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lunes, 27 de abril de 2020

Brújulas y Espirales: Honoré de Balzac "Memoria de dos jóvenes esposas"

Blog literario de Francisco Martínez Bouzas

EL MATRIMONIO COMO PASIÓN O COMO PROFESIÓN


Memoria de dos jóvenes esposas
Honoré de Balzac
Traducción de Joaquín García Bravo
Editorial Funambulista,  Madrid, 2017, 325 páginas.
   
   Memorias de dos jóvenes esposas forma parte de La comedia humana, título de uno de los mayores proyectos de la historia de la narrativa. Honoré de Balzac (1799-1850), su autor, había proyectado escribir ciento treinta y siete novelas e historias interrelacionadas para retratar su época, la sociedad francesa en el período que se extiende desde la caída del imperio napoleónico hasta la monarquía de julio (1815-1830). Son novelas que integran las Scènes de la vie privée que Balzac, al percatarse de su éxito, decide ampliarlas en su “opus magnum”, La comedia humana. Este proyecto se justificaba en aquellos momentos tanto por el éxito y la popularidad del autor como escritor por entregas, como por la permanente urgencia de dinero que le acuciaba. El proyecto se vio truncado por el fallecimiento del escritor, aunque dejó listas para su publicación ochenta y siete novelas y siete más no previstas en el proyecto inicial. Los grandes éxitos de La comedia humana son sin duda Eugénie Grandet (1833) y La Père Goriot (1835).
   Memorias de dos jóvenes esposas fue escrita en 1834, aunque no vio la luz hasta 1841. Es la única novela epistolar de Honoré de Balzac. Su trama reproduce las confidencias que, entre si y a través de sus cartas, hacen dos jóvenes amigas: Louise de Chaulieu y Renèe de Maucombe. Ambas habían abandonado al mismo tiempo el convento de carmelitas en el que estaban destinadas a profesar, y encuentran prácticamente al mismo tiempo a sus futuros esposos. Sus caracteres y condición social son totalmente opuestos y, sin embargo y a pesar de la distancia, se teje entre ellas una gran complicidad. Louise es aristocrática, soñadora, concibe el amor como una pasión arrolladora y absorbente. Renée, por el contrario, es discreta, una tranquila burguesita que se casa por conveniencia, lleva una vida tranquila, consciente de que su obscura carrera acabará en un apacible retiro. Consiente de buen grado en convertirse en la señora de Estorade, un hombre de treinta y siete años, pero que aparenta cuarenta. Louise disfruta de la vida mundana parisina. Reprocha a su amiga el hecho de haberse casado al azar, sin conocer al que será su marido. Pero conoce y termina por enamorarse de su profesor de español, Felipe de Henárez, duque de Soria, fugitivo y desterrado tras la expedición del duque de Angulema en 1823. Tras no pocos lances novelescos, Felipe entra en posesión de su fortuna y Louise se casa con él, sin importarle su fealdad, arrobada por una pasión desenfrenada, que se verá interrumpida a los pocos años por la muerte de Felipe. Mas años más tarde, superado el duelo, Louise le comunica a Renée que se casa de nuevo, esta vez de forma secreta, con Gaston, un poeta y dramaturgo que vive de su trabajo y varios años más joven que Louise.
   A través de la correspondencia entre las dos amigas, Balzac nos muestra dos formas totalmente contrapuestas de enfocar el amor y el matrimonio. Louise de Chauvalieu vive intensamente el amor, celebra un matrimonio apasionado con Felipe Henárez, y tras su fallecimiento, otro con el joven Gaston hasta que, corroída por los celos y las sospechas, un equívoco fatal le hace creer que está siendo traicionada. Su dolor y orgullo la impulsan al suicidio. En contraste, su amiga Renée sabe que no ama con pasión a su marido, pero se da por satisfecha buscando la dicha en su vida conyugal provinciana, gobernada no por el ímpetu amoroso, sino por el afecto. No ama a su esposo, pero se cree capaz de quererle.
   Un claro contraste entre ambos destinos y entre dos formas de vivir el matrimonio. La novela permite que el lector conozca  lo que sucede en las vidas de estas dos amigas, el ambiente de la corte real parisina, la vida monótona y ordenada en un lugar de provincias. Estos contrastes reflejan las ideas de Balzac presididas por un pronunciado conservadurismo. Balzac, en un manifiesto de 1842, que encabeza La comedia humana, se declara defensor entusiasta del trono y del altar frente a las novedades de su tiempo. En sus novelas no se priva de dejar constancia del rechazo de la evolución y del progreso, a la vez que muestra su admiración por los viejos valores que la burguesía había hecho degenerar. Y esa mentalidad reaccionaria deja sus huellas en las actitudes patriarcales que refleja en Memorias de dos jóvenes esposas: el amor conyugal exento de pasión no envilece a la mujer que debe entregarse a su marido aunque no se amen, toda vez que la ley permite a un hombre hacerla suya. El viático del matrimonio se sitúa para la esposa en la resignación y en el sacrificio: sacrificarlo todo al hombre que le dará su apellido, que es su señor y su dueño.
   Por eso mismo la actitud plausible de la esposa debe de ser la abnegación. A pesar de ello, como pensaban Engels y Marx, la mentalidad reaccionaria de Balzac no fue un obstáculo para que pusiera al descubierto y enjuiciara con dureza la sociedad burguesa y capitalista de su tiempo. Georg Lukács recoge acertadamente en esta frase la opinión que Engels tuvo de la obra de Balzac: “…no es más que una elegía sobre la decadencia de la buena sociedad.”

Honoré de Balzac


Fragmentos
“¡Cómo! ¿Tan pronto vas a casarte? Pero ¿se toma marido de ese modo? Al cabo de un mes te prometes a un hombre sin conocerlo y sin saber nada de él. Este hombre puede ser sordo. ¡los hay de tantas maneras!, aburrido, enfermizo, insoportable. ¿No ves, Renée, lo que quieren hacer contigo? Les eras necesaria para continuar la gloriosa casa de la Estorade, y eso es todo. Te vas a convertir en una provinciana. ¿Son esas nuestras promesas mutuas? En tu lugar, preferiría irme a pasear en caique a las islas Hyères, hasta que un corsario argelino me robase y me vendiese al gran señor; llegaría así a ser sultana y pondrá el serrallo en revolución mientras fuese joven y también cuando fuese vieja. ¡Sales de un convento para entrar en otro!”
…..
“Esto es muy claro. Después de haber comprendido que si no me casaba con Louis volvería al convento, me resigné en cuanto a quedarme soltera. Resignada ya, me puse a examinar mi situación a fin de sacar de ella el mejor partido posible.
En primer lugar, la gravedad de los lazos me llenó de terror. El casamiento se propone como finalidad la vida, mientras que el amor solo tiene por objeto el placer. Pero también es verdad que el matrimonio subsiste cuando el placer ha desaparecido, y origina intereses más importantes que los del hombre y de la mujer que se unen. En consecuencia, para hacer un casamiento feliz, solo se necesita esa amistad que, en vista de sus dulzuras, transige con muchas imperfecciones humanas. Nada se oponía a que yo tuviese amistad con Louis de la Estorade. Decida a no buscar en el matrimonio los goces del amor en que nosotras pensábamos con tanta frecuencia y con peligrosa exaltación, sentía en mi interior una agradable tranquilidad.”
…..
“¡Cómo, Louise! ¡Después de todas las desgracias internas que te causó una pasión correspondida en el seno del hogar, quieres vivir con un marido en la soledad? ¿Después de haber matado a uno viviendo con él en el mundo, quieres aislarte para devorar a otro? ¡Qué disgusto te preparas! Pero, por la manera en que has obrado, veo que tu resolución es irrevocable. Para que un hombre te haya hecho perder la aversión que sentías por un segundo matrimonio, debe tener un espíritu angelical y un corazón divino; es preciso, pues, dejarte entregada a tus ilusiones; pero ¿has olvidado acaso lo que decías de la juventud de los hombres, que todos han pasado por innobles lugares y cuyo candor se ha perdido en las más horribles encrucijadas del camino? ¿Quién ha cambiado? ¿Tú o ellos. Eres bien feliz creyendo en la dicha: no tengo valor para criticarte,  a pesar de que el instinto de ternura me inclina a aconsejarte que desistas de ese matrimonio.”

(Honoré de Balzac, Memorias de dos jóvenes esposas, páginas 62-62, 96, 276-277)


Francisco Martínez Bouzas

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