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jueves, 7 de abril de 2016

Mª Isabel Martínez Cemillán: El Congreso de los Diputados

Congreso de los Diputados. Madrid

Bombardeo diario en TV, radios, periódicos del Congreso, diputados subiendo y bajando, discursos, disputas, invectivas, detalles inusitados, besos “amorosos”, mamá con bebé, largas sesiones, y casi seguro que casi ninguno ha reparado en lo curiosa o casual y simbólica ubicación  del edificio, vean: rodeado por la Puerta del Sol, corazón del pueblo, Plaza de Cibeles, con el Cuartel General, ejército, Academia de la Lengua y Monasterio Jerónimos, sabiduría y religión, La Bolsa, dinero, economía, Museo del Prado, arte, un completo conjunto urbano, metáfora representativa de los Diputados, ¿o no?

Pues estaba yo sentada en soleada terraza, reposada y tranquila, frente al Congreso cuya primera piedra colocara la Reina-niña Isabel II, el 10 de octubre de 1843, obra del arquitecto valenciano Narciso Pascual y Colomer, luchando con el irregular solar hasta convertirlo en armónica distribución del Salón de Plenos, salas, otros salones y pasillos.

Y miraba la entrada principal, seis formidables columnas sosteniendo el gran frontón triangular realizado por el escultor Ponciano Ponzano, y sus figuras, España abrazada a la Constitución y rodeada por el Comercio, Bellas Artes, Justicia, Ciencia, todo el utópico idealismo del Reino. 

Debajo, escalinata, y hermosos, fuertes, representativos:

¡Los Leones!

León de bronce
flanqueando la entrada.

Y recuerdo su historia. Se encarga, también a Ponzano, que modele  unos simbólicos leones, (como casi siempre, mal endémico, escaseaba el dinero), de yeso pintado simulando bronce, pero los temibles elementos, lluvias y hielos, pronto los deterioran por completo, casi churretosos hay que retirarlos, se necesita material resistente, metal, ¡tan caro! Y un golpe de suerte soluciona el problema, las esforzadas y valientes tropas españolas ganan la guerra de África, en la batalla de Wad Ras se apoderan de cañones marroquíes, que, trasladados y fundidos en Sevilla proporcionan al escultor magnífico material para sus impresionantes leones, bautizados como Daoiz y Velarde, en honor a esos grandes héroes, colocados en el Congreso para ornato y simbólica defensa.

Hace pocos años, se desplazan para limpieza y restauración y, ¡Sorpresa!, se descubre que a uno de ellos le falta la bolsa escrotal, se publica, se comenta: ¿error del escultor?, ¿robo?

Pues no, Ponzano, hombre culto, representó a Hipómenes y Atalanta, dioses del Olimpo, castigados y convertidos en león y leona, los mismos que tiran del carro de la diosa Cibeles, así que no faltaba nada, si acaso sobraba  la hermosa y abundante melena de la leona.

Pues yo, algo adormilada por el sol, contemplaba a los que los fotografiaban y pensaba, ¿Cuántos millones de fotos han soportado, cuántos cientos de miles de sucesos han contemplado; de anécdotas, podrían contarnos?

Recordé  la entrevista imaginaria y fantástica que hace años hice a la estatua de Colón y tanto le complació, ¿me atrevería a hacerle una al león y leona del Congreso? No sé, es complicado, tengo que pensarlo.





© Isabel Martínez Cemillán

2 comentarios:

  1. Admirable Maribel. Interesantísimo el relato. Dinámico, arrebatador y clarificador de dudas. Me encanta esta "octogenial"

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