Era
tan alto y grueso que tuvieron que hacer el ataúd a su tamaño. Le vistieron con
el mejor traje, pajarita incluida. Después de mucha deliberación llegaron al
acuerdo de colocarle el bisoñé, ya que la calva brillaba en demasía, a través
del cristal. Diez hombres fornidos le llevaron en andas hasta la funeraria.
Tras
colocar con esmero toda la parafernalia que conlleva un muerto, su íntimo
amigo, comenzó con los panegíricos. A medida que se iban turnando los oradores,
el muerto era mejor persona, amigo, hijo, esposo, padre… pero de madrugada
comenzaron los murmullos entre los que se habían quedado a pasar la noche junto
al féretro.
Que
si era bastante avaro y le contaba los garbanzos a la mujer, que si hacía gala
de una educación que era solo fachada porque de vez en cuando salían sapos y
culebras, por su boca. Que si no había sido un amante esposo, ya que le
prestaba más atención a su amigo, el que emocionado hasta las lágrimas soltó el
primer discurso. Que si tuvo media docena de hijos, aunque ninguno se le
pareciera. Se daba por hecho que por culpa de lo exiguo de su órgano viril, no
daba la talla en la cama.
Al
oírse decir esto buscaron con la mirada al amigo que lloraba en un rincón y a
la esposa que roncaba con la cabeza sobre el sarcófago. Fuera de su círculo
nadie había escuchado nada, así que decidieron reanudar tan excitante
conversación.
La figura que yacía impertérrita, no reflejó en su rostro enfado
alguno.
© Marieta
Alonso Más
qué bueno Marieta!!! Este es el cuento que publicaste en el libro "Y usted ¿de qué se ríe??
ResponderEliminarCarmen Dorado
No chiquilla. En principio sí pero después fue Trueque el que publiqué en "Y usted ¿de qué se ríe?
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