sábado, 21 de abril de 2018

María del Carmen Aranda: Los colores que no veía la Luna


       

“Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verlo”
                     
Confucio (¿551 A.C?)
                                                          Pensador Chino


Buenos días le decía el Sol a la Luna, buenas noches la Luna al Sol.
                                              





Unos cuantos minutos diarios eran suficientes para saludarse.

Una mañana antes de esconderse la Luna le pregunto al Sol:

¿Cómo ves la Tierra, Sol?

Te lo pregunto porque yo la veo siempre oscura con sombras y miedos; todos permanecen en sus escondrijos en silencio y sólo algunas veces se oyen los pasos de algunos atrevidos a quienes no les importa andar en la oscuridad.

Los colores son grises y negros; algunas veces nuestra amiga la tormenta me hace ver que existen otros colores en la tierra a través de sus rayos, pero todos ellos son apagados, sin vida, un mundo donde no quisiera vivir.

He visto algunas veces destellos de color cobre que brotan de las altas montañas dicen que es el fuego y que tras la belleza que se muestra en la noche, trae la desolación y sufrimiento al día. 

Es triste que siempre lo veas así, -le dijo el Sol a la Luna.

La Tierra es divertida; la lluvia trae perlas cristalinas haciéndola florecer y otras veces en el cielo se forman bellas formas de múltiples colores; tienes el azul del mar, el verde y ocre de los campos, el rojo, violeta, amarillo de las flores y la blancura de la nieve. La vida que hay en la Tierra nos ama, yo los veo que salen y andan con la claridad, pero también en la oscuridad.

‒¡Pobre Luna! ‒recapacitó el Sol.

Estás destinada a la oscuridad y el silencio, pero no debes perder la esperanza, quizás algún un día podrás ver todo lo que te estoy contando.

Y la Luna permaneció noche tras noche observando la Tierra durante años hasta que un día vencida ya la noche y cuando menos lo esperaba la tierra se iluminó y pudo comprobar que lo que el Sol le había contado era cierto, que lo que ella veía no era en realidad lo que creía, que tras la oscuridad y el silencio había claridad y júbilo.

A partir de entonces la luna se acostaba tranquila al saber que el silencio y la aparente oscuridad de la noche sólo era el sosiego al tránsito de un nuevo día, lleno de alegría.

Así somos. Los seres humanos, viviendo bajo el mismo techo, vemos las cosas de diferentes colores, percibimos distintos sabores y olores y tenemos distintas sensaciones, cada uno de nosotros somos un Sol o una Luna, todo depende del momento en el que abres tus ojos.

© María del Carmen Aranda
Escritora / Poeta

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