Nadie
como Juana de Arco desafió de forma tan drástica las tradiciones del mundo de
las mujeres campesinas de la Europa del siglo XV. Desobedeció a sus padres e
importunó a sus superiores para que la dejaran actuar al margen de los
cometidos femeninos tolerados y poder salvar a Francia, sumida entonces en la
guerra de los Cien Años.
Su
infancia fue como la de cualquier otra joven de su aldea, pero es a los trece
años cuando empieza a oír las voces del Arcángel San Miguel, Santa Catalina y
Santa Margarita, que le hablan de su misión: levantar el asedio inglés de
Orleans, recuperar la lealtad de la ciudad de París y convencer al heredero de
la Corona de que, según la profecía de Merlín, Francia sería arruinada por una
mujer y recuperada por una Virgen. Su sinceridad consiguió convencer a la élite
religiosa y secular, no sin antes haber examinado un grupo de cortesanas su
pretendida virginidad.
Con
dieciséis años, vestida con ropas de soldado y el pelo cortado, la campesina
Juana de Arco consiguió romper el cerco de Orleans participando al menos en
otras seis acciones militares sin saber nada de combates ni de guerras. Pero la
situación cambió para ella cuando en 1429 el nuevo Rey inauguró un período de
inactividad militar que Juana no podía tolerar. Era imprescindible reconquistar
París y ella decidió hacerlo al margen de la autoridad real. Ser capturada por
el enemigo y verse abandonada por todos los que antes habían confiado en ella
fue una misma cosa.
Fue
sometida a examen por parte de los doctores de la iglesia de París; aliados
muchos de ellos de los ingleses. Fue considerada como un agente del diablo, no
de Dios, e intentaron numerosos métodos para intimidarla y que renegara de su
propio poder. En lugar de asignarle una mujer para su custodia, como era lo
normal, Juana tenía cinco soldados: Jean Baroust, Nicholas Bertin, Julián
Floquet, Williams Mouton y William Talbot. Tres de ellos dentro de su celda
incluso cuando dormía. Ello suponía un peligro para su virginidad, lo cual
podía dar al traste con su profecía. Fue declarada hereje. El castigo adecuado
era la hoguera. Se describe así su muerte: La
amarraron a un poste, la ataron y la quemaron lentamente, murió rezando
mientras miraba un crucifijo.
Juana
murió en la mañana del 30 de mayo de 1431 en la plaza del mercado viejo de
Rouen, deshaciéndose el verdugo de las cenizas cuidadosamente para que no
quedara ningún resto de ella que pudieran venerar los vivos. Fue una pretensión
inútil.
La
inocencia de Juana fue reconocida en 1456. En 1909 fue beatificada, y declarada
santa en 1920. Hoy es la patrona de Francia.
Fuentes:
Exposición: Mujeres con
Historia. Expohistoria 21. Un recorrido por la apasionante vida de veinticinco
mujeres.
Wikipedia, la enciclopedia
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