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sábado, 1 de febrero de 2014

Amantes de mis cuentos: Caricias y diamantes







Una dama en un momento de locura le fue infiel a su leal marido. Se arrepintió en el acto, por supuesto. El amante, tan satisfecho quedó que, le obsequió con un reloj de oro guarnecido de diamantes. No se explicaba cómo había podido acertar pues era la piedra de su signo zodiacal: Aries. Para no hacer un feo a quien no iba volver a ver, lo aceptó.

Al día siguiente lo vendió a una joyería sita en la quinta avenida de Nueva York. No quería ni tenía por qué dar explicaciones de cómo llegó a sus manos tan preciada joya y se olvidó de ella. Costaba lo suyo así que abrió una cuenta a su nombre e ingresó lo que le habían pagado. Tenía que cuidarse las espaldas, por si acaso un día llegaban las vacas flacas.

El marido por motivos de negocios viajaba mucho y en ocasiones no podía llevarla consigo. Y eso que ella le rogaba que no la dejase sola, que era débil y sentía miedo a la soledad pero, a veces, le era imposible complacerla.

A ella la casa se le echaba encima desde el momento en que él marchaba y salía a dar largos paseos y en cada paseo, siempre encontraba algún caballero, desde luego ningún mindundi, al que era incapaz de resistírsele. Y en reciprocidad recibía una joya de regalo que recorría el mismo camino que aquel primer reloj de diamantes.

Tanto fue a la joyería que llegó a hacer muy buenas migas con el joyero, que era un hombre encantador, discreto y generoso. Sin palabras llegaron al acuerdo. Ella traía las joyas, él las tasaba y pagaba, luego pasaban una tarde maravillosa y como por arte de magia, la prenda volvía a ella.

Nadie es tan práctico como una mujer en plena madurez, así que, fue al banco y abrió una caja de seguridad donde guardó, de las miradas indiscretas, su tesoro. Su cuenta bancaria como es natural se fue incrementando, tanto que, haciendo números de lo que tenía y lo que podía conseguir tras el divorcio, tomó la decisión de abandonar a quien fuera su primer amor. Él se sentía culpable pues, pensaba que era por lo sola que la había dejado. Ella no le sacó de su error.


Se compró un apartamento muy coqueto y ahora el que fuera su marido se ha convertido en el mejor de los amigos. Por costumbre, muchas noches, se queda con ella y lo que nunca había hecho…, le regala diamantes porque simbolizan la búsqueda de la perfección, la voluntad, el triunfo. 



© Marieta Alonso Más 

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