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jueves, 5 de octubre de 2017

Ana María Rodríguez: Mi sillón azul

Palacio de Versalles. Ebanista Georges Jacob
(1739-1814)





Acabo de despertar. 

Me he vuelto a quedar dormida en mi querido sillón azul. El único recuerdo que conservo de mi casa familiar. Sin duda, mi lugar favorito. Me llena de paz y me siento segura, porque me recuerda a la mujer que me dio la vida. En él me dormía cantando, llenándome de besos y abrazos cuando era muy pequeña. 

¡Cómo la extraño!

Me dirijo hacia la ventana, mi dosis diaria de contacto con el mundo. Un mundo que cada día es más pequeño, más oscuro… Como mi alma, a la que calmo con ansiolíticos.

Vuelvo a sentarme y cojo uno de mis libros. A través de ellos puedo vivir mil vidas, mil aventuras, conocer lugares que nunca visitaré. Al menos, entre mis libros, me siento viva.

Suena el timbre de mi puerta. Normalmente no abriría, pero hoy, una fuerza extraña me impulsa a mirar por la mirilla. A través de ella solo veo un enorme ramo de rosas. ¿Es posible?

Al abrir la puerta, tras el ramo, el hombre con el que llevo soñando desde que era una niña. Al que nunca dirigí la palabra, al que nunca me atreví a mirar de frente.

Segundos después, vuelvo a sumergirme en el oscuro abismo de todos los días. Resulta, que mi amor platónico es empleado de Interflora, y ha traído un precioso ramo para mi compañera de piso. De un novio que tiene por ahí, muy lejos.

Me acerco a mi sillón y me dispongo a adentrarme de nuevo en el reino de los sueños. Para crear en mi fantasía una vida de verdad. Tal vez, cuando despierte, Alejandro vuelva. Y esta vez, las rosas, sean para mí.




© Ana María Rodríguez


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