viernes, 2 de noviembre de 2018

Amantes de mis cuentos: La yanqui de mi nieta



Algo se abochorna ‒pero con mucho cariño‒ de su abuela porque dice «good bye» con un acento que chirría.

Para la falta que me ha hecho. Hace la tira de años cansada de tan poca comida y tanto solar, me largué para el Malecón. Ahora soy vieja, pero yo tuve quince años… Y dejaba bizco al que pasaba por mi lado.

Nada de recoger piltrafa en aquel muro. Todo lo contrario. Hay que saber elegir. Por lo que me embadurné de un caché que, aunque pasando miseria parecía de la «high life». Todo transcurría lentamente hasta que me arrimé a un canadiense viejo y achacoso y con su ayuda me sacó del país.

Un año estuve casada con él ‒quien es bien nacido es agradecido‒ pero «mija» no dejaba de pensar en cómo me lo iba a quitar de encima. La vejez es contagiosa y a mis veinte años no me podía dejar caer.

¿Qué hice?

No tuve que realizar nada. La vida me allanó el camino. Se lo llevó una blanca mañana, que daba espanto por la nieve que caía. Esperé a que llegara el verano y una noche de luna llena me largué y como pude ‒con la ayuda de un guardia fronterizo en pago de mis buenos servicios‒ crucé la frontera.

Fue la última vez que realicé trabajos en la profesión más antigua que se conoce. Con la ayuda de familiares y amigos me busqué la vida y debo reconocer que no me ha ido mal. Tengo casa propia, un carro, dinerito en el banco y les facilité una vida mejor a mis padres, a mis hermanos, a mis primos, a mis vecinos.

Me casé muy bien casada y por amor, tuve una hija a la que dimos una buena educación y ahora viuda estoy mirando acicalarse a mi nieta para asistir a su fiesta de graduación. Solo habla español conmigo, ella es norteamericana, pero eso sí, a la hora de comer, que nadie le quite el arroz con frijoles negros y las masas de puerco frita que le hace esa abuela que chapurrea un inglés para taparse los oídos, pero que se hace entender de maravilla y consigue todo lo que se propone.

¡Espabila! Le aconsejo. Y me mira como si estuviera loca. La juventud no se da cuenta que los años se pasan en un parpadeo.



© Marieta Alonso Más

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