miércoles, 28 de febrero de 2018

De tertulia con... La bañera

Jacques-Louis David
La muerte de Marat (1793)


Hay a quien le gustan las bañeras o tinas, que es más romántico, por su carácter privado y a otros por todo lo contrario. Pero ya sea a solas o acompañados es placer de dioses darse un baño y soñar mientras nos vamos relajando del ajetreado quehacer diario. 

Un ejemplo arqueológico emblemático es el «Gran Baño de Mohenjo Daro», sus ruinas se encuentran en Pakistán, fue una especie de piscina municipal con escaleras que bajaban hasta el agua. Las bañeras individuales más antiguas se encuentran en Babilonia hacia el 1800 a.C. Las excavaciones en los palacios micénicos concuerdan con los relatos de los poemas homéricos. Creta nos ha legado una perteneciente al palacio de Cnosos que asombra por su parecido a las bañeras de principios del siglo XX.

Era costumbre ofrecer un baño a los huéspedes. Muchas familias tenían baño en sus casas aunque al parecer las termas eran mucho más populares, pues no solo se bañaban también recibían masajes. Eran lugares ideales para las relaciones sociales, económicas y políticas, ya que abrían al mediodía y cerraban al ponerse el sol.

Las bañeras podían ser de mármol, ónice, pórfido e incluso de plata. Con la caída del Imperio Romano esa costumbre decreció, a pesar de su mala fama la Edad Media no era tan alérgica al baño como nos han querido hacer ver, pues en la España musulmana estaba muy extendida la costumbre de bañarse.

En Francia en el siglo XVIII se inventaron las bañeras con desagüe. Se comenta que por aquella época, visitaba París, Benjamin Franklin, el inventor del pararrayos, y le gustaron tanto las bañeras que se llevó varias a Norteamérica y redactaba en ellas sus escritos.

Se creía en la antigüedad que el uso del baño estaba relacionado con la medicina y la magia y que era un buen remedio contra las enfermedades. El naturalista e historiador Plinio curaba su asma en la bañera. Había baños para todos los gustos: los de tierra servían para combatir la tuberculosis; los de hojas de abedul contra el reumatismo y la hidropesía; los de heno o de saúco contra el dolor de huesos, hasta los parisinos pusieron de moda el baño a la carta. En el menú se contaba con baños de azahar, de miel, de esencia de rosas, de leche, de vino…

La bañera más famosa de la antigüedad fue la del sabio Arquímedes de Siracusa. Ya sea anécdota, leyenda o realidad, lo cierto es que algún tipo de recipiente resultó ser clave para descubrir y enunciar la ley física conocida como principio de Arquímedes.

Plinio cuenta que Popea, esposa de Nerón, llevaba en su comitiva quinientas burras nodrizas para bañarse en su leche, es de suponer que también llevaba una bañera. En este capítulo de belleza también podría incluirse la bañera de la reina egipcia Cleopatra VII, y la de Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón.

En su testamento, Pedro III de Aragón dispuso que su cadáver recibiera sepultura en el Monasterio de Santes Creus, y en una bañera de pórfido rojo, que el almirante Roger de Lauria trajo desde Sicilia, como sus antepasados Enrique VI y Federico II, enterrados asimismo en bañeras romanas de pórfido, reutilizadas como sarcófagos.

Tristemente famosa sería la bañera de Marat, en la que el estadista de la revolución francesa se sumergía durante largas horas para aplacar una enfermedad de la piel, y en la que murió apuñalado por la joven Charlotte Corday.

El genio de Alfred Hitchcock inmortalizó cinematográficamente la bañera en la recurrente escena de Psicosis: "...Marion entra en el cuarto de baño y se desnuda para darse una ducha. Ya de pie en la bañera, y con el agua corriendo, no oye que alguien abre la puerta del baño. Inesperadamente se corre la cortina y apenas alcanzará a ver la sombra de una mujer mayor que esgrime un gran cuchillo de cocina. Marion grita y cae sobre el borde de la bañera. La ducha seguirá corriendo y arrastrando la sangre hacia el sumidero. Un primer plano muestra su ojo, mientras la cámara se aleja girando sobre sí misma..." ​

Julia Roberts y Richard Gere protagonizaron una preciosa escena de bañera en esa película tan taquillera de los años 90 ¿recuerdas su nombre?

Volvamos a la realidad. En tiempos de sequía lo más apropiado es una ducha.

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