Foto: Laura Cabezas |
Hoy la noche grita en rebeldía y se hace eco en lo más profundo de mi
ser. Puede distinguirse el sonido de un violín en el viento que sopla
suave pero incesante. Es una melodía cálida, envolvente, con matices de
nostalgia que dan pie a la reflexión.
Y bien, echamos una mirada atrás y al fin hoy podemos al menos sonreír, lo
que nos pareció tan trágico en su momento trajo consigo la solución. Sólo
teníamos que posar un pie en el camino y comenzar a andar. No fue fácil, ¿verdad?,
pero a día de hoy estamos aquí y eso es lo que importa.
Arrastramos con nosotros todo lo que fuimos, todo lo que sentimos, y ello nos condiciona para el futuro próximo, en el cual la preocupación juega
su papel principal.
Mañana aún no ha llegado y Ayer ya murió. Ahora es lo que cuenta y
permanecemos inmovilizados por ella, la culpa. Cometimos errores y salimos
airosos, pero ¿y si todavía no nos ha tocado pagar por ellos?
Rezamos a nuestro Dios, si lo tenemos y le pedimos que sea clemente con
nosotros y que nos deje serlo con nosotros mismos, ya que no hay mayor castigo que la autoinculpación y la autodestrucción.
La noche sigue avanzando y se va tornando cada vez más fría, los violines siguen tocando, pero esta vez… una triste melodía. Mi corazón se estremece y mi alma se desnuda ahora que nadie puede verla ni herirla.
La noche sigue avanzando y se va tornando cada vez más fría, los violines siguen tocando, pero esta vez… una triste melodía. Mi corazón se estremece y mi alma se desnuda ahora que nadie puede verla ni herirla.
Traemos al pensamiento a aquellos seres que ya no están, que se fueron, para
que nos hagan compañía, solo por un instante, sentir su calor. Recordamos lo
bueno que nos aportaron en vida, y con los ojos cerrados tomamos una
bocanada de aire y nos reconfortamos con su presencia figurada. Ya está. Han estado
aquí y han vuelto a marcharse, solo queda su estela y reina armonía.
Entonces nos quedamos con nosotros mismos… preguntándonos qué pasará
mañana y cuándo dejaremos de sentir pavor hacia ese futuro próximo que nunca es
presente, se consume solo y pasa a convertirse en pasado.
Lo que tenga que ser será. Y mientras tanto, saber apreciar lo que nos queda,
que no es poco: Nuestra Gente, nuestros Sueños, nuestras Noches interminables
al lado de una ventana cualquiera en cualquier parte del mundo y ¡cómo no! Esos
maravillosos violines que esconde el Silencio.
© Laura Cabezas
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