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viernes, 1 de septiembre de 2017

Amantes de mis cuentos: Virgo



El sábado pasado me iba a ir de viaje con Ignacio que tiene los pies bien puestos en la tierra, al menos eso es lo que dice su horóscopo. 

El avión de American Airlines esperaba tranquilo en la pista. Los pasajeros nos amontonábamos en lo que pretendía ser una fila ordenada frente al mostrador donde se pesan las maletas. La terminal aérea rebosaba de vida, empleados uniformados informando dónde dirigirse, empleados con monos azules manteniendo limpios los suelos pisoteados, empleados enseñando la manera de extraer el billete de las máquinas expendedoras. Caras de animación y bullicio en algunos y de aburrimiento para otros.

Una joven de cabellos rubios -no teñidos- hasta los hombros con grandes ojos claros bordeados de espesas pestañas, que se colocaba el pelo detrás de las orejas de forma constante, miraba distraída el tumulto que le rodeaba. Dos maletas formaban su equipaje. Al lado de sus maletas un señor calvo, gordo y fofo no hacía más que mirarla. A su vez ella posó sus delicados, ojos primero en mí y luego en Ignacio. Ten paciencia, querida, hasta el mes que viene no te lo dejo, le aconsejé a través de los míos.

Una familia, formada por el matrimonio y tres niños, viajaba a su lugar de origen después de una estancia de varios años en Madrid a tenor de lo que decían. Casi seguro tendrán que pagar sobrepeso.

Los bajos de los pantalones de los jóvenes barriendo el suelo, los vaqueros con el dobladillo deshilachado, el bastón con mango de carey, el ombligo al aire, los trajes de chaqueta, las zapatillas deportivas, las pamelas, los bolsos, el bolso de marca… Todo eso me entretuvo y cuando me di la vuelta la rubia de ojos claros hablaba animadamente entrelazando su brazo con el de mi Ignacio. Movía sus espesas pestañas a un ritmo frenético.

¡Qué desfachatez! Me puse en acción.


Dragón




© Marieta Alonso Más

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