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viernes, 21 de mayo de 2021

Benjamin Franklin: Su plan de trece virtudes

 

Las virtudes cardinales, pintura de Rafael Sanzio
Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano.


Aunque no vivió completamente según este boceto de vida y, admitía que incumplió sus preceptos muchas veces, creía que intentarlo lo hizo una mejor persona y contribuyó enormemente a su éxito y felicidad.​ No trabajaba en todas ellas al mismo tiempo. Más bien, en una y solo una cada semana, «dejando todas las demás a su suerte ordinaria».

 

Templanza: no comas hasta el hastío; nunca bebas hasta la exaltación.

Silencio: habla solo lo que pueda beneficiar a otros o a ti mismo; evita las conversaciones insignificantes.

Orden: que todas tus cosas tengan su sitio; que todos tus asuntos tengan su momento.

Determinación: resuélvete a realizar lo que deberías hacer; realiza sin fallas lo que resolviste.

Frugalidad: gasta solo en lo que traiga un bien para otros o para ti. No desperdicies nada.

Diligencia: no pierdas tiempo; ocúpate siempre en algo útil; corta todas las acciones innecesarias.

Sinceridad: no uses engaños que puedan lastimar, piensa inocente y justamente, y, si hablas, habla en concordancia.

Justicia: no lastimes a nadie con injurias u omitiendo entregar los beneficios que son tu deber.

Moderación: evita los extremos; abstente de injurias por resentimiento tanto como creas que las merecen.

Limpieza: no toleres la falta de limpieza en el cuerpo, vestido o habitación.

Tranquilidad: no te molestes por nimiedades o por accidentes comunes o inevitables.

Castidad: frecuenta raramente el placer sexual; solo hazlo por salud o descendencia, nunca por hastío, debilidad o para injuriar la paz o reputación propia o de otra persona.

Humildad: imita a Jesús y a Sócrates.

 

Habrá que intentarlo

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