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domingo, 13 de marzo de 2016

Marisa Caballero: Un paseo por la Ribeira Sacra


Foto: José Mesa


Castaños, carballos, laureles y sauces, acompañan el camino. Brezos, tojos y retamas. Ríos, riachuelos, pequeños arroyos que los ojos buscan al escuchar el discurrir del agua. Humedales y viñedos. Rocas cubiertas de musgos, que acertadamente junto con sus bosques se han protegido. Son un breve resumen de la belleza natural que ofrece la Ribeira Sacra en los cañones del rio Sil. Aves rapaces, garzas y patos. Viaje intemporal. El caminante se deleita escuchando esos sonidos, para muchos olvidados.  Es la naturaleza  quién protege ermitas y monasterios. Construidos hace varios siglos. Alguna vez, el viento regala el sonido de una campana.

Lugares en que el hombre encuentra paz y bienestar. Buscados desde la antigüedad, por esa necesidad de encontrar el sosiego espiritual. Los eremitas, primero en solitario y luego en cenobios, limpiaban su espíritu y buscaban a Dios, mediante penitencia, oración y renuncia a bienes materiales, entendiendo que alejándose del mundo y siguiendo esta disciplina lo conseguirían. Y en esta maravillosa comarca lo intentaron numerosos grupos.

Fueren  cuales fueren las creencias personales, en el pasado y ahora, es innegable que la belleza engrandece el espíritu. Ante ella, el encéfalo genera las endorfinas que producen sensaciones placenteras. El silencio y los sonidos de la naturaleza invitan a la reflexión, a respirar profundamente, luego un gran suspiro y desaparece algún que otro negro pensamiento. El alma se expande y la imaginación crece.

Según la época en la que se visite, en algunos lugares se pueden encontrar orquídeas amarillas y rosáceas. Campánulas en las fisuras de las rocas, Mimosas precursoras de la primavera. Acebos, arándanos, alisos, helechos Y en otoño, los colores rojizos, marrones, amarillentos, de árboles y vides. Alfombras de hojas que fertilizan y cubren el suelo,  invitando a saltar y corretear alegremente como haría un niño.

Bosques  escarpados, espesos y umbríos, donde emerge la niebla, las Meigas, la Santa Compaña el brillo de los ojos del lobo, creará un mundo de fantasía.


Al anochecer, cuando el sol camina hacía el ocaso, desde uno de los miradores al rio, habrá que contemplar su descenso, para renacer mañana.








© Marisa Caballero 




2 comentarios:

  1. Marisa, lo pongo en primer lugar como sitio a visitar. Un lugar excelente para encontrar la paz y el sosoego, siempre que no te topes con la Santa Compaña. Gracias por tu artículo y saluos a Pepe Mesa por la foto

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