miércoles, 11 de julio de 2018

Socorro González-Sepúlveda Romeral: Cartas en guerra

Wikipedia/Ejército Republicano/Guerra Civil


Queridísimo Pedro:

Aunque no tengo noticias tuyas, sé que estás vivo. Lo sé porque yo sigo viviendo y no podría hacerlo sin ti. Desde que te fuiste, los días son más largos y más fríos. Estamos en abril, pero nieva y hiela como si fuera invierno. Este frío a destiempo  –dice tu madre─ es triste como la muerte de un niño.

A pesar del tiempo transcurrido, no puedo acostumbrarme a tu ausencia. Durante el día la urgencia del trabajo hace que me olvide un poco, pero por la noche, la siento como un mordisco en el centro del pecho. Tu padre maldice continuamente esta absurda guerra, tu madre reza a escondidas por ti y tu hermano, a pesar de su cojera, intenta suplir tu trabajo como puede, pero sospecho que  hubiese preferido  ir a la guerra contigo. Es muy joven y tiene la cabeza llena de fantasías.

En el pueblo la tierra está abandonada; crece la hierba donde antes crecía el trigo y la cebada. Empieza escasear el pan y la carne.  Los que quedamos mujeres, viejos, niños y el cura, que va de una parte a otra del pueblo intentando consolar, vivimos pendientes del correo y de los partes de guerra. Nos ha dejado el tío Francisco, se lo ha llevado el frío y la soledad, también ha muerto la yegua de los vecinos y el perro del pastor. Todos envían recuerdos para ti. Tu madre no para de hacer recomendaciones: que te abrigues, que reces,  que comas. Dice que la guerra la han inventado los hombres.

Recibe todo el amor de tu mujer. Teresa.

Querida Teresa:

No he podido escribir antes, ahora apenas puedo hacerlo. No, no he muerto, pero ha muerto el hombre que  conocías. Soy otro, Teresa, física y moralmente. Me han herido, he pasado hambre, frío, calamidades sin fin,  y sobre todo, he  pasado miedo, mucho miedo al principio… Luego, me he acostumbrado a esta guerra y me he endurecido para sobrevivir.

Me confieso contigo. He estado con mujeres que no se parecían a ti. He robado comida y otras muchas cosas… He matado sí, he matado, no solo en defensa propia, he matado y luego he dormido a pierna suelta. Soy otro hombre,  sin esperanza. Cuida de mis padres, no dejes que mi hermano vaya a la guerra. Si no vuelvo recuérdame como era antes.

Recibe todo el amor que aún pueda quedarme. 

Tu marido, Pedro.
                               
                                       © Socorro González- Sepúlveda Romeral

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