Orhan Pamuk, nació en
Estambul el año 1952, posee varios premios literarios de diferentes países y es Premio Nobel de Literatura, le fue concedido en octubre de 2006. Una de
sus obras, autobiográfica en cierto
modo, es la titulada Instanbul. Hatiraler ve sehir, conocida simplemente como Estambul,
(Ciudad y recuerdos) publicada en 2005.
Su vida transcurre hoy entre
Estados Unidos y Estambul su ciudad, a la que no ha querido renunciar a pesar
de los problemas que suscitaron unas
declaraciones suyas en la prensa.
Me he vuelto a
reencontrar con este libro que me regalaron en otoño del 2007. Sumamente
agradable su lectura, en él Pamuk describe de forma brillante y amena la
ciudad, sus calles, paisajes y gentes así como la infancia y la vida familiar
del escritor. Ilustrado con fotografías familiares primero para continuar con
otras de la ciudad, según los temas que va tratando, así como reproducción de
grabados y dibujos, todas ellas en blanco y negro. A cada aspecto o semblanza
que hace de la ciudad, le dedica un capítulo y así es como titula uno de los
primeros: Blanco y negro, pues así son los recuerdos de su infancia.
Hay otro capítulo denominado “Hüzün” palabra de raíz árabe que significa
amargura, que aparece en dos aleyas del Corán, según dice. En él, habla de la amargura como sentimiento
místico, hace referencia a un libro de Avicena sobre la melancolía, continua
comentando y citando obras literarias sobre el tema para llegar a descubrir al
lector la amargura que asumen con orgullo los habitantes de esta sorprendente
ciudad, no como un sentimiento individual sino
como una cualidad compartida en comunidad. Dice Pamuk que desde la
música clásica otomana hasta el “pop turco”, sacan a la luz este sentimiento,
al igual que lo hace también la música de los ochenta, llamada “arabesca”, con
diversos grados de sutiliza; sin embargo el occidental que llega a la ciudad,
extasiado por los colorines estereotipados de las fantasías orientales, no es
capaz de percibir dicho sentimiento.
Pero quiero reproducir
una pequeña parte del capítulo denominado, El
descubrimiento del Bósforo, narrando su niñez, dice así:
…”Aquel
invierno mi hermano mayor y yo habíamos contraído la tos ferina. El doctor Alber,
el pediatra, del que todo nos daba miedo, desde el maletín hasta los bigotes,
después de las primera noches febriles dijo que era conveniente para nuestra
cura que todos los días nos llevaran al Bósforo un rato para tomar el aire. Así
fue como el sentido original de la palabra “Bósforo” en turco (“garganta”) se
mezcló en mi mente con la idea de “tomar el aire”. Quizá por eso no me
sorprendí demasiado cuando supe que en los tiempos en que Tarabya no era como
ahora un conocido lugar para pasear, lleno de restaurantes turísticos y
hoteles, sino una tranquila aldea de pescadores rumíes en la que hacía cien
años había vivido en su niñez el famoso poeta Kavafis, al pueblo lo llamaban
Terapia. Quizá precisamente porque lo mezclo en mi mente con la idea de la
curación, ver el Bósforo siempre me ha sentado bien.
Para
ir al Bósforo con mi madre, tomábamos el autobús en la parada que había delante
de casa. Si íbamos en tranvía debíamos caminar largo rato desde Bebek, la
última parada, hasta el lugar en el que todos los días nos esperaba el
barquero. Me producía un enorme placer pasear en barca por la bahía de Bebek entre
barcos de pesca, cúteres, vapores de las líneas urbanas y faros, abrirnos al
Bósforo y sentir la fuerza de la corriente y notar cómo los barcos que pasaban
sacudían nuestra barca con el oleaje que levantaban, habría querido que esos paseos no acabaran
nunca.
El
placer de pasear por el Bósforo se debe a que uno siente que se halla en un mar
en movimiento, poderoso y profundo dentro de una ciudad enorme, histórica y
descuidada. El paseante avanzando a toda velocidad por la corriente del
Bósforo, nota que le sobrepasa la fuerza del mar en medio de la suciedad, el
humo y el ruido de una ciudad superpoblada e intuye que todavía le es posible
estar solo y ser libre, entre tanta gente, tanta historia y tantos edificios”.
En el mes de abril del
2012 Orham Pamuk inauguró el “Museo de la Inocencia” en Estambul, donde se
exponen al público objetos cotidianos basados en la novela del mismo nombre
escrita por él y publicada en España en 2009.
© Mª Paz Horcajuelo Torres
Orhan Oamuk y la inocencia por Mª Paz Horcajuelo Torres se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Se aprecia tu vuelta a la relectura de obras del autor que mencionas a tus lectores, y también tu reciente viaje por Estambul. Muy buenas apreciaciones, respecto a tus conocimientos del autor citado y su obra, relacionados con los escenarios decritos que conoces personalmente. Enhorabuena una vez más.
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