El templo fue dedicado al dios Kukulkán, deidad de la mitología maya, semejante a una serpiente emplumada, que está relacionado con el viento, el agua y la agricultura. Se dice que, en la fachada principal del lado norte del templo durante los equinoccios de primavera y otoño, se ve el cuerpo de una serpiente descendiendo y que el último reducto de luz se proyecta sobre la cabeza del reptil que se encuentra en la base de la escalinata. No es real, dicen, pero no la toques.
Según la leyenda, Kukulkán visita este lugar dos veces al año coincidiendo con los dos equinoccios. Los científicos no muy dados a los mitos, informan que durante los equinoccios el sol forma un eje perpendicular con el ecuador, los días son igual de largos que las noches, y que se crea un juego de luces y sombras que dibujan siete triángulos isósceles, en el flanco de la escalinata principal, creando esa ilusión.
Otra curiosidad del templo es que cada una de las cuatro escalinatas que dan acceso a la parte superior de la pirámide tiene noventa y un escalones, y si contamos la plataforma en la cima como un escalón adicional, el total de escalones es de 365 días, uno por cada día del año del calendario maya.
El monumento está declarado como Patrimonio de la Humanidad y como una de las «Nuevas siete maravillas del mundo contemporáneo».
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