Agresivas,
las colmenas de cemento
se
reparten un minúsculo jardín enfermo.
Pugnan
por conquistar el cielo
como
abortados cohetes anhelantes.
Los
microbios del cemento
se
fagocitan buscando el oro traidor.
Devoran
sádicamente los papeles
asignados
en el decorado del teatro,
donde
actúan y dicen vivir.
Las
cápsulas humeantes
avasallan
la libertad,
son
leones dominantes.
Rugen
los leones y su poder
masacra
todo, hasta los cementerios,
en
los que varios mármoles
ruegan
un silencio y un sosiego
que
ya no existen.
El
falso faro
irradia
su menguante luz
con
las campanas de oro tañendo;
y
las almas, acuden a blanquear
sus
sábanas y trapos sucios
en
la lavadora terrenal pero celeste.
La
mayoría de los papeles
se
agrisan, nadie los lee,
y
tañen las ricas campañas
disipando
algún humo amarillo y disonante.
Las
campanas ya no congregan,
son
tiempos de libertad y reflexión
para
que la luz
y
la vida, puedan ser libres.
©
Antonio Portillo Casado
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