lunes, 19 de marzo de 2018

Luis Miguel García de Mora: Pregón de feria de mi padre


Para el forastero amigo

Llégate a La Solana, forastero amigo. Estamos en feria. Pasa unos días con nosotros, entrégate con alma noble al pueblo y el alma noble del pueblo se te entregará reventando como un clavel.

Y, ¡Cuidado!, no prejuzgues su valía. No midas a la población por unas afueras nada bellas o por un pedregoso o polvoriento camino. Adéntrate. El gran pueblo te acoge y vencerá cualquier ligera impresión apriorística; ríndele tú después, forastero amigo, el homenaje que merece por sus méritos, por su ajetreo diverso y dinámico y por su espíritu de innata expansión afectiva.

No tendrás más remedio… Si en tantos casos creíste tocar oro y te resultó deleznable oropel, aquí de fijo va a sucederte lo contrario; creerías estar ante una burda imitación y has de convencerte muy pronto que palpas oro legítimo, oro de ley, que no bruñe porque le cubre una vieja capa de moho, a la buena de Dios, inconsciente el preciadísimo metal de su importancia.

La feria, en cuanto fiesta, te será grata. Este año, la disfrutaremos en el marco vegetal y vistoso del parque. Con esta escenografía incomparable la feria cobrará rango inusitado. En la plaza de la Iglesia y del Ayuntamiento la fiesta quedaba chata y era eminentemente más pueblerina. Por amplitud de terreno, por estética y por higiene, la feria ha elegido un nuevo trono. Todo ha de bailar al ritmo exigente y renovador de los tiempos…

Ha sido aciago el año agrícola, nervio de nuestro cotidiano vivir. La gente, eternamente esperanzada, sufre con la espantosa realidad que trajeron las sequías; y la crisis vinícola, con una óptima cosecha a la vista, acentúa el malestar. Pero es un malestar íntimo, para «internos», que se aguanta con ejemplar entereza, y del que no se hace ostentación ni bandera. A la chita callando, forastero amigo, se pudren los pesares en el corazón, pero que no trascienda demasiado el disgusto, que estamos en feria y tú, visitante, tienes que percibir en nuestros actos y gestos la más encendida cordialidad, iluminada la faz de cariñosa simpatía. Es claro que se gastará menos dinero, pues hay poco. Pero siempre rodará como para reiterar que La Solana es uno de los pueblos más rumbosos y desinteresados de La Mancha.

Por cierto que si estás, amigo, al tanto de las inquietudes regionales, sabrás que, pareja con la exaltada reivindicación de toda La Mancha, corre veloz la reivindicación solanera. La Solana, no obstante constituir la notoriedad de un buen granero y de una panzuda tinaja de vino y de ofrecer a los ámbitos la gala genuina y maravillosa de su industria hocera, era un pueblo, si no ignorado, poco o mal conocido. Hoy ya sabe la gente que La Solana existe, que La Solana «pita»; hoy está en candelero, en la cúspide de las localidades provinciales. Quienes más quienes menos, todos coadyuvamos al fomento de su mejor y más esclarecida fama y al prestigio de sus materiales y espirituales valores.

Las visitas de calidad que en los últimos meses nos honraron, acrecentaron nuestra personalidad y valimiento por cuanto aquí vieron y de aquí dijeron, y aunque ya dimanaron algunas de índole económica, todavía hemos de esperar repercusiones favorabilísimas. Todo sea por la gloria de La Solana, el pueblo que fue víctima de una prolongada preterición… ¡Adelante! Gritamos, y, mitad por mitad poetas y locos -como aquel Caballero que desfacía entuertos-, manumisos al fin de la incomprensión ajena, alzamos el vuelo audaz y arrebatador de las águilas para situar en la prócer altitud del monte al pueblo bienamado…

Ven, forastero amigo, y verás lo que hay en la superficie y en el subsuelo. Verás franqueza, prestancia y un orgullo razonable, definiciones privativas de La Solana. No faltes para comprobarlas. Te esperamos. Tú pulsarás cuánto es este pueblo y cómo somos los que, nacidos en él o a él adaptados, vamos a recibirte. El oro está, ¡una mina de oro! Escarba, y te cegará su brillo, que disimulaba el moho, al sol implacable de julio…

¡Por La Solana en sus ferias, por los solaneros en su algazara y por los forasteros amigos que nos acompañen, alcemos el vaso sagrado de nuestros más generosos e hidalgos deseos!



© Miguel García de Mora
Boletín de La Solana de Ferias, 1959   


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