Plaza de la Paja 1860 Capilla del Obispo |
Es
una de las plazuelas del antiguo Magerit árabe. El nombre le viene de la costumbre allá por el
siglo XV de vender allí la paja que se daba como subvención al capellán y
cabildo de la Capilla del Obispo para mantenimiento de las mulas.
Ha
tenido otros nombres como Plaza de San Andrés y Plaza del Marqués de Comillas,
pero siempre se vuelve al redil y se conoce como Plaza de la Paja. El motivo de llamarla de San Andrés fue cuando
Felipe V quiso premiar a uno de sus capitanes por su valor en la batalla de
Almansa y le concedió estos solares y un pendón que llevaba pintada la cruz en
aspa o cruz de San Andrés. El segundo
nombre fue en el siglo XIX cuando fue dedicada al naviero, fundador de la
Compañía Trasatlántica y propulsor de la Marina mercante española, don Antonio
López y López, marqués de Comillas.
Fue lugar
de residencia de las principales familias nobiliarias de Madrid. Destacan varios edificios:
La
Capilla del Obispo que fue construida entre 1520 y 1535, presenta una notable
fachada plateresca que deja paso, en el interior, a un estilo transitorio entre
el gótico y el renacimiento.
Fachada del Palacio de los Vargas |
El
Palacio de los Vargas, siglo XVI. Su fachada fue transformada en el siglo XX,
de forma que la Capilla del Obispo y el Palacio de los Vargas muestran idéntica
fachada. Adosado a la fachada hay una escultura de bronce del siglo XX que
representa a un hombre sentado en un banco de piedra leyendo un periódico.
Estatua en bronce |
El
palacio de don Beltrán de la Cueva, dudoso padre de la Beltraneja, hoy colegio
de San Ildefonso.
El
palacio del Infantado donde lloró doña Juana la Loca, sus cuitas de amor y
donde el Cardenal Cisneros es muy probable que pronunciara la famosa frase: “Estos
son mis poderes”.
El
Palacios de los Lasso de Castilla donde los reyes Católicos encontraban
alojamiento cuando venían a Madrid.
El
palacio de los marqueses de la Romana, de Benavente, de Villafranca, y más. En el
siglo XIX, la gran mayoría de estos palacios, sufrieron un proceso de decadencia y un posterior
abandono que terminó cuando los propietarios cedieron sus solares para la
construcción de viviendas destinadas a las clases populares y de paso obtener rentas por su alquiler.
Una
plaza llena de encanto y de historia. En ella desemboca la calle de Alfonso VI,
que entró victorioso a la plaza por la calle del Aguardiente y hoy lleva su
nombre, la calle del Toro, la calle de la Redondilla, la del Príncipe de
Anglona, la del Alamillo y la atraviesa de norte a sur la Costanilla de San
Andrés. Pequeña plaza escondida en pleno Madrid de los Austrias, en el barrio
de La Latina.
Nada
hay tan placentero como salir a pasear un domingo, temprano en la mañana, por
estas calles.
Fuentes:
. Cabezas, Juan Antonio: Diccionario de Madrid. Compañía Bibliografía Española, S.A. 1968
. Azorín, Francisco: Leyendas y anécdotas del viejo Madrid. Ediciones La Librería, S.A. 2007
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