jueves, 19 de julio de 2018

Liliana Delucchi: ¿Quién eres?

Inger bajo el sol de Edvard Munch


Sin ruido y con mucho cuidado, Lucía se quita los zapatos y comienza a descender las escaleras. Su habitación está en la planta alta y, desde que recuerda, los escalones emiten ronquidos cada vez que los pisa. Es la hora. Aprovecha que su madre y sus tías toman el té para escapar a la playa. Ella debe de estar en aquel lugar.

La primera vez que la vio, la señorita Clara salía de su casa; vestida de blanco, se cubría del sol con una sombrilla y caminaba lentamente, como flotando. Creyó que era un hada y esa noche soñó que bailaban en Nunca Jamás.

Días después la vio en el mercado de la plaza; las manos se extendían hacia las manzanas y Lucía quiso decirle “cuidado, pueden estar envenenadas”, pero su madre tiró de ella y se perdieron entre la multitud.

Un miércoles, al volver de la clase de pintura, decidió dar un paseo por el arenal y allí tuvo lugar un tercer encuentro. La señorita Clara, sentada en las rocas, miraba un punto en el horizonte. La niña trató de distinguir a dónde se dirigían sus ojos, pero solo vio un espacio infinito, sin una nube y más a lo lejos, rompiendo el cielo…, la silueta de un barco pirata. La mano de la mujer se alzó en un saludo, y el buque desapareció.

Con disimulo, Lucía entra en la cocina, coge una cesta y la llena de las galletas recién horneadas que hay sobre la encimera. Descalza, sale a la playa y camina por la arena hasta llegar a las rocas. Se detiene, apoya la canasta sobre las piedras, la abre y le ofrece una pasta a la señorita Clara. Comen en silencio.

—¿Quién eres? —pregunta la niña.

La dama se quita el sombrero, sonríe y le responde.

—Quien tú quieras.


© Liliana Delucchi

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