Pilar Álvarez Novalvos |
Reseña Literaria
26.02.2012
EL LIBRO DE LOS VIAJES EQUIVOCADOS. Clara Obligado
Madrid. Ed. Páginas de Espuma, 2012
ISBN: 978-84-8393-052-6
El libro de los viajes equivocados es una obra de arte, un milagro, porque la caracola sobre la que se
asienta contiene el número Φ, es decir, la autora ha hecho los más increíbles malabarismos para conseguir
edificar su obra sobre la proporción áurea. La Gioconda, la Acrópolis de
Atenas, los pétalos de una rosa, el vuelo de un halcón sobre su presa o el
cuerno de un carnero están creados sobre esta maravillosa proporción.
Igual que Cortázar estructura su cuento Lejana
(Bestiario) sobre un palíndromo para mostrarnos al final, sobre un puente,
dónde se halla el palíndromo de la historia, Clara Obligado, para contarnos
estos viajes equivocados, escoge un armazón de espiral que desde el primer
minuto sostiene esa forma particular de transcurrir el tiempo. En ella el
"azar" rige la vida de los protagonistas e incluso de los objetos
(esto se anuncia en el primer relato, con dicho título). Esa vida no es otra
cosa que un viaje, muchos viajes, especialmente el de los emigrantes (como
ella), aunque no se olvida de aquellos que se atreven a romper la inercia del
bucle para viajar en pos de sus sueños. Por eso, espacios, tiempos y
protagonistas se convierten en vasos comunicantes que aparecen aquí y allá,
entretejidos en una tela de araña que, de repente, rompe la frontera del libro
de cuentos para transformase en una novela con sentido propio (la autora,
consciente de ello, sugiere que leamos el libro en el orden en el que ha
situado los relatos).
¿Por qué una espiral? Porque es la forma idónea para
su visión del tiempo. Una concepción que, antes que en los griegos de hace casi
2.800 años, ya está en los mayas (3000 a.C.) y antes incluso que en estos, en
el pueblo egipcio (4000 a.C.). Las civilizaciones nómadas son las primeras en
comprender la circularidad del tiempo, su forma de tirabuzón infinito; es fácil
entender el eterno retorno cuando se observan los ciclos lunares o las
estaciones. En una ocasión, la autora explicaba su simpática percepción del
tiempo: "es como un queso Gruyère, algo tupido y con agujeros que se
comunican entre sí".
De esta idea debe de proceder la necesidad de sembrar
en la obra motivos literarios: puentes, de los que no solo unen o separan
pequeñas orillas sino también continentes y seres humanos; manos que dicen
adiós; fotografías que fijan el tiempo en un espacio y cuyo fotógrafo
colecciona puentes con sus respectivas historias; caracolas que el azar instala
en distintos lugares del planeta en el pasado, presente y futuro; lugares que
se reiteran; trenes, aviones, barcos....
Por otro lado, es admirable la labor que ha realizado con los personajes. Se enredan en las historias y las atraviesan con sus vidas múltiples al mismo tiempo que van evolucionando bien como una prolongación de la hélice perpetua de la que forman parte, bien desarrollándose en universos paralelos. En esto, El libro de los viajes equivocados es una obra de ingeniería. Y el lector, por paradójico que pueda parecer, nunca se pierde en esta maraña de vidas.
Por otro lado, es admirable la labor que ha realizado con los personajes. Se enredan en las historias y las atraviesan con sus vidas múltiples al mismo tiempo que van evolucionando bien como una prolongación de la hélice perpetua de la que forman parte, bien desarrollándose en universos paralelos. En esto, El libro de los viajes equivocados es una obra de ingeniería. Y el lector, por paradójico que pueda parecer, nunca se pierde en esta maraña de vidas.
¿De qué más puede servirse un escritor para conseguir
la sensación de conexión entre las redes temporales? De la intertextualidad. En
este caso nada menos que doble. Deslumbrante. Además de encontrar constantes
alusiones a obras y escritores referentes de la autora (Monedas de oro
podríamos haberla escuchado de labios de Sherezade; Madison, los puentes de,
nos ofrece el final que Robert James Waller no quiso escribir; Albania
celebra La virgen albanesa de Alice Munro; Las dos hermanas, se
hace eco de las tres de Chéjov...) su propio trabajo se convierte en intertexto
de sí mismo gracias a las continuas alusiones que se cruzan entre sus relatos. Chapeau,
Clara Obligado.
Asimismo, quiero llamar la atención sobre el número de
cuentos incluidos en este volumen: once en total (número "maestro",
esto es, de inspiración, de revelación). Por tanto, el cuento que ocupa el
sexto lugar es el estratégico; sobre él, a mi juicio, se articula el viaje más
equivocado de toda la novela y de la Historia: el de los trenes que condujeron
a millones de seres humanos al exterminio. Todo parece posible en esta obra,
así que la caracola estructural se convierte, con El silencio, en
simetría pura. Es un relato donde las palabras no dichas preñan el vientre de
un hombre estéril, donde los ojos ponen sobre lo atroz una mirada de
cotidianidad cómplice de la barbarie, donde las manos agitándose tienen el
color de un destino cierto, y donde los oídos se hacen sordos a lo evidente,
como si ello eximiera a la realidad de ser real.
Un único y delicioso cuento, La escritura,
rompe el molde del narrador en 3ª persona (que vertebra el libro y que va desde
la objetividad a distintas focalizaciones), para convertirse en el mayor
exponente de metaliteratura. Narrado en primera persona por la
protagonista-autora, en él se produce el encuentro de esta con el que será el
personaje principal de la mayoría de los fragmentos, Lyuba. Da la impresión de
que la joven se presenta ante la autora para que esta la descubra. Me recuerda
a un personaje de Pirandello en busca de autor o al Augusto de Niebla,
conversando con Unamuno.
Del estilo de la escritora quiero señalar su lenguaje
poético, desafiante, pero conciso y sugerente, en el que la búsqueda de la
expresión propia nos sorprende en descripciones, desarrollos, personajes,
diálogos, desenlaces.
El Libro de los viajes equivocados es una llamada
constante a la experiencia de los sentidos, a la evocación de la buena
literatura a través de su reformulación; es una divina caracola, un rizo áureo
de tiempo. Y su lectura es, sin ninguna duda, imprescindible.
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