Foto: José Mesa |
Castaños, carballos, laureles y sauces, acompañan el camino. Brezos,
tojos y retamas. Ríos, riachuelos, pequeños arroyos que los ojos buscan al
escuchar el discurrir del agua. Humedales y viñedos. Rocas cubiertas de musgos,
que acertadamente junto con sus bosques se han protegido. Son un breve resumen
de la belleza natural que ofrece la Ribeira Sacra en los cañones del rio Sil. Aves
rapaces, garzas y patos. Viaje intemporal. El caminante se deleita escuchando
esos sonidos, para muchos olvidados. Es
la naturaleza quién protege ermitas y
monasterios. Construidos hace varios siglos. Alguna vez, el viento regala el
sonido de una campana.
Lugares en que el hombre encuentra paz y bienestar. Buscados
desde la antigüedad, por esa necesidad de encontrar el sosiego espiritual. Los
eremitas, primero en solitario y luego en cenobios, limpiaban su espíritu y
buscaban a Dios, mediante penitencia, oración y renuncia a bienes materiales, entendiendo
que alejándose del mundo y siguiendo esta disciplina lo conseguirían. Y en esta
maravillosa comarca lo intentaron numerosos grupos.
Fueren cuales fueren
las creencias personales, en el pasado y ahora, es innegable que la belleza
engrandece el espíritu. Ante ella, el encéfalo genera las endorfinas que
producen sensaciones placenteras. El silencio y los sonidos de la naturaleza
invitan a la reflexión, a respirar profundamente, luego un gran suspiro y
desaparece algún que otro negro pensamiento. El alma se expande y la imaginación
crece.
Según la época en la que se visite, en algunos lugares se
pueden encontrar orquídeas amarillas y rosáceas. Campánulas en las fisuras de
las rocas, Mimosas precursoras de la primavera. Acebos, arándanos, alisos,
helechos Y en otoño, los colores rojizos, marrones, amarillentos, de árboles y
vides. Alfombras de hojas que fertilizan y cubren el suelo, invitando a saltar y corretear alegremente
como haría un niño.
Bosques escarpados,
espesos y umbríos, donde emerge la niebla, las Meigas, la Santa Compaña el
brillo de los ojos del lobo, creará un mundo de fantasía.
Al anochecer, cuando el sol camina hacía el ocaso, desde uno
de los miradores al rio, habrá que contemplar su descenso, para renacer mañana.
© Marisa Caballero
Marisa, lo pongo en primer lugar como sitio a visitar. Un lugar excelente para encontrar la paz y el sosoego, siempre que no te topes con la Santa Compaña. Gracias por tu artículo y saluos a Pepe Mesa por la foto
ResponderEliminarGracias a ti por leer mis artículos.
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