aquellos años ha conocido, entre otros, al poeta Gabriel García Tassara. Entre ellos nace una relación que se basa en el amor, los celos, el orgullo y el temor. Tassara desea conquistarla para ser el rey de su corte de admiradores, pero no tiene ninguna intención de casarse con ella. Escribió versos en los que se puede leer que le reprocha su egolatría, ligereza y frivolidad y se desentiende cuando la deja embarazada y soltera, en una época difícil para esa circunstancia. Ella en su amarga soledad y pesimismo viendo lo que se le venía encima escribe: «Adiós a la lira», una despedida de la poesía. Piensa que debido a los enredos amorosos, es su final como escritora. Pero no fue así.

En 1845 obtuvo los dos primeros premios de un certamen poético organizado por el Liceo Artístico y Literario de Madrid, momento a partir del cual figuró entre los escritores de mayor renombre de su época.

En abril de ese año tiene a su hija María, o Brenhilde, como ella prefiere llamarle. Pero la niña nace muy enferma y muere con siete meses de edad. Durante ese tiempo de desesperanza escribe cartas a Cepeda sin recibir respuestas:

«Envejecida a los treinta años, siento que me cabrá la suerte de sobrevivirme a mí propia, si en un momento de absoluto fastidio no salgo de súbito de este mundo tan pequeño, tan insignificante para dar felicidad, y tan grande y tan fecundo para llenarse y verter amarguras».

En 1846 casó con don Pedro Sabater el gobernador civil de Madrid, un hombre enfermo que apenas un año después de su matrimonio la dejó viuda. Desesperada se recluyó en un centro espiritual perteneciente a la congregación de la Sagrada Familia de Burdeos, lugar donde escribió: «Manual del cristiano», que supuso el comienzo de una inclinación hacia la religión que se haría progresivamente más presente en su obra.

Compuso dos elegías que se cuentan entre lo más destacado de su obra poética. Estos y los dos poemas titulados: «A él» dan cuenta de sus experiencias personales.

A él

No existe lazo ya; todo está roto:
Plúgole al Cielo así; ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto;
mi alma reposa al fin; nada desea.

Te amé, no te amo ya; piénsolo, al menos.
¡Nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
trague el olvido; el corazón respire.

Lo has destrozado sin piedad; mi orgullo
una vez y otra vez pisaste insano...
Mas nunca el labio exhalará un murmullo
para acusar tu proceder tirano.

De graves faltas vengador terrible,
dócil llenaste tu misión; ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que, irresistible,
postró ante ti mis fuerzas vencedoras.

Quísolo Dios, y fue. ¡Gloria a su nombre!
Todo se terminó; recobro aliento.
¡Ángel de las venganzas!, ya eres hombre...
Ni amor ni miedo al contemplarte siento.

Cayó tu cetro, se embotó tu espada...
Mas, ¡Ay, cuán triste libertad respiro!
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada,
y en honda y vasta soledad me miro.

¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.
Solicitó su ingreso como académica en la Real Academia de la Lengua Española (RALE) en 1853, pero no prosperó, por lo que recibió el honor de ser la primera escritora a la que la Academia dijo: No. Posteriormente también fue denegada la entrada a Emilia Pardo Bazán y María Moliner. No sería hasta 1979 cuando la RAE aceptara el ingreso de la primera mujer en la Institución: Carmen Conde -126 años pasaron-. Después lo hicieron Elena Quiroga (1984), Ana María Matute (1998), Carmen Iglesias (1986) y Margarita Salas (2001). Un caso excepcional es el de María Isidra de Guzmán y de la Cerda, admitida como académica honoraria en 1784.

Conoció a Víctor Hugo, Chateaubriand y Lord Byron. Recibió el apoyo personal de escritores como José Zorrilla, Fernán Caballero, José Espronceda y Alberto Lista; pero también las críticas de intelectuales como Marcelino Menéndez y Pelayo, uno de los que influyó para impedir su ingreso a la RAE.

Se casa de nuevo en 1856 con un político de gran influencia, don Domingo Verdugo. En 1858, a raíz del fracaso en el estreno de su comedia: «Los tres amores», su esposo achacó a un tal Antonio Ribera la autoría de haber arrojado un gato a las tablas. Hubo un enfrentamiento entre ellos y Domingo Verdugo resultó herido de gravedad. El matrimonio viajó a Cuba en 1859 con la esperanza de que el clima del Caribe sanara las heridas.

En Cuba, Gertrudis Gómez de Avellaneda, fue celebrada y agasajada por sus compatriotas después de veintitrés años de ausencia. En una fiesta en el Liceo de La Habana fue proclamada poetisa nacional. Durante seis meses dirigió una revista en la capital de la Isla, titulada Álbum cubano de lo bueno y lo bello (1860). Escribe «La Mujer», una serie de artículos en los que intenta demostrar la igualdad intelectual entre mujeres y hombres.

A finales de 1863 muere su segundo esposo, lo que acentuó su espiritualidad y entrega mística a una severa y espartana devoción religiosa. Viajó por Norteamérica y en 1864 regresa a Madrid

Murió el 1 de febrero de 1873, a los 58 años de edad, sus restos reposan en el cementerio de San Fernando de Sevilla.

Por su actitud vital, así como la fuerza que imprimió a sus personajes femeninos literarios no es extraño que se le considere precursora del camino hacia la modernidad y liberación de la mujer.





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