Al llegar a casa, sin
quitarse el abrigo, fue hacia el mueble del teléfono. El piloto rojo, parpadeando,
era el aviso de que había llamadas. Dejó las llaves que aún llevaba en la mano
y se dispuso a manipular en el aparato. Primero los mensajes; no había ninguno.
A continuación fue pasando en el visor los diferentes números correspondientes
a las llamadas recibidas: su mujer; un aviso para recoger un libro y... ¿éste
número? No lo conocía. Sacó su agenda, allí no estaba, revolvió uno de los
cajones del mueble y extrajo un listín que fue mirando hoja a hoja. Tampoco tuvo éxito este examen. Aunque no
era una cuestión vital, el no conocer el origen de la llamada le produjo
desazón.
Con el abrigo en la mano
fue a su habitación, al otro lado de la casa. Se dispuso a cambiarse de ropa y
ponerse cómodo; ya se había quitado los zapatos cuando sonó el timbre del
teléfono, una, dos, tres veces. Descalzo, iba a todo correr y cuando el aparato
daba el cuarto tono, con el auricular ya en su oído, habían colgado. Era el
mismo número que no pudo localizar antes. Nervioso, abrió, de nuevo, el cajón,
sacando listines y agendas antiguos que repasaba sin que apareciera el fatídico
número.
Sentado en frente del
mueble, seguía dando vueltas en su cabeza, en un intento de recordar. El zumbar
del teléfono le produjo sobresalto. Su mano se movió con rapidez. “Diga, diga”.
Ni un sonido. Presentía que alguien estaba al otro lado pero por más que
gritaba “diga” no hubo respuesta, solo la señal de que habían colgado. Otra vez
su mirada fue al visor. Allí estaba el número, fijo, imperturbable, como una
incitación a resolver el misterio.
Con los nervios
alterados, se aflojó el cuello de la
camisa, el sudor le corría por la frente y el pulso iba acelerado. Luego, de un
modo automático, fue escribiendo en un papel, una y otra vez, aquellos
guarismos obsesivos.
Más tarde, descalzo aún,
con el pelo revuelto y la mirada perdida, deambulaba por las habitaciones
gritando con insistencia: 898 53 14. Al fondo de la casa, de nuevo, volvía a
sonar el teléfono.
El teléfono por Alejandro Chanes Cardiel se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
© Alejandro Chanes Cardiel
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